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TIRANA 2023, FE, DEVOCIÓN Y TRADICIÓN: “LA HISTORIA DE LA PRINCESA ÑUSTA”

Iniciamos este mes de julio e inevitablemente se nos viene a la mente la festividad en honor a nuestra Señora del Carmen de la Tirana, donde cada 16 de julio más de 15.000 peregrinos visitan el pueblo perteneciente a la comuna de Pozo Almonte, para agradecer y solicitar alguna intercesión de nuestra madre ante nuestro Señor.

En este segundo capítulo de “La tirana 2023 fe, devoción y tradición” el equipo de Vilas Radio durante todo el mes de julio estará destacando distintas historias, lugares y tradiciones arraigadas en la Fiesta de la Virgen del Carmen de La Tirana, una celebración de piedad popular de la iglesia Católica, la más importante del norte grande.

En esta oportunidad nos adentraremos en la leyenda más famosa del poblado, de la cual también recae en el nombre del propio lugar y donde surgen muchas dudas con respecto al origen de la celebración hacía la Virgen María.

PRINCESA ÑUSTA: “LA TIRANA”

La Leyenda de la conocida princesa “Tirana” y de su milagrosa Virgen comenzó a gestarse en los años 1535, cuando Diego de Almagro, conquistador español, salió del Cuzco a la Conquista de Chile. En dicha incursión lo acompañaban quinientos cincuenta españoles y alrededor de diez mil indios peruanos.

Dentro de esta tripulación también había dos hombres importantes: Paulino Tupac, príncipe de la familia de los Incas y Huillac Huma, último Sumo Sacerdote del extinguido culto al Dios Sol. Ambos eran tratados en forma diferente por los españoles y estaban destinados a pagar con la vida si se producía conato de rebelión entre los indios que formaban parte de la expedición.

Al príncipe Huillac Huma, lo acompañaba su hija, la “ÑUSTA”, que nacida años antes, tenía en sus venas sangre de los Incas soberanos de Tahuantisuyu, que aún sufrían el vejamen que les impuso el débil y confiado Atahualpa. Al rendirse, Paullo Tupac nunca pensó acompañar hasta el fin la expedición; es así como Huillac Huma, desprendiéndose sigilosamente del Ejército Español, encontró la ocasión que tanto esperaba.

HUIDA DE HUILLAC HUMA

Al alcanzar la hueste desertora la cálida región de Pica, huyó esta vez la “Ñusta Huillac”, seguida de un centenar de Wilkas y adictos servidores. Se refugiaron en un bosque de tamarugos y acacias silvestres, que por entonces cubrían en su mayor extensión lo que ahora llamamos Pampa del Tamarugal. Lo que queda aún en nuestros días, muchos lugares de salvaje belleza, en las inmediaciones del pueblo de Tarapacá y en los alrededores de los caseríos de Canchona. Por eso apodaron con el nombre indígena “Tarapacá” esa región, porque en lengua incaica significa escondite o bien de boscaje impenetrable.

LA ÑUSTA Y SU REINADO

Posterior a este encondiste en plena Pampa, durante cuatro años la “Ñusta Huillac”, rodeada de sus fieles y valientes “Wilcas”, fue la reina y señora de esos lugares. Con inteligencia organizó sus huestes, las distribuyó y convirtió esos bosques de tamarugos en un baluarte inexpugnable, regido por la férrea mano de la bella princesa incaica.

La “Ñusta”, regía su territorio con puño de hierro. Y su política era capturar y eliminar a cualquier intruso que pisara sus tierras. Sus hazañas traspasaron muy pronto los límites de su comarca y su fama comenzó a extenderse por todo el norte. Las tribus vecinas y las muy remotas vieron en la bella princesa la capitana viviente y gallarda de sus ideales y la apoyaron en su airada protesta contra la dominación extranjera, llamándola así como “LA TIRANA”.

La popularidad de la princesa fue tal, que tribus de todos los rincones del territorio de Tanhuntisuyu acudieron a rendirle pleitesía y a jurarle lealtad; nutridas huestes de hombres de corazón bien puesto y dispuestos a luchar y sucumbir al lado de la animosa “Ñusta” por el suelo natal y su fe.

“La Ñusta Huillac”, temida por sus enemigos y conocida en treinta leguas a la redonda como la bella “Tirana del Tamarugal”, no pudo cumplir lo que había predicado: un día sus huestes atacaron en las inmediaciones de las selvas a un grupo enemigo y capturaron algunos prisioneros. Así fue como llevaron a su presencia un apuesto extranjero: cuando lo interrogó, muy altivo dijo llamarse don Vasco de Almeida y pertenecer a un grupo de mineros portugueses establecidos en Huantajaya, añadiendo que se había internado en la comarca en busca de la “Mina del Sol”., cuya existencia le había revelado un cacique amigo.

En ese momento es cuando la historia da un giro completo, y es que el corazón de la “Ñusta” tan implacable comenzó a mostrar una faceta distinta, “el amor”.

Los “Wilkas” y los ancianos de la tribu que se encontraban reunidos, acordaron que se aplicase la pena de muerte al prisionero, por lo que en la princesa afloró un sentimiento de amor y compasión, algo inusual en ella. Posterior a ello, comenzó a pensar como romper la tradición de odio y librarlo de la muerte.

LA NUSTA SALVA AL PRISIONERO

Después de pensar la noche entera, la “Ñusta” encontró una fórmula para salvar a su enamorado. En su carácter de sacerdotisa fingió consultar los astros del cielo e interrogar a los ídolos, tutelares de la tribu. Después de meditar, reunió a su tribu y dijo que la ejecución del prisionero debía retardarse hasta el término del cuarto plenilunio, que así los ídolos le habían respondido.

Los cuatro meses siguientes fueron de descanso para los guerreros del Tamarugal. Las miradas de la “Ñusta” y Vasco de Almeida fueron cuajando en una amor una pasión incontenible; nada podía detener la pasión de la sacerdotisa incaica, que empezó a mirar la vida con los ojos del portugués.

EL BAUTIZO DE LA TIRANA

Altiva y serena, actuando bajo los impulsos de una firma resolución, se dirigió un día a la fuente que había en uno de los claros del bosque. Vinieron los besos, los juramentos y el “NUNCA NADIE nos separe”. Según la historia, en el paroxismo de su pasión, la “Ñusta” le dijo: “Llévame a tu Dios que nos permitirá estar eternamente unidos”. Diego de Almeida le contestó: “tienes que bautizarte”, la “Ñusta” hincó la rodilla en el césped –cruzó sus brazos sobre el seno en actitud de humilde e inefable espera y pidió ser bautizada -.

Almeida cogió agua vertiéndola sobre la cabeza de la amada neófita pronunció las palabras sacramentales: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espí …” No pudo terminar la frase, porque los “Wilcas” que los vigilaban y que no aceptaban esa pasión, no pudieron resistir esa traición de sus principios y en airada reacción dispararon una nube de flechas sobre ellos.

Ambos cayeron abatidos como tronchados por el huracán. “Ñusta Huillac”, herida de muerte, sobreponiéndose a sus intolerables dolores, llamó a su alrededor a los Wilkas, a los sacerdotes y al pueblo y con voz entrecortada les dijo: “Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, como creyente en Jesucristo, de que mi alma inmortal ascenderá a la Gloria y llegaré al trono de Dios, junto al cual estará mi amado, con quien estaré toda una eternidad. Sólo les pido que después de mi muerte, coloquen una cruz en mi sepultura, que estará al lado de la de mi amado”.

VIRGEN DEL CARMEN DE LA TIRANA

Corrían los años de 1540 a 1550 cuando fray Antonio Rondon, de la real orden mercedaria, evangelizador de Tarapacá y Pica, llegó al Tamarugal para levantar en todas partes el estandarte de Cristo.

Un día vio un arco iris y siguió su comienzo hasta un bosque de tamarugos. Ahí, con infinita sorpresa, encontró una cruz cristiana en uno de los claros de este bosque. El santo varón vio en ello una especie de indicio del cielo, una llamada de recuerdo a la Princesa Tirana del Tamarugal. Por eso edificó una Ermita, que con el correr del tiempo, se convirtió en Iglesia que colocó bajo advocación de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana, pensando en el escapulario Carmelita que llevaba Vasco de Almeida.

Dicha iglesia se convirtió desde los primeros años de su consagración en asidua romería de los naturales de los pueblos y sierras inmediatas, en cuyas venas corre sangre coya. Fue la que fluía por las venas de la bella, sensible y desdichada “ÑUSTA HUILLAC”, que le legó su nombre y que con su historia de fe y amor impulsó el culto a “LA TIRANA”.

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