
La dimisión de Arturo Gómez se produjo un día antes que el Concejo Municipal votara su eventual destitución. El hecho marca el primer gran quiebre entre el alcalde Orlando Vargas y los ediles, tensionando aún más la conducción del municipio.
La política municipal ariqueña vivió un remezón inesperado ayer jueves al confirmarse la renuncia de Arturo Gómez González al cargo de administrador municipal. La decisión, comunicada formalmente al mediodía, se produjo apenas 24 horas antes de que el Concejo Municipal llevara adelante una sesión extraordinaria donde se votaría su permanencia en el puesto.
La movida evitó un hecho inédito en la actual gestión: que los concejales concretaran la remoción del segundo hombre más relevante en la estructura administrativa del municipio, cargo clave en la coordinación interna y en la subrogancia del alcalde.
Las razones de la presión
La salida de Gómez no fue sorpresiva para quienes seguían el ambiente al interior del concejo. En la última sesión ordinaria, el concejal Cristian Rodríguez dio lectura a una carta respaldada por la mayoría de los ediles, en la que se pedía formalmente convocar a una sesión extraordinaria.
La solicitud planteaba nueve motivos para exigir su salida.
Entre ellos, se incluían la supuesta obstrucción de las labores fiscalizadoras del Concejo Municipal, la falta de reacción ante denuncias de tratos directos irregulares y la validación de actos administrativos cuestionados, lo que podría haber generado un eventual perjuicio fiscal. También se le responsabilizaba por un uso indebido de redes institucionales.
Un golpe al liderazgo de Vargas
La dimisión golpea directamente al alcalde Orlando Vargas, pues Gómez no solo era su administrador municipal, sino también uno de sus hombres de mayor confianza. Su rol de subrogante en las frecuentes ausencias del jefe comunal —especialmente tras una larga licencia médica por Covid— lo había convertido en un actor clave en la conducción de la casa consistorial.
Con la mayoría de los concejales en contra, la salida de Gómez marca el primer gran quiebre entre Vargas y el órgano colegiado, anticipando una gestión con mayores dificultades para alcanzar acuerdos.
Antecedentes históricos y comparaciones
De haberse concretado la votación de destitución, habría sido la segunda vez en la historia reciente de Arica que un administrador municipal era removido por el Concejo.
El antecedente más recordado se remonta a 2014, cuando el entonces alcalde Salvador Urrutia se vio obligado a prescindir de Fernando Núñez.
Esta vez, la renuncia anticipada evitó un desenlace similar, pero no logró disolver el malestar que persiste entre los ediles.
Un historial de tensiones
La relación de Gómez con el Concejo Municipal había atravesado momentos complejos durante los últimos meses. Las discusiones en sala se hicieron frecuentes y su figura se convirtió en blanco de críticas recurrentes.
Uno de los episodios más recordados ocurrió durante el verano, cuando, al volante de su vehículo, bloqueó una calle para impedir el tránsito hacia el centro. Aunque posteriormente se explicó que se trataba de un corte autorizado, la acción generó incomodidad y críticas, dado que su cargo no contemplaba ese tipo de atribuciones operativas.
A ello se suman sus antecedentes políticos: exmilitante del PPD, fue asesor jurídico del exalcalde Waldo Sankán y más tarde se desempeñó como seremi de Transportes en el primer gobierno de Michelle Bachelet.
El futuro inmediato
Con la renuncia presentada, queda en manos del alcalde Orlando Vargas definir a la persona que asumirá interinamente la administración municipal, mientras en el Concejo se reacomodan las fuerzas tras este episodio que deja en evidencia la fragilidad de las alianzas políticas en el consistorio ariqueño.
Lo que sí está claro es que la salida de Gómez abre un nuevo capítulo en la política local, con un concejo más vigilante y un alcalde que deberá redoblar esfuerzos para sostener la gobernabilidad de su administración.