“VENEZUELA VOLVERÁ A RESPIRAR”: LA JORNADA HISTÓRICA EN OSLO DONDE LA HIJA DE MARÍA CORINA MACHADO RECIBIÓ EL NOBEL DE LA PAZ EN NOMBRE DE LA LÍDER OPOSITORA

La hija de la líder opositora venezolana María Corina Machado recibió en Oslo el Premio Nobel de la Paz 2025, en una ceremonia marcada por la denuncia internacional contra las violaciones de derechos humanos del régimen de Nicolás Maduro y por la confirmación de que la dirigente —quien logró salir clandestinamente de Venezuela— arribará a Noruega en las próximas horas.
A la una en punto de la tarde, cuando el reloj del Ayuntamiento marcó el inicio de una ceremonia que el mundo esperaba con el aliento contenido, un silencio total—absoluto, pesado, casi físico—cubrió el inmenso salón de banquetes de Oslo. Ni una tos, ni un roce, ni un murmullo. Solo el eco persistente de una expectación que llevaba días golpeando a la comunidad internacional.
Y entonces las trompetas sonaron.
Un tono solemne, casi fúnebre pero de gloria; una entrada diseñada para anunciar no solo el comienzo de la entrega del Premio Nobel de la Paz 2025, sino el reconocimiento global a una lucha que, desde hace años, intenta sobrevivir entre sombras, persecuciones y clandestinidad: la batalla de María Corina Machado, la figura política más incómoda para el régimen de Nicolás Maduro y hoy premiada “por su incansable defensa de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su promoción de una transición pacífica hacia la democracia”.
La protagonista del día, sin embargo, no estaba allí.
La gran ausente que todos esperaban
Machado, 58 años, logró escapar de Venezuela tras 16 meses viviendo oculta, incomunicada y bajo amenaza constante. El Instituto Nobel confirmó horas antes de la ceremonia que estaba a salvo, en tránsito y “en camino” a Noruega. Pero no llegó a tiempo.
Su silla permaneció vacía.
Pero su presencia lo llenó todo.
Retratos y proyecciones gigantes con su rostro rodeaban el recinto. Afuera, en las calles frías de Oslo, cientos de venezolanos ondeaban banderas tricolores, muchos con lágrimas incontenibles.
Fue su hija, Ana Corina Sosa Machado, quien tomó su lugar. Y el temblor de sus manos al recibir el diploma y la medalla del Nobel fue más elocuente que cualquier discurso preparado.
“Venezuela volverá a respirar”, leyó, en nombre de su madre, ante un público que respondió con una ovación que retumbó como un golpe en las paredes de mármol.
Un discurso que estremeció a Oslo
Antes de la entrega, el presidente del Comité Noruego del Nobel, Jørgen Watne Frydnes, dedicó uno de los mensajes más duros jamás pronunciados en la ceremonia.
Su voz, firme, quebró nuevamente el silencio:
“Mientras estamos aquí sentados, hay personas inocentes encerradas en celdas oscuras en Venezuela. No escuchan estos discursos. Solo los gritos de los presos torturados”.
Nadie respiró.
El golpe fue directo. Un recordatorio —crudo, necesario— de que mientras Oslo celebraba, Venezuela seguía atrapada bajo un sistema al que Frydnes llamó sin titubeos “un Estado brutal y autoritario”.
Incluso denunció la red internacional que sostiene al chavismo: Cuba, Rusia, Irán, China y Hezbolá, proporcionando armas, vigilancia y soporte.
El salón volvió a resonar: aplausos de pie, algunos visiblemente indignados, otros conmovidos hasta las lágrimas.
“Mi madre nunca rompe una promesa”
Cuando Ana Corina avanzó hacia el podio, todo cambió. El ambiente se ablandó. La tensión se convirtió en emoción.
“Estoy aquí en nombre de mi madre, que ha unido a millones de venezolanos”, comenzó con la voz quebrada.
Luego vino la frase que desató un mar de lágrimas en la sala: “Mi madre nunca incumple una promesa. Por eso, con toda mi alegría, puedo decirles que en solo unas horas podremos abrazarla aquí en Oslo”.
La joven, entre sollozos, recordó que no ve a su madre desde hace dos años.
A su lado, figuras de la oposición venezolana, familiares, exiliados y sobrevivientes del régimen lloraban abrazados.
Una ceremonia marcada por la presencia de América Latina
Varios presidentes latinoamericanos viajaron especialmente a Oslo para mostrar apoyo a la oposición venezolana.
Entre ellos:
- Javier Milei (Argentina)
- Santiago Peña (Paraguay)
- Daniel Noboa (Ecuador)
- José Raúl Mulino (Panamá)
La ovación más estruendosa, sin embargo, fue para Edmundo González, el candidato opositor que reemplazó a Machado en las elecciones de 2024 tras su inhabilitación. Debió exiliarse en España tras denunciar amenazas directas del régimen.
Cuando lo presentaron, el público se levantó como un solo cuerpo.
La ausencia más esperada del día
El Instituto Nobel reveló que Machado realizó un viaje “en situación de peligro extremo” y que su llegada a Oslo pendió de un hilo hasta el último minuto.
Su rueda de prensa, programada para el martes, fue primero pospuesta y luego cancelada.
A pocos minutos de la ceremonia, la propia Machado habló por teléfono desde un lugar desconocido:
“Lamento no llegar a tiempo… pero estoy en camino ahora mismo. Estaré en Oslo”.
Un suspiro colectivo recorrió el salón.
No estuvo allí. Pero todos sintieron que lo estaría pronto.
El discurso que cruzó fronteras
En su mensaje —leído por su hija— Machado repasó la historia reciente de Venezuela, su confrontación personal con el chavismo y los meses de clandestinidad en los que, según dijo, se construyeron nuevas redes de presión cívica para preparar una futura transición democrática.
“He venido a contarles la historia de un pueblo y su larga marcha hacia la libertad”, escribió.
“Soy una voz entre millones. Y el destino que reclamamos es el que siempre nos ha pertenecido”.
También dedicó el Nobel a los presos políticos, perseguidos y a las familias destruidas por la represión.
“A ellos pertenece este honor. A ellos pertenece este día. A ellos pertenece el futuro”.
Cuando Ana Corina terminó de leer, juntó las manos sobre el pecho e hizo una reverencia profunda.
El público respondió con una ovación de pie que duró minutos.
Un nuevo capítulo para la oposición venezolana
El Nobel representó mucho más que un reconocimiento individual: Fue un mensaje al régimen de Maduro y un impulso inédito para una oposición perseguida, fragmentada y obligada al exilio.
Después de años de derrotas, censura y silenciamiento, el premio devolvió algo que parecía extinto:
esperanza.
En Oslo, cientos de venezolanos repetían una frase que se hizo eco dentro y fuera del Ayuntamiento:
“Hoy, Venezuela respira. Y mañana respirará más fuerte”.







