
Mientras Iquique late al ritmo del desierto y el mar, en una sala del Colegio España ocurre algo que no se mide en notas ni pruebas SIMCE: niñas y niños vuelven a nombrar el mundo en Aymara, cantan a la quinoa, amasan memoria con sus manos pequeñas y reescriben, desde la raíz, una identidad que Chile estuvo a punto de olvidar.
En el segundo semestre de 2025, lejos de los discursos protocolares y los proyectos que mueren en el papel, el Colegio España de Iquique se convirtió en un verdadero territorio ancestral vivo. Allí, 35 estudiantes de 1° a 5° básico participaron del Nido Lingüístico Aymara, una experiencia pedagógica que no solo enseñó un idioma: reconstruyó pertenencia, orgullo y memoria.
El proyecto se desarrolló bajo el alero del Servicio Local de Educación Pública (SLEP) Iquique y forma parte del programa internacional “Mujeres y Niñeces Indígenas Transformando Entornos”, impulsado por ONU Mujeres, a través del programa Originarias, junto a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Arturo Prat (UNAP).
Educación que no viene de los libros, sino de la tierra
Cada sábado por la mañana, mientras la ciudad seguía su ritmo habitual, niñas y niños cruzaban el umbral de una sala que se transformaba en cocina ancestral, huerto andino, telar comunitario y círculo de sabiduría.
Bajo la guía del académico Daniel Mamani (UNAP), junto a los sabios andinos Elena Moscoso y Antonio Mamani, y el acompañamiento de Hazel Barahona, profesional de ONU Mujeres, los estudiantes vivieron un modelo de educación intercultural basado en:
- Aprendizaje del idioma Aymara desde la oralidad cotidiana.
- Música ancestral con instrumentos tradicionales.
- Juegos pedagógicos con sentido comunitario.
- Cocina tradicional con recetas originarias.
- Trabajo en la tierra, sembrando quinoa y papa.
- Tejido en telar y vínculo respetuoso con los animales.

Cuando la escuela se convierte en territorio cultural
Para la directora del establecimiento, Rosa Córdova, el impacto fue profundo y visible:
“Lo que ocurrió aquí no fue solo un taller. Creamos un ambiente real de inmersión cultural. Las niñas y niños incorporaron la lengua desde el juego, desde el cariño, desde lo cotidiano. Ese es el aprendizaje que verdaderamente permanece”.
La experiencia fortaleció no solo el vocabulario en Aymara, sino también la autoestima cultural de los estudiantes, que comenzaron a reconocerse como parte de una historia viva y no como espectadores de un pasado ajeno.
La voz que lo explica mejor: los niños
Más allá de los informes técnicos, la dimensión humana del proyecto se ve en las palabras de los propios protagonistas.
Esteban de Armas, estudiante de 1° básico A, lo resume con algo que ningún adulto podría mejorar:
“Me gustaban las historias de la quinoa. Aprendimos los colores en Aymara y cantábamos con los instrumentos. Cada sábado era algo nuevo”.
Un modelo que busca crecer
El SLEP Iquique confirmó que el Nido Lingüístico Aymara no será una experiencia aislada. Forma parte de una política educativa que busca consolidar una educación pública con identidad, diversidad cultural y aprendizaje integral, proyectando su continuidad y expansión a otras comunidades educativas del territorio.







