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VIAJAR AL PACÍFICO Y CAER EN UNA EMBOSCADA: EL MIEDO QUE ENFRENTAN TURISTAS ARGENTINOS EN LAS RUTAS DE CHILE

Una familia argentina oriunda de Mendoza fue víctima de un violento asalto armado en una ruta de Santiago de Chile mientras se desplazaba con sus dos hijas menores. El ataque, ocurrido a plena luz del día, dejó a las víctimas sin vehículo ni pertenencias y reabrió el debate sobre la seguridad en los accesos viales utilizados por turistas extranjeros.

La camioneta avanzaba lento, casi a paso de peatón. Eran poco más de las diez de la mañana y el tráfico se había vuelto errático por cortes y desvíos inesperados en las afueras de Santiago. Para Laura, su esposo y sus dos hijas, el viaje tenía la forma de una postal repetida: cruzar la cordillera desde Mendoza rumbo al océano, cargar maletas, música suave, promesas de descanso, pero en segundos, esa escena familiar se transformó en una secuencia de terror que hoy recorre fronteras y enciende alertas a nivel internacional.

En una salida de autopista que conecta Vespucio con la Ruta 5 Norte, el vehículo familiar quedó encerrado. Una camioneta oscura, sin placas visibles, les cerró el paso. Cuatro hombres descendieron con el rostro cubierto. No hubo advertencias ni palabras. Hubo armas. Hubo golpes secos contra los vidrios. Hubo gritos. El padre fue sacado a la fuerza, reducido con un arma apuntándole a la cabeza. Las niñas, de 9 y 13 años, quedaron paralizadas en el asiento trasero, viendo cómo el viaje se rompía para siempre.

En cuestión de minutos, la familia fue despojada de todo: documentos, teléfonos, equipaje, dinero y el propio vehículo, una camioneta nueva en la que habían cruzado la cordillera. Quedaron en la ruta, sin zapatos, sin medios para comunicarse y con el miedo todavía vibrando en el cuerpo. No fue un robo aislado. Fue un asalto planificado, ejecutado con precisión y violencia, en un punto donde —según relatarían después— otros viajeros ya habían sido atacados.

Rutas inseguras, fronteras vulnerables

El caso de esta familia mendocina no es un hecho aislado. En los últimos meses, turistas argentinos han denunciado una seguidilla de asaltos en accesos viales, enlaces urbanos y tramos estratégicos cercanos a grandes ciudades chilenas. Mientras los balnearios refuerzan la vigilancia de verano, las rutas —arterias clave para el turismo regional— parecen quedar fuera del radar de los operativos preventivos.

Vecinos y automovilistas que auxiliaron a la familia coincidieron en un dato inquietante: los ataques se repiten en los mismos puntos, a plena luz del día, con una logística que sugiere bandas organizadas y conocimiento del territorio. La percepción de abandono estatal en esos sectores es un denominador común en los testimonios.

Desamparo tras el golpe

Luego del asalto, la familia inició un peregrinaje inesperado: comisarías, oficinas públicas, largas horas de espera. Según su relato, la asistencia recibida fue mínima y distante. La prioridad fue resolver trámites administrativos, no contener a dos niñas en estado de shock ni orientar a padres que habían perdido todo en un país extranjero.

Finalmente, con ayuda de particulares —chilenos y argentinos que ofrecieron apoyo, transporte y comunicación— lograron regresar a Mendoza en bus esa misma noche. No hubo vehículo recuperado. No hubo certezas. Solo la sensación de haber quedado expuestos en un territorio que conocían y al que solían regresar varias veces al año.

Un problema que trasciende lo policial

Este episodio vuelve a poner sobre la mesa una discusión mayor: la seguridad de los corredores turísticos internacionales en el Cono Sur. Miles de familias cruzan cada temporada la frontera argentino-chilena para vacacionar, trabajar o comprar. Cuando los delitos se trasladan a rutas estratégicas, el impacto no es solo personal: afecta la confianza, el turismo y las relaciones entre países vecinos.

Expertos en seguridad advierten que los planes estacionales centrados únicamente en zonas costeras resultan insuficientes si no se refuerzan accesos, enlaces urbanos y rutas de alto flujo. La ausencia de respuestas coordinadas, tanto a nivel local como binacional, deja a los viajeros en una zona gris donde la prevención llega tarde.

El viaje que no volverá a ser igual

Para Laura y su familia, Chile dejó de ser un destino habitual. Lo que antes era rutina hoy es un recuerdo atravesado por el miedo. “Volvíamos varias veces al año”, contó. “Ahora, no sabemos si alguna vez podremos hacerlo de nuevo”.

Su historia, difundida por medios de ambos lados de la cordillera, se suma a una cadena de relatos que ya no pueden ser ignorados. Porque cuando el turismo se transforma en riesgo y las rutas en trampas, el problema deja de ser local. Se vuelve internacional. Y exige respuestas a la altura del miedo que hoy viaja, silencioso, junto a quienes solo buscaban llegar al mar.

Fuente: ChileAndino.com

Belén Pavez G., Periodista y Locutora. Licenciada en Comunicación Social. Productora general y Directora de prensa en Vilas Radio. Música y Cat lover.

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