
La boya DART instalada frente a Iquique, clave para detectar tsunamis en el Norte Grande, se hundió durante una fallida operación de refondeo realizada por la Armada en altamar. El equipo, evaluado en más de un millón de dólares, quedó inutilizado y será reemplazado, mientras una investigación analiza fallas técnicas como pérdida de flotabilidad y tensiones en los cables. Aunque el Sistema Nacional de Alerta de Maremotos sigue operativo por su red redundante, expertos advierten la importancia de este instrumento en una zona de alto riesgo sísmico, tal como lo han destacado reportajes de T13 sobre la necesidad de fortalecer la detección temprana.
Con el viento cortando como cuchillo y el cielo de un gris marino, en altamar frente a las costas iquiqueñas se libró una batalla silenciosa que pocos conocían pero que podría marcar la diferencia entre alarma y tragedia. Allí, en medio de olas que guardan secretos milenarios, un centinela tecnológico —una boya DART de más de un millón de dólares— desapareció en el fondo del océano durante una operación de reposicionamiento que debía reforzar el blindaje del Sistema Nacional de Alarma de Maremotos (SNAM).
Este no fue un simple desperfecto técnico: fue un momento de tensión, ciencia y riesgo humano mezclado con la crudeza del Pacífico, donde una pieza clave de la red de detección temprana de tsunamis se hundió justo en el momento en que debía asegurar la costa de Iquique y Arica. En un país que vive bajo el filo permanente de sismos y tsunamis, lo ocurrido abrió un debate entre expertos, marinos y autoridades sobre vulnerabilidad, redundancia y el valor de cada segundo de anticipación frente al mar.
CENTINELAS DEL OCÉANO: QUÉ SON Y POR QUÉ IMPORTAN
Las boyas DART (Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis) son mucho más que simples balizas flotantes en alta mar: son los ojos y oídos que permiten detectar variaciones mínimas en el nivel del mar que anticipan la llegada de un tsunami. Cada sistema combina un sensor de presión en el fondo marino —a varios miles de metros de profundidad— con una boya en la superficie que retransmite datos en tiempo real a centros de alerta como el SHOA y el Centro Sismológico Nacional, en coordinación con organismos internacionales como la NOAA.
Chile mantiene una red estratégica de estas boyas frente a Iquique, Mejillones, Caldera, Pichidangui y Constitución, ubicadas a alrededor de 200 kilómetros de la costa, y todas constituyen una pieza esencial del Sistema Nacional de Alarma de Maremotos (SNAM).
Estos equipos no solo detectan tsunamis, sino que permiten cuantificar la altura y velocidad de las olas en el océano profundo, datos que —fusionados con estaciones costeras— ayudan a generar modelos de comportamiento del tsunami y avisar con mayor precisión a la población.

LA MISIÓN FALLIDA: UN REFUNDEO QUE SALIÓ MAL
A bordo del patrullero OPV Otyer, especialistas de la Armada y técnicos del SHOA se internaron días atrás en la Zona Económica Exclusiva de Chile, casi 400 kilómetros mar adentro desde Iquique, con el objetivo de instalar y fijar una boya DART que había sufrido daño o extravío de su sitio original. El operativo, descrito como meticuloso y peligroso, implicaba coordinar maniobras en altura, cables de miles de metros, estructuras de hormigón de varias toneladas y la intervención directa de buzos en un océano caprichoso y hostil.
Durante horas en la madrugada y la mañana, el equipo trabajó con precisión casi quirúrgica: las líneas de amarre se tendían, los pasadores se ajustaban, el buzo Felipe Araya logró fijar la estructura a la cadena principal —todo mientras la marea marcaba un ritmo inquietante— hasta que, en un momento de tensión máxima, algo falló.
La boya —que recién había sido colocada y puesta en funcionamiento con comunicaciones establecidas con Valparaíso— comenzó a moverse de manera anómala y se hundió en cuestión de segundos, desapareciendo ante los ojos de toda la tripulación. El reloj marcaba un fracaso parcial que podría haberse traducido en una vulnerabilidad temporal para la costa norte del país.
HIPÓTESIS EN ANÁLISIS: ENTRE FALLAS TÉCNICAS Y TENSIONES OCULTAS
Según fuentes oficiales y documentos técnicos, la pérdida del instrumento está siendo examinada en una investigación sumaria administrativa que considera variables como pérdida de flotabilidad, tensiones anómalas en el cable de amarre o torsiones generadas durante el despliegue.
Este tipo de incidentes no es aislado: reportes nacionales han mostrado que las boyas DART a veces han presentado fallas operativas o interrupciones de datos, lo que en algunos periodos dejó a la Red sin información continua, aunque siempre dentro de una cobertura redundante del sistema.
El valor de recuperación y reparación de estas boyas puede superar los 2.600 millones de pesos, considerando tanto el costo de adquisición como las múltiples intervenciones para mantenerlas operativas tras desperfectos, daños por fauna marina o incluso vandalismo por terceros.
IQUIQUE QUEDA SIN DART… ¿Y AHORA QUÉ?
La realidad es contundente: la boya en el sector de Iquique —zona de alta actividad sísmica— quedó temporalmente fuera de servicio. Esta falla llega en un contexto en el que científicos han señalado que el Norte Grande presenta una acumulación considerable de energía tectónica que podría desencadenar un sismo de gran magnitud, capaz de generar un tsunami devastador si las condiciones se alinean.
Sin embargo, las autoridades han sido enfáticas: el Sistema Nacional de Alarma de Maremotos sigue operativo al 100%, gracias a la redundancia de instrumentos, estaciones costeras y redes de monitoreo que permiten seguir alertando a la población en caso de emergencias.
Además, desde el SHOA y la Armada han informado que están habilitando la instalación de una nueva boya para reemplazar la perdida, conscientes de que cada minuto de anticipación puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de familias en la franja costera.
MÁS ALLÁ DE IQUIQUE: UN SISTEMA QUE SE REINVENTA
Pese a la pérdida del centinela marítimo, los técnicos y científicos trabajan en fortalecer aún más el sistema de alerta. Las mejoras tecnológicas —como las boyas DART de última generación 4G— prometen una detección más rápida, transmisión de datos más robusta y discriminación más precisa entre señales de tsunami y ruido oceánico.
En tiempos donde la historia sísmica de Chile ha demostrado que no hay descanso seguro, cada boya, cada sensor y cada reporte en tiempo real cuenta. Y aunque la boya DART frente a Iquique se haya hundido, el compromiso de mantener vivo el ojo vigilante del océano permanece firme, como un recordatorio de que el mar puede dormir, pero nunca deja de moverse.
Revisa el reportaje completo de T13 aquí:







