Factores como el sudor nocturno, la poca ventilación y la pereza de no hacer la cama todos los días influyen en que la higiene del descanso nocturno no sea tan placentero para las personas y generen un cultivo de bacterias en la cama.
Es así como Álvaro Fernández, farmacéutico español indicó que una persona a lo menos debe cambiar las sábanas de su cama una vez a la semana y durante el verano cada tres o cuatro días, para no generar alergias y problemas en la piel.
Dentro de los factores que el profesional identificó son el sudor nocturno, la falta de duchas que a veces se posponen y el no hacer la cama a diario, trayendo consecuencias graves para la salud personal, «si no lo haces con regularidad, estás durmiendo en una granja de bacterias», advirtió.
Por lo tanto, dentro de las recomendaciones que realizó el farmacéutico, fue que “lo ideal es cambiar las sábanas una vez a la semana, y cada diez días como máximo”.
Además, destaco que, durante el tiempo de verano, donde hay más calor, el cuerpo suda más durante la noche, conviene hacerlo con mayor frecuencia. “Durante el sueño, el cuerpo libera sudor, células muertas, grasa, restos de cremas, saliva, pelo y otros residuos corporales, acumulándose en la ropa de cama creando un ambiente perfecto para la proliferación de bacterias, hongos y ácaros del polvo.
Consecuencias
- Dormir sobre sábanas sucias no solo provoca mal olor. Empeorando alergias respiratorias como el asma, dermatitis o el acné.
- Aumenta el riesgo de infecciones cutáneas, respiratorias o incluso gastrointestinales.
- Causar picor de ojos y nariz.
Es por ello, que Fernández detalló que si, además del calor, hay ciertas circunstancias que hacen recomendable cambiar las sábanas más de una vez por semana. Por ejemplo: dormir desnudo, tener mascotas en la cama o haber estado enfermo recientemente, el haber tenido compañía en la cama, y no solo en sentido romántico.
En cuanto a las fundas de las sábanas si la persona sufre de acné o tiene la piel grasa, la persona debería realizar ese cambio con un máximo de tres días, ya que el rostro está en contacto directo con la tela y por un tiempo prolongado.
