
Por momentos, parecía una escena escrita para un libro de historia política. Una fotografía, una reunión silenciosa, un apretón de manos… y el edificio ideológico de la Democracia Cristiana tembló como si hubieran arrancado un ladrillo maestro. El protagonista: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, expresidente de la República y, hasta hace unos días, uno de los símbolos más reconocibles del partido. Hoy, en cambio, enfrenta la suspensión de su propia militancia, decretada por el Tribunal Supremo de la DC en una de las decisiones más duras que haya tomado esa colectividad en décadas.
La escena se conoció desde lejos. No fue en un comité político, ni en el Congreso, ni en una plaza pública. Fue una fotografía tomada en un living privado: Frei y José Antonio Kast, el abanderado presidencial del Partido Republicano, conversando con gesto distendido, como viejos conocidos que por fin encuentran terreno común.
La imagen recorrió el país en minutos. Para algunos, una sorpresa; para la cúpula de la DC, un golpe al plexo.
Porque la Democracia Cristiana —oficialmente alineada con la candidatura de Jeannette Jara— vio en ese encuentro algo más que una conversación. Vio una señal política. Un gesto. Un mensaje. Un desafío.
O un acto de desobediencia.
En la sede de Alameda, dicen quienes estuvieron ahí, la reacción fue inmediata: teléfonos sonando, mensajes circulando, voces tensas en pasillos estrechos. La directiva no tardó en calificar lo ocurrido como un hecho “de la mayor gravedad”. Y esa frase —cruda, pesada, sentenciosa— bastó para activar el mecanismo disciplinario más severo que tiene el partido.

El Tribunal Supremo se reúne de emergencia
Fue una sesión convocada con alarma. Un encuentro que, según relatan militantes, dejó en claro que no se trataba de un episodio aislado, sino de la acumulación de una larga lista de quiebres, desacatos y disonancias.
El Tribunal Supremo, tras revisar los antecedentes y escuchar a la directiva, tomó la decisión más drástica disponible sin llegar a la expulsión: suspender provisionalmente la militancia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y abrir una causa disciplinaria en su contra.
Una medida preventiva, sí, pero que cayó con el peso simbólico de un portazo histórico.
La secretaria nacional del partido, Alejandra Krauss, confirmó la resolución pasadas las 21:00 horas. Su tono, según quienes la escucharon, fue tan sobrio como firme:
“Se ha resuelto suspender provisionalmente los derechos de militante de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.”
Así, sin adornos. Sin eufemismos. Una frase que sellaba un capítulo y abría otro mucho más complejo.
Las razones: un historial que el partido ya no quiso tolerar
Dentro de la DC aseguran que el encuentro con Kast fue «la gota que rebasó el vaso», porque la molestia interna no comenzó esta semana, ni este mes, ni siquiera este año.
Desde 2022, Frei ha sostenido posturas públicas opuestas a las decisiones colectivas de la falange:
- Llamó a votar Rechazo cuando el partido apoyaba Apruebo.
- Respaldó el texto constitucional de 2023, mientras la DC llamaba a votar En Contra.
- No apoyó al candidato oficial de la DC en Osorno para las municipales de 2024, inclinándose por un independiente.
- Apostó por Maximiliano Luksic en Huechuraba, aun cuando el partido respaldaba a Carolina Rojas.
- Ahora, se reunió con Kast, gesto que para la DC implica un guiño explícito hacia un proyecto político que la propia colectividad considera contrario a su historia y valores.
La directiva acumuló cada uno de estos episodios como piezas de un rompecabezas incómodo, hasta que la imagen con Kast terminó de completar la figura.
“Ya no es una diferencia puntual; es una conducta reiterada”, afirmaron desde la mesa nacional.
Mientras tanto, Frei está en China
La historia suma otro ingrediente cinematográfico: el protagonista no está en Chile.
El expresidente se encuentra en un viaje a China y —por ahora— no ha dado explicaciones directas a su partido.
Tendrá la posibilidad de apelar a su regreso, pero en el mundo político ya todos comentan que la fractura parece más profunda que un trámite disciplinario.
Hay quienes hablan de un divorcio anunciado. Otros sostienen que Frei simplemente se cansó de un partido que, dicen, ya no se parece al que él lideró. Y no faltan quienes lo acusan de haber cruzado una línea que ningún expresidente DC había osado traspasar.
Un golpe interno que remece a la falange
En Londres 76, comando de Jeannette Jara, el impacto fue distinto. Más distante. Menos dramático.
Aseguran que no estaban buscando la foto con Frei, que no era una figura estratégica para su electorado.
Lo que sí observan con interés es el terremoto interno que vive la DC.
Porque, mientras Jara intenta consolidar una campaña presidencial con identidad propia, la Democracia Cristiana pelea consigo misma por la figura de uno de sus militantes más emblemáticos.
Un dirigente lo resumió sin matices:
“El problema no es la candidatura de Jara. El problema es que Frei dejó de caminar con el partido hace rato.”
Un partido que reescribe su historia en tiempo real
La declaración pública emitida por la DC horas después fue el broche duro de esta jornada: se habla de disciplina, de coherencia, de respeto a los acuerdos, de la memoria de Frei Montalva, de la esencia del partido.
Una verdadera reconstrucción de identidad en medio del ruido político.
La pregunta ahora es inevitable:
¿Puede un expresidente volver de una suspensión?
¿Puede reconciliarse con un partido que hoy lo trata como infractor grave?
¿Puede la DC permitirse perder a uno de sus últimos líderes históricos?
Nadie en la colectividad se atreve a dar una respuesta definitiva.
Ni en público ni en privado.
Lo único claro
Lo que comenzó con una reunión privada terminó convertido en uno de los capítulos más tensos de la política reciente.
La DC enfrenta una definición que toca la fibra de su historia.
Y Eduardo Frei Ruiz-Tagle —desde un país a miles de kilómetros— observa cómo su nombre vuelve al centro del huracán político, esta vez no como presidente, no como mediador, no como figura de unidad…
sino como protagonista de la crisis interna más dura que su partido recuerda en años.
Una historia que recién comienza.
Y que, como suele pasar en la política chilena, promete más capítulos que certezas.







