
Entre gritos, fuego y odio contenido, un grupo de reos desató su propia justicia contra los dos hombres acusados de matar a un niño de 12 años. La escena, captada en video, estremeció al país y reveló la ley implacable que rige tras los muros del penal.
El aire dentro del módulo de Santiago 1 estaba cargado. No era solo olor a encierro, ni a metal oxidado ni a humedad: era la tensión, espesa, casi visible, que precede a la violencia.
Ayer por la tarde, un grupo de reos empezó a agitarse, murmurando entre los pasillos lo que ya todos sabían: los dos hombres que habían matado al niño de 12 años en Recoleta habían sido ingresados al penal. Y la noticia corrió por los pasillos como una chispa buscando pólvora.
Minutos después, la calma se quebró en un rugido colectivo.
Desde distintas celdas comenzaron los gritos:
–“¡Los vamos a quemar!”,
–“¡Salgan, cobardes!”,
y finalmente el más brutal de todos:
–“¡Quémenlos vivos!”.
La ira tras las rejas
Los internos sabían quiénes eran.
Iván Esteban Gómez Obreque, de 28 años, y Claudio Enrique Gaete Quiroz, de 31, ambos con un extenso prontuario policial que incluye robos violentos, porte de armas y microtráfico, habían ingresado apenas días antes en prisión preventiva tras provocar —durante una huida delictiva— la muerte del menor que viajaba en un furgón escolar en la comuna de Recoleta.
El caso había indignado al país: las imágenes del vehículo destruido y el relato de los niños que sobrevivieron al impacto despertaron una mezcla de rabia y tristeza colectiva. Y esa indignación, dentro del penal, se tradujo en un lenguaje distinto: el del castigo entre pares.
Varios reclusos comenzaron a intimidar a los recién llegados, lanzando insultos y amenazas desde las celdas contiguas. Según registros audiovisuales que circularon en redes sociales, se observa cómo los agresores prendieron fuego a un objeto —una bolsa con papeles encendidos— y lo arrojaron al interior de la celda donde se refugiaban Gómez y Gaete.
Dentro, los dos imputados se acurrucaron contra la pared, buscando sombra donde no la había.
La intervención de Gendarmería
Gendarmería confirmó el intento de ataque y aseguró que gracias a una intervención oportuna el fuego no alcanzó a propagarse.
“Ambos imputados se encontraban aislados del resto de la población penal, lo que evitó consecuencias mayores. Ninguno de los internos resultó lesionado”, indicaron desde la institución.
Tras el hecho, personal del penal realizó un allanamiento completo al módulo, incautando dos teléfonos celulares utilizados para grabar el incidente, además de elementos prohibidos. Se instruyó un sumario interno y se notificó al Ministerio Público.
Fuentes penitenciarias aseguraron que el intento de agresión se produjo durante el conteo rutinario, cuando un grupo de reos aprovechó el movimiento para encender trozos de colchoneta y lanzarlos encendidos hacia la celda de los imputados, mientras grababan la escena entre risas, insultos y arengas.
Los rostros de la rabia
Fuera del penal, el eco del caso aún sacude a la opinión pública.
Los nombres de Gómez y Gaete se convirtieron en sinónimo de desprecio tras el accidente que costó la vida de un niño de 12 años el pasado lunes 20 de octubre, cuando ambos huían a bordo de un vehículo robado y chocaron violentamente contra un furgón escolar.
El Ministerio Público los formalizó por homicidio consumado con dolo eventual, siete homicidios frustrados y robo con violencia, argumentando que su conducta no fue un simple accidente, sino una decisión temeraria que despreció la vida ajena.
Por decisión del 2° Juzgado de Garantía de Santiago, ambos quedaron en prisión preventiva, medida que se extendió con carácter de máxima seguridad debido a su historial delictivo y a la conmoción social del caso.
Código carcelario: la justicia del encierro
En Santiago 1, como en casi todas las cárceles del país, existe una ley no escrita: hay delitos que ni los mismos delincuentes toleran. Crímenes contra niños, abusos sexuales o actos de violencia extrema despiertan una ira que incluso Gendarmería no siempre logra contener.
“Cuando entran por algo así, ya están marcados”, comenta un exfuncionario penitenciario, quien además añadió que, “Dentro de la cárcel no hay segundas oportunidades. El castigo viene rápido y suele ser brutal”.
Por eso, tras el ataque, la dirección del penal evalúa trasladar a los imputados a otro recinto o mantenerlos bajo régimen de aislamiento permanente. Una decisión que busca proteger sus vidas… aunque muchos, dentro y fuera de los muros, crean que la justicia ya los alcanzó de otra forma.
Una llama que no se apagará pronto
Mientras el eco de los gritos “¡Quémenlos vivos!” aún resuena en los pasillos del penal, el país sigue de cerca un caso que reabrió debates profundos: la impunidad, la reincidencia y el sentido de la justicia.
La imagen de dos reos intentando prender fuego a la celda de otros dos resume una paradoja amarga: el crimen juzgando al crimen. Y, en medio de esa oscuridad, el recuerdo del niño de 12 años se levanta como la única luz que todavía exige justicia.