ADIÓS CON DIGNIDAD: URUGUAY APRUEBA LA EUTANASIA Y MARCA UN HITO EN AMÉRICA LATINA

Después de más de diez horas de debate, lágrimas en los pasillos del Senado y un tenso silencio que antecedió al voto final, Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en aprobar por ley la eutanasia, dando paso a la llamada Ley de Muerte Digna, un texto que marca un antes y un después en la región en materia de derechos humanos y libertades individuales.
En la sala, la mezcla de emociones fue palpable: algunos legisladores se abrazaban mientras otros, con el rostro desencajado, lamentaban lo que consideran una “rendición ante la muerte”. Desde las galerías, el grito aislado de “¡asesinos!” rompió el protocolo justo cuando el tablero del Senado marcó 20 votos a favor y 11 en contra.
Un país que volvió a desafiar los límites
La norma aprobada no tomó por sorpresa a nadie que conozca la historia de Uruguay. El país sudamericano, pequeño en territorio pero inmenso en transformaciones sociales, ya había sido pionero en despenalizar el aborto, aprobar el matrimonio igualitario y regular el cannabis. Ahora suma a su lista una ley que garantiza a las personas el derecho a decidir cómo y cuándo morir, bajo condiciones estrictamente controladas.
El proyecto establece que todo mayor de edad, ciudadano o residente habitual en Uruguay, con plena capacidad mental y que padezca una enfermedad incurable, irreversible o que provoque sufrimientos insoportables, podrá solicitar la eutanasia, es decir, que un profesional médico le ayude a poner fin a su vida de manera asistida y digna.
El procedimiento será considerado una muerte natural, y sólo podrá realizarse tras un largo proceso médico y legal que incluye evaluaciones, consentimiento escrito y la posibilidad de arrepentirse en cualquier momento.
La ruta legal hacia la muerte asistida
La llamada “Muerte Digna” comenzó a debatirse en 2020, impulsada por el senador colorado Ope Pasquet, quien definió la iniciativa como “una ley necesaria, liberal y profundamente humana”. Cuatro años después, el país selló esa idea con una votación histórica.
En el hemiciclo, el senador del Frente Amplio Daniel Borbonet defendió el proyecto con palabras que conmovieron incluso a sus adversarios:
“No es una imposición. Es un derecho a decidir. Morir con dignidad no puede ser un delito”.
Con la aprobación del Senado, Uruguay se une al reducido grupo de naciones que permiten la eutanasia por ley: Canadá, España, Países Bajos y Nueva Zelanda. En América Latina, hasta ahora solo Colombia y Ecuador la habían despenalizado, pero no legislado formalmente.
Apoyos, resistencias y un cambio de paradigma
El 62% de los uruguayos se declaró a favor de la ley, según una encuesta de la consultora Cifra. Sin embargo, la Iglesia Católica expresó su “profunda tristeza” y advirtió que el país “ha confundido la compasión con la renuncia a cuidar”. Organizaciones médicas, por su parte, pidieron cautela en la reglamentación y enfatizaron que el proceso debe resguardar la ética y la voluntad tanto del paciente como del profesional.
Entre los ciudadanos, la historia de Florencia Salgueiro se convirtió en símbolo del debate. Su padre, enfermo de ELA, murió en 2024 sin poder acceder legalmente a una eutanasia. “Mi papá pedía libertad, no muerte. Y eso es lo que esta ley finalmente reconoce”, declaró entre lágrimas a medios locales.
Una revolución silenciosa
Uruguay vuelve a mostrar al continente que los debates más complejos pueden resolverse con respeto, racionalidad y empatía. Lo que comenzó como un proyecto marginal se transformó, con el tiempo, en una causa nacional.
Mientras el reloj marcaba las 22:15 y el Senado sellaba la votación final, la sensación en Montevideo era de historia viva. Una ley que toca lo más profundo de la existencia humana acababa de ser aprobada en nombre de la dignidad.
Uruguay, una vez más, encendió una luz en medio de un debate que divide al mundo: el derecho a decidir cuándo decir adiós.