
Desde la implementación del nuevo sentido unidireccional en Amunátegui y Desiderio García, numerosos vehículos han circulado en sentido contrario al tránsito por desconocer los cambios. Conductores afirman que la medida no fue socializada adecuadamente y califican la zona como un riesgo inminente, apuntando al municipio por falta de planificación y señalética clara que prevenga tragedias.
Ciudad del viento, la sal y el mar, pero hoy, también ciudad de bocinazos, frenazos de emergencia y giros prohibidos tomados casi por instinto. Desde el reciente cambio de sentido en las calles Amunátegui y Desiderio García —aprobado hace apenas una semana por el Concejo Municipal— el tránsito se ha convertido en un tablero de ajedrez sin reglas claras para miles de conductores que, literalmente, manejan a ciegas entre señales nuevas, costumbres antiguas y advertencias que nadie parece escuchar… hasta que sea demasiado tarde.
Porque basta pararse unos minutos en la intersección para presenciar la escena: vehículos descendiendo cuando ya no se puede, automóviles enfrentados de frente, conductores frenando a último minuto, motociclistas zigzagueando como quien esquiva obstáculos invisibles y peatones mirando el asfalto con ese presentimiento que sólo los que viven en ciudad entienden cuando algo no cuadra.
Y no es exageración. No es rumor. No es paranoia colectiva. Es realidad pura. Como relató un auditor esta mañana: “En cualquier momento va a ocurrir un accidente en este lugar.”
LAS SEÑALES ESTÁN, PERO EL PELIGRO TAMBIÉN
No girar. No doblar. No ingresar.
Tres señales distintas instaladas en una misma esquina que, lejos de orientar al conductor promedio, parecen un acertijo urbano difícil de descifrar en plena marcha.
El problema es evidente: donde por décadas se giró a la derecha para llegar a Zona Franca, hoy está estrictamente prohibido. Pero las costumbres pesan más que los carteles. El “equiqueño antiguo”, como lo describe una vecina, gira por inercia. La memoria del volante le gana al sentido nuevo.
El resultado: vehículos bajando contra el tránsito, subiendo por donde no corresponde y cruzándose de frente.
LOS CONCEJALES SEÑALADOS
La ciudadanía no habla en susurros: habla en reclamos.
— “¿Cómo van a aprobar un cambio así, en estas fechas, en plena zona concurrida?”
— “Que no nos culpen a los medios, ellos aprobaron.”
Las críticas no apuntan sólo a la medida, sino al momento, la señalética y la falta de difusión previa.
El cambio fue aprobado. Fue publicado.
Pero para muchos, no fue explicado.
TESTIGOS QUE HABLAN
Un vecino muestra su celular, graba, retrocede, avanza y prueba su punto:
— “Mire, mire. Ahí va otro. Y ahí otro más. Contra el tránsito.”
No es un caso aislado.
Son decenas cada hora.
La transmisión en vivo de radios locales retrata el fenómeno con crudeza: los inspectores no dan abasto, la señalética confunde más de lo que guía, y el riesgo no es una teoría… es cuestión de tiempo.
EL PELIGRO SILENCIOSO
Porque no hace falta un choque para que exista peligro.
Hace falta una distracción, un turista despistado, un taxista apurado.
Y el escenario está servido:
— vías en un solo sentido
— conductores con costumbres antiguas
— señalización insuficiente
— confusión colectiva
— tránsito obligado por rutas alternas
— congestión extendida
Un cóctel perfecto para el accidente que muchos ya anticipan como inevitable.
¿Y SI PASA?
Esa es la pregunta que inquieta.
No si pasará.
Cuándo pasará.
Los automovilistas lo dicen, los vecinos lo temen y los auditores lo repiten:
“En cualquier momento alguien va a chocar.”
¿QUÉ EXIGEN QUIENES MANEJAN TODOS LOS DÍAS?
— señalética más clara
— más difusión
— presencia permanente de inspectores
— revisión del cambio
— reconsiderar doble vía
— mayor planificación y consulta ciudadana
Porque no es capricho.
Es seguridad.
Es prevención.
Es evitar que la esquina que hoy es confusión, mañana sea portada por un accidente que pudo evitarse.
IQUIQUE ESTÁ ADVIRTIENDO
Mientras la Municipalidad defiende el cambio como una modernización de tránsito, los conductores lo viven como una maniobra urbana improvisada en el peor momento del año.
Las calles cambiaron.
La ciudad aún no.
Y el riesgo —silencioso pero presente— se multiplica cada minuto en Amunátegui y Desiderio García.
EPÍLOGO
No hay sirenas todavía.
No hay luces de ambulancia reflejadas en el pavimento.
No hay vidrios rotos ni defensas abolladas.
Pero hay algo más:
Advertencias.
Pruebas grabadas.
Testigos.
Y un consenso ciudadano:
Sin correcciones inmediatas, el accidente no será sorpresa… será consecuencia.







