
Tras 50 días en la UCI, UTI y cuidados básicos neonatales, los trillizos Emiliano, Vicente y Fernando fueron dados de alta entre aplausos, diplomas y una emotiva despedida del equipo del Hospital de Iquique, que destacó la resiliencia de la familia y el trabajo especializado que permitió superar la prematurez extrema.
En Neonatología del Hospital Regional de Iquique se respira una mezcla de alivio, orgullo y un silencio que parece contener la magnitud del instante. A esa hora, entre monitores apagados y cunitas vacías, un pasillo entero de médicos, matronas y técnicos se alista para uno de esos momentos que justifican años de turnos, madrugadas y vocaciones enteras: la despedida de tres guerreros diminutos que vencieron a la prematurez.
Los trillizos Emiliano Katari, Vicente Amaru y Fernando Mallku, apenas un kilo de lucha cada uno al nacer, cruzan por primera vez el umbral hacia la vida en brazos de su madre. No hay cables. No hay alarmas. No hay miedo. Solo un aplauso que estremece.
Y a partir de ahí, todo se vuelve ceremonia.

Un viaje que comenzó el 21 de octubre
Ese día, Isabella Mamani llegó con más preguntas que certezas. Sus tres bebés, que se adelantaron al calendario, ingresaron directo a la UCI Neonatal. Allí comenzó un conteo que se haría eterno: 50 días de ventiladores, sondas, controles hora a hora, noches en vela y la esperanza moviéndose entre pasillos iluminados por luces frías.
“Ayer viví uno de los días más importantes de mi vida”, dice Isabella, con la voz quebrada aún por la emoción reciente. “Desde el 21 de octubre estaban internados, luchando día a día, aferrándose a la vida con una fuerza que me enseñó más de lo que jamás imaginé”.
Los funcionarios la escuchan, algunos con lágrimas, porque conocen cada capítulo: cada susto, cada infección superada, cada gramo ganado como si fuera un trofeo.
La ceremonia que nadie olvidará
En Neonatología no existe un protocolo que diga cómo despedir trillizos prematuros. Pero sí existe humanidad. Y ese día la sala se transformó.
Una matrona tomó un diploma. Otra acomodó globos. Un médico revisó por última vez los signos vitales, como quien revisa los nudos de una cuerda antes de soltarla.
Un funcionario tomó la palabra: “En nombre del Servicio de Neonatología, muy contentos por este momento… Vamos a entregar un diploma a la mamá por su fortaleza y resiliencia. Gracias por acogernos para entregar la atención. Gracias por toda su disposición de siempre”.
Isabella —que pasó de observar monitores con angustia a cargar a tres bebés sanos— recibe el reconocimiento entre aplausos que suenan a despedida y renacimiento.
“Estoy sorprendida por lo rápido que avanzaron mis niños, y eso no es porque sí”, subraya ella con firmeza. “Es porque hay un trabajo detrás de todos los profesionales. Me siento muy feliz, porque al fin tengo a mis tres bebés junto a mi hijo mayor. Por primera vez reunidos. Y así nos vamos a casa, muy felices”.

El pasillo del adiós
Los funcionarios forman un corredor humano, sosteniendo en silencio la carga de semanas intensas. La matrona supervisora, Fanny Campos, rompe la quietud con palabras que resumen el espíritu del servicio:
“Reafirmamos nuestro compromiso con los cuidados neonatales de alta complejidad, acompañando integralmente a las familias que viven la experiencia de un nacimiento prematuro. Cada avance, cada oportunidad de vida, también es nuestra celebración”.
Los tres bebés avanzan en brazos de su madre. El aplauso retumba. Una auxiliar enjugándose el rostro. Un técnico que sonríe por debajo del cansancio. Un médico que asiente en silencio y aprieta los labios para no quebrarse.
Una familia reunida, por fin
Isabella detiene la caminata un instante y mira a sus hijos, como asegurándose de que la escena no es un sueño.
“Ayer, por fin, mis cuatro hijos quedaron reunidos… Los miro y no puedo creer todo lo que han superado. Cada cable, cada control, cada susto… todo valió la pena”.
Empieza para ellos una etapa distinta: menos máquinas, más brazos; menos miedo, más futuro; menos hospital, más hogar.
La puerta automática se abre. Afuera, Iquique brilla con su cielo claro. Y tres vidas que comenzaron antes de tiempo finalmente comienzan a tiempo.







