El accidente ocurrió en la calle Antonio León, en el sector Ayllu de Solor. La SIAT de Carabineros investiga las causas de este fatal suceso que enluta a la comunidad atacameña.
El sol caía implacable sobre el polvo anaranjado de San Pedro de Atacama cuando el silencio del desierto se quebró con un grito. En la calle Antonio León, en pleno sector Ayllu de Solor, un niño de apenas diez años yacía inmóvil tras ser atropellado por un camión aljibe que transitaba por la vía. Era la tarde del sábado 8 de noviembre, y la tragedia volvió a teñir de luto uno de los lugares más tranquilos del norte grande.
El camión —una de esas enormes máquinas que transportan agua para las faenas y los pueblos del altiplano— avanzaba bajo el sol ardiente cuando, por razones que aún se investigan, impactó al menor. La escena fue de horror y desesperación: vecinos corrieron desde las casas de adobe, algunos intentando socorrer al niño, otros clamando por ayuda entre el polvo y el eco seco del desierto.
Carabineros de la 2ª Comisaría de San Pedro de Atacama llegaron al lugar minutos después. El comisario, mayor Mario Carreño, confirmó lo que nadie quería escuchar: el pequeño había fallecido en el sitio del suceso. “Se trató de un atropello en la vía pública que lamentablemente terminó con la vida de un menor de edad”, señaló el oficial con tono grave, mientras el lugar era acordonado por efectivos policiales.
El Ministerio Público dispuso de inmediato la concurrencia de la Sección de Investigación de Accidentes de Tránsito (SIAT) de Antofagasta, a fin de realizar las pericias técnicas que permitan reconstruir los segundos fatales. Según el teniente Alejandro Ortiz, de la SIAT, “fue un accidente de tipo aplastamiento que involucra a un vehículo mayor y un peatón menor de edad. Producto de este hecho, el menor fallece en el lugar”.
La investigación busca esclarecer las causas precisas del accidente y determinar la eventual responsabilidad del conductor del camión aljibe, quien fue trasladado para declarar ante el Ministerio Público. Mientras tanto, el tránsito permaneció suspendido durante horas en la zona, y los vecinos, aún incrédulos, observaban desde las sombras cómo los peritos marcaban con tiza el contorno de la tragedia.
En San Pedro, un pueblo acostumbrado a los silencios del desierto y al vaivén de los turistas, la noticia corrió rápido. Las redes sociales se llenaron de mensajes de pesar y solidaridad hacia la familia del menor, una familia local que hoy enfrenta la pérdida más dura: la de un niño que jugaba entre las calles polvorientas donde creció.
El atardecer llegó más temprano que nunca sobre el Ayllu de Solor. Los rayos anaranjados se apagaron detrás de los cerros, mientras una comunidad entera guardaba un minuto de silencio. En medio del silencio del altiplano, el eco del camión que se detuvo aquella tarde sigue resonando como una herida abierta.
