
Han pasado 18 días desde que el Concejo Municipal de Iquique aprobó —por tercera vez— un contrato de casi $60 millones para pintar el terminal rodoviario, con un plazo de 35 días corridos para ejecutar y finalizar los trabajos, pero hasta la fecha no se ha movido una sola brocha.
El terminal de buses, que debería ser la puerta de entrada y salida de una ciudad turística como Iquique, sigue en estado deplorable: basura acumulada, pisos dañados, muros rayados, mal olor, comercio informal y personas durmiendo en los pasillos y andenes. A simple vista, nada ha cambiado, y el abandono municipal se hace evidente en cada rincón.


La empresa Constructora Renacer Group Ltda., adjudicataria de la licitación, aún no inicia las obras, pese a que el plazo legal ya está corriendo. Usuarios y vecinos denuncian que el lugar no da abasto con la cantidad de pasajeros, y que la falta de mantenimiento y limpieza convierte el recinto en un foco de inseguridad e insalubridad.
“Este terminal es la vergüenza de Iquique. Es la peor cara de la ciudad y el más feo de Chile”, lamentan pasajeros frecuentes, quienes afirman que ni la pintura podrá ocultar el deterioro estructural y la suciedad permanente.


La aprobación del proyecto, recordada por su acalorada discusión en el concejo, buscaba ser una “solución rápida” mientras se concretaba un plan de renovación total. Sin embargo, el retraso en el inicio de faenas y la nula fiscalización municipal dejan en evidencia una falta de gestión y compromiso con un espacio clave para residentes y turistas.
Mientras el reloj sigue corriendo y el terminal continúa sumido en la mugre y el caos, crece la sensación de que los $60 millones aprobados para mejorar su imagen podrían transformarse en otra promesa incumplida del municipio de Iquique.







