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DERRAME DE ACEITE DE SOYA CONTAMINA BOFEDAL Y CURSO DE AGUA EN ZONA PROTEGIDA DEL LAGO CHUNGARÁ

El volcamiento de un camión en el km 179 de la Ruta 11-Ch provocó el derrame de aceite de soya que alcanzó un curso de agua y un bofedal cercano al lago Chungará, dentro de una zona protegida. Bomberos de Putre trabajaron en la contención mientras se evalúa el impacto ambiental y las responsabilidades.

La noche del 19 de noviembre de 2025 no fue una más en la altiplanicie. En la Ruta 11-Ch, donde el viento suele ser el único narrador de historias, un estruendo quebró el paisaje a la altura del km 179, cerca de Putre. Un camión de carga, deslizándose como bestia descontrolada en la penumbra, terminó volcado sobre el asfalto frío. De su estructura rota comenzó a brotar un líquido espeso, dorado, un brillo que en cualquier supermercado pasa inadvertido, pero que en la altura se transformó en una amenaza: aceite de soya.

Lo que siguió fue una escena que ningún viajero imagina al recorrer el camino rumbo a la frontera: el aceite descendiendo en pequeños ríos, alcanzando primero la tierra húmeda, luego el curso de agua cercano y, finalmente, infiltrándose en el bofedal que alimenta la vida del sector del lago Chungará, una de las zonas protegidas más frágiles de todo Chile.

La alta puna quedó impregnada de un aroma que no le pertenece.

LAS HORAS CRÍTICAS: BOMBEROS CONTRA EL TIEMPO Y LA ALTURA

Minutos después del accidente, el silencio de la cordillera fue interrumpido por sirenas que parecían luchar contra la falta de oxígeno. Bomberos de Putre subieron por la estrecha ruta con lo indispensable: luz, absorbentes y una urgencia que no admite demora cuando el enemigo es un derrame en territorio protegido.

Las escenas, según testigos, parecían una postal surrealista: linternas moviéndose como luciérnagas, trajes anaranjados reflejados en charcos brillantes, y al fondo, siempre imperturbable, el volcán Parinacota mirando cómo humanos y naturaleza libraban una batalla desigual.

Los voluntarios intentaron contener el avance oleoso, levantar barreras improvisadas y evitar que el producto siguiera su camino hacia las venas de agua que dan vida al ecosistema. Pero ya había daño. Y no poco.

UN GOLPE A UN SANTUARIO DE VIDA

El bofedal que se vio afectado no es un charco cualquiera: es una fábrica natural de biodiversidad, hogar del tagua gigante, flamingos que parecen pinceladas rosadas sobre la tierra oscura, vicuñas desconfiadas que vigilan cada paso, y cientos de microorganismos que sostienen una cadena ecológica tan compleja como silenciosa.

El aceite de soya, aunque de origen vegetal, no es inocuo cuando invade un hábitat de estas características. Se adhiere a plumas, hojas, raíces. Dificulta la oxigenación del agua. Afecta la alimentación de especies que dependen del bofedal para sobrevivir. Un litro derramado ya es problema; los cientos que cayeron anoche se transforman en una herida difícil de cerrar.

LAS AUTORIDADES Y LA SOMBRA DE UNA INVESTIGACIÓN MAYOR

Aunque en esta madrugada solo se vieron a los Bomberos luchando cuerpo a cuerpo contra la contaminación, lo que viene es más complejo. En episodios similares, la Brigada de Delitos Ambientales (Bidema) de la PDI ha encabezado investigaciones para determinar responsabilidades y exigir planes de reparación.

Y todo indica que este caso seguirá ese camino.

Entre las preguntas clave que la autoridad ambiental buscará responder están:

  • ¿El camión cumplía con las normas de transporte de carga peligrosa?
  • ¿Existió conducción negligente?
  • ¿Cuántos litros se derramaron realmente?
  • ¿Qué medidas de contención inmediata se aplicaron?
  • ¿Cuál es el daño total sobre el bofedal y su regeneración natural?

Hoy, el ecosistema de Chungará es más vulnerable que ayer, y la investigación deberá establecer no solo culpas, sino también cómo reparar lo que la noche del 19 arrancó sin aviso.

UN RECUERDO AMARGO EN LA ALTURA

Al amanecer, cuando los primeros rayos hicieron brillar los restos del derrame, la escena era un recordatorio crudo: incluso en los lugares donde todo parece intacto, un segundo basta para dejar cicatrices profundas.

En el corazón de una de las zonas más emblemáticas del altiplano, el lago Chungará amaneció con una mancha que nadie quería ver.

Y mientras las aves intentan esquivar los charcos contaminados y la brisa fría vuelve a adueñarse del silencio, queda claro que la naturaleza puede perdonar muchas cosas… pero no siempre olvida.

Belén Pavez G., Periodista y Locutora. Licenciada en Comunicación Social. Productora general y Directora de prensa en Vilas Radio. Música y Cat lover.

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