HOY SE CUMPLEN 101 AÑOS DE LA MASACRE EN LA EX OFICINA SAN GREGORIO
En la Oficina Salitrera San Gregorio, ubicada al interior de Antofagasta, se produjo una de las matanzas obreras más trágicas de nuestra historia.
En dicho lugar, el 3 de febrero de 1921 se asesinó en masa a más de 50 obreros. Las causas fueron la crisis del salitre, el cierre de la oficina y el no pago de lo que hoy conocemos como finiquito (o indemnización) por años de servicio, todo esto enmarcado en los años 20 del siglo pasado, tiempos en los que ser minero en Chile era casi una sentencia de muerte.
UN POCO DE HISTORIA
Al iniciarse en 1914 la primera guerra mundial, la industria salitrera experimentó una grave crisis. Los buques que exportaban el salitre pertenecían a los países beligerantes, en consecuencia, se produjo una falta de transporte. Además, Alemania, el mayor consumidor de nuestro nitrato natural, sufría el bloqueo marítimo y terrestre que le impusieron los aliados. Sin embargo, las exportaciones subieron bruscamente en 1916-1917 al emplearse el salitre en la fabricación de explosivos, lo que provocó un alza de su precio.
Al terminar el conflicto y advenir la paz, era inevitable que el consumo de salitre disminuyera. Por otra parte, se había creído que la guerra duraría varios años más y los compradores europeos habían acumulado grandes reservas, formándose, especialmente en Inglaterra, stocks de especulación. Otros factores como la desvalorización monetaria que sufrían algunos países compradores; la baja espectacular del precio del algodón norteamericano y la crisis de esa industria (que era una gran consumidora de nuestro salitre), y la competencia del salitre sintético que, gracias a la política proteccionista que adoptó Alemania marginó del mercado centroeuropeo a nuestro salitre natural, hicieron que la crisis salitrera de 1921-1922 fuese inevitable y tan grave que “de las 134 oficinas salitreras que funcionaban entonces, 91 paralizaron sus actividades”.
La crisis ya era vaticinada por la prensa antofagastina en 1920. La situación se vio agravada por la brusca caída de la demanda de cobre, cuya producción había aumentado desde que comenzara a explotarse Chuquicamata en 1915. Antofagasta se estaba convirtiendo en una ciudad de cesantes. En las oficinas salitreras que seguían trabajando los empresarios recurrían a los despidos y rebajas de salarios, sumándose a estas prácticas la negativa a pagar desahucio a los trabajadores despedidos. Luis Emilio Recabarren y otros dirigentes de la Federación Obrera de Chile (Foch) recorrían la pampa organizando a los trabajadores, predicando la resistencia y el no abandono de las oficinas mientras no se pagara el desahucio.
LOS HECHOS
La firma Gibbs y Cía. avisó, a mediados de enero de 1921, al “gringo” Daniel Jones López (en realidad chileno) administrador de la Oficina San Gregorio del cantón de Aguas Blancas, que su paralización se cumpliría en los primeros días de febrero. Mr. Jones dio el correspondiente aviso a los trabajadores, los que exigieron el pago del desahucio. Esto a juicio de los empresarios era improcedente, tanto legal como moralmente, pues habían dado con quince días de anticipación el aviso de despido. El intendente de la provincia, Luciano Hiriart Corvalán, comunicó a fines de enero al presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, esta situación. Alessandri respondió “recomendando” emplear las “fuerzas morales del razonamiento y convicción” y que “si la resistencia obrera a abandonar oficinas salitreras continúa, procure ir personalmente” a explicar que los salitreros y el Fisco no tienen plata para continuar la producción de salitre. Era una simple “recomendación” y no una “orden precisa”, cosa que hace notar el historiador Ricardo Donoso(2), dejando así que “los militares hiciesen la subida a la pampa por su cuenta, sin control de una autoridad civil”. Para mantener el orden, a fines de enero el intendente Hiriart había mandado a establecerse en San Gregorio a un grupo de cinco carabineros mandados por el teniente Lisandro Gainza. Como la tensión continuaba, decidió reforzarlo con un pelotón de veinte soldados al mando del teniente Buenaventura Argandoña Iglesias, del Regimiento Esmeralda de Antofagasta que llegó a San Gregorio el 3 de febrero. A las 5 de la madrugada, el teniente acompañado de su tropa recorrió el campamento anunciando que a las 7 un tren los conduciría a Antofagasta. Esto encontró tenaz oposición de Luis Alberto Ramos Bustamante, miembro del subconsejo de la Foch en San Gregorio; el tren partió con pocos pasajeros.
A las 13:30 partió otro tren con las familias de algunos empleados. A las 15 horas comenzaron a llegar grupos de obreros “portando banderas rojas y cantando canciones socialistas” -como se lee en el copiador de sentencias criminales de la Corte de Apelaciones de Iquique- procedentes de distintas oficinas del cantón (como La Valparaíso, Eugenia, Marusia, Pepita, etc.), para prestar ayuda a sus compañeros. “Todos conocían el significado de tropas militares en las oficinas salitreras, cuando se discutían los pliegos de peticiones o había vientos de huelga”(3). Según declaración judicial del teniente Gainza, Argandoña había calculado 2.300 obreros. Estas columnas se reunieron en la plaza donde se realizó una concentración para escuchar a los dirigentes, que reclamaron la cancelación del desahucio y reafirmaron la decisión de no abandonar la Oficina mientras la casa Gibbs no se comprometiera a pagar.
Alrededor de las 5 de la tarde una abigarrada columna encabezada por los dirigentes de la huelga, seguidos por las mujeres, los niños y, por último los trabajadores, se dirigió a la administración.
Los dirigentes pidieron hablar con Mr. Jones para entregarle un petitorio. El administrador se hizo acompañar por los tenientes Argandoña y Gainza. Como los manifestantes seguían avanzando, Argandoña les ordenó no atravesar la línea férrea que cruzaba el lugar, lo que no fue acatado. Los manifestantes formaron, luego, un semicírculo para entrevistarse con Mr. Jones. El obrero Casimiro Díaz, miembro de la comisión negociadora, levantando su libreta reclamó la cancelación del desahucio. Mr. Jones le expresó que aceptaba pagarlo, pero no en la Oficina sino en Antofagasta. La reacción de los obreros fue rechazar esta oferta. En ese instante comenzaron los disturbios, precisamente cuando “Alejandro Fray Douglas, gerente y representante de la empresa Gibbs miraba las alternativas del conflicto oculto en la Oficina Valparaíso, a 4,5 Kms de San Gregorio. En lugar de tomar medidas para resolver la situación, le fue más fácil coger el teléfono para informar al intendente de la provincia que la violencia había estallado”(4).
De acuerdo a la declaración que hiciera posteriormente el sargento 2° Juan Reyes, el teniente Argandoña dio la orden de disparar, desbandándose los manifestantes hacía el campamento. Pero los más audaces enfrentaron a la tropa. Argandoña fue levemente herido en la mano izquierda y se refugió en la oficina de contabilidad, disparando desde una de las ventanas. “Disparó su revólver cuatro veces contra los insubordinados”, según manifestó a El Mercurio el 10 de agosto de 1921 otro de los testigos. Los ánimos de los obreros se enardecieron al ver caer a sus compañeros y, tras derribar la puerta de la oficina de contabilidad, se abalanzaron sobre Argandoña y lo sacaron a la fuerza, ultimándolo frente a la pulpería. La causa precisa y necesaria de la muerte, según el informe del médico legista, fueron “las lesiones traumáticas, dada su naturaleza y situación, recibidas después de las heridas a bala”. Estos traumatismos seguramente fueron causados -según declaración del testigo Ramón Payne- “por un hombre alto, de traje blanco y como de 40 años, (quien) le daba golpes con todas sus fuerzas con una barreta de fierro, cayendo entonces el teniente asesinado”.
El teniente de Carabineros Lisandro Gainza, cuya conducta fue posteriormente motivo de críticas, “tomó su caballo y huyó desesperado por la pampa”(5). El administrador Jones, que había huido hacia el campamento, fue reducido por los obreros recibiendo numerosos golpes y cuatro heridas con instrumentos punzantes y cortantes, algunas muy graves, que le afectaron un pulmón y le provocaron una intensa hemorragia.
Vicuña Fuentes expresa que “en San Gregorio los dragones y carabineros al mando del cabo (Luis Alberto) Faúndez se defendieron heroicamente de la poblada que los tenía sitiados. La superioridad de las armas y las paredes del cuartel los ponían a cubierto de una sorpresa violenta, pero su situación era crítica y aprovechando la noche se retiraron a caballo a una poblada vecina”(5). (Cabe señalar que, en verdad, estaban comandados por el sargento Juan Reyes. El cabo Faúndez fue una de las dos únicas víctimas que tuvieron que lamentar en esa huida los uniformados).
Después de horas de persecución los obreros se convencieron de la imposibilidad de su intento y decidieron volver al campamento, por lo que los fugitivos pudieron llegar sin problemas a las 9 de la mañana del 4 de febrero a Laguna Seca, donde supieron que el mayor Rodríguez se dirigía con refuerzos a San Gregorio. ¿Qué había pasado entretanto en el campamento? Abandonada la Oficina por los soldados y carabineros, los obreros dirigidos por Luis A. Ramos se encargaron de restablecer el orden, se hicieron cargo de la farmacia y la pulpería, con el objeto de distribuir medicinas y alimentos. Como no encontraron al médico Rodolfo Barrow que atendía la Oficina, el practicante Pedro Rivas se dedicó a curar a los heridos. Al comprobar lo mal herido que estaba el administrador, le puso inyecciones de cafeína con aceite alcaforado. A las cuatro de la mañana llegó el doctor Barrow, quien verificó que el pulso de Jones era cada vez más lento. Un grupo de dirigentes llevó al administrador un papel en que se decía que al solicitarle los obreros el desahucio, Argandoña les había disparado, el que fue firmado por Jones junto con una misiva al jefe de las fuerzas que vendrían de Antofagasta en que se le pedía abstenerse de hacer uso de las armas contra los obreros. Antes de las 9 de la mañana los trabajadores de las otras oficinas regresaron a sus hogares, por lo que cuando llegaron los primeros refuerzos, a cargo del teniente Cristi, sólo encontraron a los pobladores de la Oficina San Gregorio.