
Una carta escrita con calma, pero cargada de despedidas. Mensajes de arrepentimiento enviados minutos después del horror. Y las cámaras del condominio que registraron la entrada de dos jóvenes —Hugo y Marta— sin que nunca más volvieran a salir. Son las pruebas que llevaron a prisión preventiva a M.O.F.C., la mujer imputada por el doble parricidio de sus hijos en la Región del Biobío.
El caso, que estremeció al país por la frialdad de los hechos y el tono desconcertante de la carta hallada junto a los cuerpos, mantiene a la acusada bajo estrictas medidas de seguridad y abre un debate sobre los límites entre la tragedia familiar, la salud mental y el crimen más atroz: matar a los propios hijos.
La carta que lo cambió todo
“Nos vemos. Por favor, no velorio, no funeral, directo donde mi papá y mamá… te queremos mucho. Solo nos adelantamos. Nos vamos felices, como en el fútbol. Nos retiramos en nuestro mejor momento”.
Con esas líneas comenzaba la misiva encontrada por la Brigada de Homicidios en el living de la vivienda. Tres páginas escritas a mano, extraídas de un cuaderno azul, que el fiscal Daniel Tobella calificó como una despedida inequívoca.
Aunque el documento aún no ha sido cotejado caligráficamente, su contenido fue suficiente para la Fiscalía: describía con detalle emociones, recuerdos y agradecimientos personales imposibles de ignorar. “El Ministerio Público considera esta carta como una confesión indirecta y una pieza central en la secuencia de los hechos”, explicó Tobella durante la audiencia.
En ella, la madre describía un aparente cansancio emocional, mencionaba a sus hijos en tono afectuoso y cerraba con instrucciones sobre cómo disponer de los bienes familiares.
Las cámaras que no mienten
Los registros de videovigilancia del condominio fueron determinantes. Según la investigación de BBCL Investiga, las imágenes del 26 de septiembre reconstruyen con precisión las últimas horas de vida de Hugo y Marta.
A las 15:08 se ve a ambos jóvenes realizando tareas domésticas: él moviendo cortinas, ella barriendo y lavando un auto. Minutos después, cada uno sale en su vehículo. Para las 17:13, Marta regresa; a las 18:12, lo hace Hugo. Ninguno vuelve a aparecer con vida.
Siete minutos más tarde, las cámaras captan a su madre saliendo de la casa con el perro familiar, colocando un cojín en el asiento del piloto y asegurando el portón con candado antes de partir.
Horas después, el padre llega a la vivienda y encuentra a su hijo agonizando y a su hija muerta en otra habitación.
Los mensajes del adiós
El celular del padre se convirtió en otra pieza clave. A las 22:58, M. le escribió un mensaje que los fiscales describieron como un acto de confesión emocional:
“Perdóname, no quería que tú sufrieras. Solo quise salvarlos para que no sufrieran más. No llores, por favor, te quiero mucho. Te iba a esperar, pero no pude. Estoy lejos con mi perrito. No sé qué hacer.”
Minutos después, él respondió:
“Vuelve. Nuestro hijo está hospitalizado. Nunca te voy a dejar de querer.”
Pero ella ya había cruzado el peaje de Chillán Norte rumbo a Coihueco, donde horas más tarde sería detenida.
El arma, las vainas y la hipótesis del “suicidio ampliado”
Los peritajes revelaron que los cuerpos de Hugo y Marta tenían tres impactos de bala, pero se encontraron cuatro vainas percutidas. La defensa de M. —liderada por el abogado Rodrigo Campos— se aferró a ese detalle para plantear una hipótesis alternativa: el “suicidio ampliado o altruista”, en que una madre, bajo un episodio psicótico, decide acabar con la vida de sus hijos y luego quitarse la propia.
“Existe una bala que fue disparada, pero no impactó a nadie. Esa podría haber sido para ella”, sostuvo Campos, apelando a una inimputabilidad disminuida. También señaló que M. no tenía diagnóstico psiquiátrico ni antecedentes de violencia, y que la salud mental en Chile sigue siendo un terreno abandonado.
Pese a ello, el juez decretó prisión preventiva, calificando el crimen como de “extrema gravedad” y ordenando peritajes psiquiátricos antes de definir su traslado a un recinto penal definitivo.
La huida y la detención
Cuando fue encontrada en un sector rural de Coihueco, M. estaba desorientada y acompañada por el perro de su hija. El vehículo gris estaba abandonado, con las llaves puestas y un revólver calibre .22 dentro. La mujer fue detenida luego de pedir un teléfono prestado en un almacén; la dueña, sospechando que ocultaba un arma, llamó a Carabineros.
El eco de una tragedia
La carta final incluía detalles domésticos y hasta toques de humor negro. Pedía repartir herencias, pagar favores a vecinos y “botar los zapatos nuevos” de una pyme que nunca prosperó. Terminaba con un frío pero afectuoso “Te amamos mucho. Saludos a las chiquillas”.
Al cierre de esta nota, la imputada continúa en prisión preventiva y se acogió a su derecho a guardar silencio.
El perro familiar quedó temporalmente al cuidado de una familia de Coihueco.
Mientras tanto, en Concepción, los vecinos del condominio siguen dejando flores en la reja donde la tragedia comenzó. Nadie entiende del todo qué pasó entre esas paredes. Solo quedan las imágenes, los mensajes y una carta que, para muchos, suena más a condena que a despedida.