ISRAEL Y HAMÁS SELLAN LA PAZ ENTRE RUINAS: EL ACUERDO QUE PONE FIN A DOS AÑOS DE GUERRA Y 67 MIL MUERTES EN GAZA

Entre la desconfianza, el cansancio y el dolor, Israel y Hamás firmaron este jueves en Egipto el esperado acuerdo de paz que podría cerrar uno de los capítulos más sangrientos de Medio Oriente. El plan, impulsado por Donald Trump, contempla el cese total del fuego, la liberación de rehenes israelíes —vivos y muertos—, y la excarcelación de miles de prisioneros palestinos. Sin embargo, el mundo observa con cautela: aún nada está garantizado.
Un respiro tras dos años de horror
El aire en Gaza era espeso, cargado de polvo, humo y esperanza. Mientras las bombas aún caían en algunos sectores, la noticia se expandía por los altavoces, los teléfonos y las redes: había paz.
En Sharm el Sheij, Egipto, diplomáticos, mediadores y militares estampaban sus firmas en el documento que promete detener una guerra que ha dejado más de 67 mil palestinos muertos y miles de israelíes desplazados desde aquel 7 de octubre de 2023, cuando Hamás irrumpió en ciudades israelíes desatando una ola de represalias que incendió todo Oriente Medio.
El acuerdo, descrito como “la primera fase de la paz duradera”, llega tras meses de negociaciones secretas con mediación de Egipto, Qatar, Turquía y Estados Unidos. Donald Trump, autodenominado “arquitecto del nuevo orden”, celebró el pacto como “el comienzo de una era de estabilidad en la región”.
El pacto que divide al mundo
Según el plan de Washington, Israel se compromete a retirar parte de sus tropas de la Franja de Gaza, detener los bombardeos y permitir la entrada de ayuda humanitaria.
Por su parte, Hamás deberá liberar a los 48 rehenes israelíes —unos 20 aún con vida—, además de entregar los cuerpos de los cautivos fallecidos. A cambio, Israel liberará a 250 prisioneros palestinos condenados a cadena perpetua y a más de 1.700 gazatíes detenidos durante la guerra.
Los rehenes vivos serían liberados entre domingo y lunes, bajo la supervisión de la Cruz Roja Internacional, que los entregará a las tropas israelíes dentro del territorio de Gaza. Los cuerpos, en tanto, serán trasladados con estrictos protocolos de identificación militar y religiosa.
Sin embargo, la parte más sombría del acuerdo sigue siendo la devolución de los cautivos muertos. Hamás admitió ante los mediadores que algunos cuerpos podrían tardar en ser localizados, ya que muchos se encuentran “bajo los escombros o en zonas controladas por diferentes facciones”.
Entre celebraciones y sospechas
En Gaza, las calles rotas se llenaron de gente. Hubo abrazos, cánticos y lágrimas. “Gracias a Dios por el alto el fuego”, gritaba Abdul Majeed Abd Rabbo en Khan Younis.
En Tel Aviv, las familias de los rehenes se reunieron en la Plaza de los Cautivos, un lugar convertido en símbolo de resistencia y dolor.
Einav Zaugauker, madre de Matan, uno de los secuestrados, no podía contener las lágrimas:
“No puedo respirar. Es una locura. Solo quiero abrazarlo. Ver sus ojos… es un milagro”, dijo entre bengalas rojas.
Mientras tanto, el gabinete israelí de Benjamín Netanyahu debatía los términos del acuerdo. Aunque el primer ministro lo calificó como “una victoria moral para Israel”, sus socios más radicales —como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich— acusaron al gobierno de rendirse ante el terrorismo.
Pese a las tensiones, el alto el fuego será ratificado y entrará en vigor 24 horas después de la votación del gabinete.
Una paz con espinas
El pacto fue recibido con alivio en las calles, pero con desconfianza en los despachos. Expertos internacionales advierten que el equilibrio es frágil: Israel exige garantías de que Hamás no se rearmará, mientras que los palestinos temen que las promesas de retirada se diluyan en el tiempo.
Aun así, el presidente Trump no pierde el tono triunfal:
“He acabado con siete guerras. Esta es la octava. Será una paz duradera”, declaró desde la Casa Blanca, anticipando su viaje a Egipto para firmar el acuerdo final.
Dos años de fuego, una firma y millones de esperanzas
Desde la ONU hasta el Vaticano, los llamados a mantener el alto el fuego se multiplican. La comunidad internacional observa con una mezcla de alivio, incredulidad y escepticismo.
En los campamentos de refugiados, miles de familias miran el cielo con un deseo simple: que no vuelva a llover fuego.
El acuerdo de Sharm el Sheij no solo busca cerrar una guerra, sino abrir una herida que lleva décadas supurando entre dos pueblos que han pagado con sangre su historia.
“Hoy no ganó Israel ni Hamás —dijo un diplomático egipcio al cierre del acto—. Ganó, por un momento, la posibilidad de que el silencio vuelva a sonar en Gaza.”