
Crónica desde el altiplano chileno, donde la migración, el contrabando y el abandono estatal transformaron una comuna en el termómetro político del norte.
Colchane, Región de Tarapacá.
A 3.800 metros sobre el nivel del mar, el aire es más delgado. También lo es la paciencia.
En Colchane, la frontera norte de Chile no es una línea en el mapa. Es una rutina diaria marcada por luces que cruzan los cerros de noche, pasos que no parecen huellas de animales y un silencio que no siempre es tranquilidad.
Aquí, si la elección presidencial dependiera solo de este territorio, los resultados ya habrían sido inapelables. En la última primera vuelta, Franco Parisi alcanzó el 57,3% de los votos, convirtiéndose en el candidato más votado de esta comuna fronteriza.
El fenómeno fue descrito como una radiografía social por El Mercurio y analizado en profundidad por Revista Sábado, que situaron a Colchane como uno de los epicentros del descontento político en la macrozona norte.
El voto que nace del miedo
Para entender ese porcentaje no basta mirar las urnas. Hay que mirar los cerros.
Los habitantes de Colchane conviven desde hace años con el flujo irregular de migrantes, el contrabando histórico y las redes de narcotráfico que atraviesan el territorio. No es un fenómeno nuevo, pero sí se hizo más visible desde 2021.
Estimaciones de organismos internacionales, citadas por El Mercurio, indican que más de 100 mil personas habrían ingresado o intentado ingresar a Chile por este paso entre 2021 y 2025.
En la práctica, eso se traduce en noches sin dormir, casas reforzadas con madera, perros que ladran hasta el amanecer y familias que prefieren no salir después de que cae el sol.
“Antes podíamos dejar las puertas sin llave. Hoy no”, repiten vecinos.
Una frontera que parece un campo de guerra
A menos de un kilómetro del pueblo, una zanja de casi tres metros de profundidad y más de 100 metros de largo corta la tierra. Fue construida como medida de control, pero los pobladores la describen, irónicamente, como una “línea simbólica”.
Basura esparcida, ropa abandonada, mochilas desgarradas y restos de pasos improvisados forman parte del paisaje diario.
Revista Sábado describió esta escena como “una frontera que no duerme, pero tampoco es plenamente vigilada”.
Los controles existen. Carabineros y personal militar permanecen en casetas 24/7. Pero los propios vecinos señalan que los pasos clandestinos no desaparecen: se multiplican.
Vidas quebradas y pueblos vacíos
Colchane no solo enfrenta inseguridad. Enfrenta vacío.
Muchos jóvenes han emigrado. Las casas quedan en manos de adultos mayores. En pueblos cercanos, hay viviendas cerradas durante meses. En otros casos, solo una persona permanece.
En abril de 2025, el homicidio de una mujer aimara de 85 años, ocurrido en esta zona, marcó un antes y un después. El caso generó conmoción local y fue consignado por la prensa nacional, incluyendo El Mercurio, como reflejo del nivel de vulnerabilidad de la zona.
Las mujeres de la comunidad denuncian robos recurrentes de:
- Balones de gas
- Alimentos
- Animales de crianza
El temor no es mediático. Es doméstico. Es cotidiano.
El contrabando: el silencio que nadie quiso romper
Los propios habitantes reconocen que el contrabando no nació con la crisis migratoria. Lleva décadas.
Camiones cargados, pasos alternativos, redes informales de comercio existen en la zona desde hace más de 40 años, como han documentado múltiples reportajes de Revista Sábado.
La diferencia, aseguran, es que antes ese mundo era “silencioso”. Hoy, está desbordado.
El discurso que encontró terreno fértil
En ese contexto, las propuestas de mano dura encontraron eco.
Los pobladores recuerdan las visitas de candidatos que prometieron:
- Fronteras más cerradas
- Medidas excepcionales de seguridad
- Control real del paso irregular
El discurso de Franco Parisi caló hondo en la zona por su tono directo y sus propuestas radicales, según destacó El Mercurio en su cobertura electoral.
No fue un voto ideológico. Fue un voto de agotamiento.
La noche en la frontera
Al caer el sol, el paisaje cambia.
El volcán Isluga se pierde en la oscuridad. Las luces no vienen de los postes. Vienen de los cerros. Puede ser un vehículo. Puede ser una linterna. Puede ser nada. O puede ser todo.
Personal de las Fuerzas Armadas admite que el trabajo más complejo comienza de noche. Patrullajes, desvíos, vigilancia irregular.
Colchane se transforma entonces en lo que muchos llaman: territorio hostil.
Lo que revelan los medios nacionales
Tanto El Mercurio como Revista Sábado han coincidido en una idea central:
Colchane no es solo un problema fronterizo. Es un síntoma.
Un síntoma de:
- Centralismo
- Falta de políticas territoriales efectivas
- Desconexión histórica con las comunidades altiplánicas
Una comuna que no pide discursos, pide presencia
Los vecinos no piden promesas. Piden presencia real del Estado. No solo militares. No solo zanjas.
Piden caminos.
Piden salud.
Piden seguridad real.
Colchane no quiere ser famosa por porcentajes electorales. Quiere volver a ser un pueblo donde se pueda dormir con las ventanas abiertas.







