
El ministro de Seguridad, Luis Cordero, reveló la mayor traba del Gobierno para expulsar migrantes irregulares: Venezuela no permite el aterrizaje de vuelos desde Chile. Mientras el debate político se enciende, las cifras inquietan —el 15% de los reclusos en el país son extranjeros— y el drama fronterizo se vuelve una bomba de tiempo.
LA TRAGEDIA DEL CIELO CERRADO: CHILE SIN DESTINO PARA SUS EXPULSIONES
En una entrevista que remeció la agenda pública, el ministro de Seguridad Pública, Luis Cordero, destapó una verdad incómoda: “No hay avión que aterrice en Venezuela para estos efectos”.
La frase, lanzada con tono de resignación en Radio Cooperativa, dejó al descubierto un vacío diplomático que, según el propio secretario de Estado, impide ejecutar cientos de expulsiones de migrantes irregulares, especialmente de origen venezolano.
Mientras Colombia, Perú y Ecuador colaboran sin mayores trabas, el caso de Venezuela se ha transformado en un callejón sin salida.
“Cuando tenemos que expulsar a esos países, no hay inconveniente. Pero con Venezuela… es imposible”, admitió Cordero, dejando entrever la frustración de un Estado que, pese a las órdenes judiciales y las políticas migratorias endurecidas, no puede concretar el regreso de quienes deben abandonar el país.
AVIONES LISTOS, PERO SIN DESTINO
Chile dispone de tres vías para ejecutar expulsiones: vuelos comerciales, operativos de la Fuerza Aérea (FACH) o el arriendo de charters especiales. Sin embargo, todas estas rutas terminan chocando con la misma muralla diplomática: ningún avión con destino a Caracas puede aterrizar para entregar a los expulsados.
“Tenemos un problema severo con Venezuela”, reiteró el ministro. “Las expulsiones se realizan regularmente a distintos países de la región, pero no hay forma de hacerlo con ellos”.
En los hangares de la FACH, los planes de vuelo se archivan, los pasajes quedan inutilizados y las carpetas con nombres y antecedentes se acumulan.
El resultado: una lista creciente de migrantes con orden de expulsión que siguen en territorio nacional, muchos de ellos involucrados en delitos de alta complejidad.
LAS CIFRAS QUE PREOCUPAN: 15% DE LOS RECLUSOS SON EXTRANJEROS
El diagnóstico de Cordero no deja espacio para matices.
De acuerdo con sus palabras, entre el 14% y 15% de las personas privadas de libertad en Chile son extranjeras, y el mayor porcentaje pertenece a ciudadanos venezolanos. Les siguen colombianos y bolivianos.
“En los delitos más complejos tenemos sujetos vinculados a esa nacionalidad”, afirmó con crudeza el titular de Seguridad.
El escenario preocupa tanto en La Moneda como en las regiones del norte, donde las fronteras porosas han sido el epicentro de la crisis migratoria.
Carabineros y las Fuerzas Armadas patrullan los límites del país, pero —como reconoció el propio ministro— “no hay forma de abordar la frontera sin cooperación con el país vecino”.
DEBATE ENCENDIDO: CIERRE DE FRONTERAS Y PROPUESTAS POLÍTICAS
Las declaraciones del ministro surgen en medio de la controversia generada por José Antonio Kast, quien propuso que los migrantes expulsados debieran pagar su propio pasaje de regreso.
La respuesta de Cordero fue inmediata y con tintes de advertencia: “Esto depende de quién los va a recibir. No se trata solo de dinero, sino de diplomacia y acuerdos bilaterales”.
A la par, otros sectores políticos han sugerido el cierre total de fronteras, medida que el ministro calificó de inviable. “Las experiencias de cierres de frontera son acuerdos entre los países. No hay manera de hacerlo de forma unilateral”, enfatizó, recordando los efectos de la pandemia y los desafíos del crimen organizado transnacional.
UN PROBLEMA SIN ATERRIZAJE
Mientras los discursos se cruzan y los números crecen, Chile enfrenta una encrucijada sin precedente: un sistema que ordena expulsar, pero que no tiene dónde enviar.
Los vuelos están listos, las órdenes firmadas, pero Venezuela no abre su cielo.
El ministro Cordero, entre la prudencia técnica y la presión política, lo resumió con una frase que ya resuena como símbolo de impotencia estatal:
“Podemos expulsar a muchos… pero a Venezuela, no hay avión que aterrice.”
Y en esa frase, entre los cielos cerrados y las fronteras tensionadas, se resume uno de los dilemas más complejos del Chile contemporáneo: un país que busca orden, pero tropieza con el muro invisible de la geopolítica.







