
El amanecer de este viernes encontró al Complejo Fronterizo Chacalluta, en Arica, convertido nuevamente en un foco de tensión. Cientos de migrantes, muchos de ellos familias con niños pequeños, permanecían varados entre Chile y Perú, intentando cruzar hacia Tacna sin éxito. Las protestas se replicaron en el complejo Santa Rosa, al lado peruano, donde también se habían congregado personas a la espera de atención.
La congestión humana se generó en medio de un escenario político particularmente sensible: hace solo días, el presidente peruano José Jerí anunció la declaración de estado de emergencia en las provincias fronterizas y la solicitud de apoyo a las Fuerzas Armadas para reforzar el control migratorio. El endurecimiento de la vigilancia, sumado al pedido de documentación estricta, dejó a muchos sin posibilidad de continuar viaje.
Las imágenes captadas por distintos medios en la frontera mostraron a migrantes durmiendo en el suelo, cargando equipaje a pie, formando largas filas y denunciando que, aun queriendo salir de Chile, “Perú no los deja ingresar”. Las esperas se extendieron durante la madrugada, con testimonios de niños llorando de hambre, mujeres embarazadas y personas que no tenían acceso a baños ni a agua.
El flujo migratorio se incrementó drásticamente tras declaraciones del candidato presidencial chileno José Antonio Kast, quien advirtió su intención de impulsar expulsiones de extranjeros irregulares y reforzar medidas de control. Su reciente visita a la línea fronteriza amplificó la sensación de urgencia entre quienes buscaban abandonar el país antes de un eventual cambio de gobierno.
En paralelo, el Gobierno chileno informó que no se han detectado movimientos militares anómalos en la frontera, pese al anuncio peruano. Según el Ministerio de Seguridad Pública, los monitoreos conjuntos entre Carabineros, la PDI y la Policía Nacional del Perú no muestran alteraciones en los ingresos ni en los egresos, aunque sí un incremento sostenido en la presión migratoria sobre el paso de Chacalluta.
Durante la noche, equipos de prensa registraron la presencia de coyotes que, según denunciaron autoridades locales, cobrarían sumas cercanas a $150 mil por persona para facilitar cruces irregulares hacia territorio peruano. La falta de iluminación en el lado chileno —en contraste con el sector peruano, que permanecía completamente iluminado— fue señalada como un factor que favorece estas operaciones clandestinas.
El gobernador regional de Arica y Parinacota advirtió en terreno que, si el refuerzo militar peruano se materializa completamente, “cientos de migrantes quedarán atrapados del lado chileno”, generando un problema humanitario inmediato. Entre los propios migrantes, las motivaciones varían: algunos buscan regresar a Venezuela o Ecuador para reencontrarse con sus familias; otros sólo quieren regularizar su situación y continuar viaje; muchos simplemente sienten miedo a ser expulsados desde Chile.
Las autoridades en ambos países han reforzado la presencia policial en los hitos fronterizos y en los complejos de control. Sin embargo, el escenario continúa siendo inestable. La frontera norte se ha convertido en el epicentro de un conflicto que combina coyunturas políticas, restricciones migratorias, miedo, pobreza y falta de coordinación binacional, dejando a cientos de personas atrapadas en un territorio intermedio donde no pueden avanzar ni retroceder.
La jornada concluyó con nuevas filas, más caravanas de familias intentando dejar Chile y la advertencia de que la situación podría agravarse en los próximos días si no se implementan respuestas coordinadas e inmediatas.







