
Por un instante, el estudio de Vilas Radio dejó de ser un salón insonorizado para convertirse en una extensión de la Pampa. El olor a salitre, el eco de antiguas maquinarias, el polvo que alguna vez cubrió oficinas enteras… todo pareció entrar con ellos: Eberlinda Vera, vicepresidenta de la Corporación Hijos del Salitre, y Mario Copaiva, director de la misma institución, dos voces que cargan con el peso —y la gloria— de una historia que se niega a desaparecer.
La mañana avanzaba entre noticias, análisis electorales y expectativas regionales, cuando un quiebre rotundo cambió el pulso del matinal. De pronto, no se hablaba de candidatos ni de segundas vueltas. Se hablaba de memoria, de raíces, de una identidad que late bajo la tierra reseca del norte.
En la 100.1 FM, el aire se llenó de Pampa.

La casa del Pampino: un sueño de 45 años que por fin respira
Fue Eberlinda quien dio la primera noticia, con esa mezcla de orgullo y alivio que solo se siente después de una lucha larga:
“Ya nos dieron el comodato… más de 45 años esperando la casa del Pampino.”
La frase cayó como una campana. Por décadas, generaciones completas soñaron con un espacio propio, un refugio cultural donde la historia de miles de familias no se diluyera en el olvido ni en la modernidad desmemoriada.
Hoy ese sueño deja de ser anhelo y se convierte en obra.
La constructora ya está trabajando.
Los papeles están firmados.
La primera piedra se viene.
La Pampa vuelve a tener casa.
Una historia que se niega a apagarse
Eberlinda lleva más de 40 años dentro de la Corporación, pero su historia empieza mucho antes, en la oficina salitrera Victoria, donde nació y creció. Y es que, para los pampinos, la memoria no es un archivo: es piel, es familia, es sentido de vida.
“Las raíces no se pierden… no podemos perder lo que fuimos”, repite con una fuerza que solo dan los años y la nostalgia.
A su lado, don Mario Copaiva asiente. Él también nació en Victoria. Él también vio el desarraigo cuando miles fueron expulsados de la oficina. Él también cargó cajas, recuerdos, historias y sueños desde la Pampa hasta Iquique.
Y él también siente que esta Semana del Salitre no es solo una celebración:
es un acto de justicia,
una reparación simbólica,
una manera de seguir diciendo: aquí estamos, seguimos vivos.

La Semana del Salitre 2025: cuando la memoria vuelve a caminar
La programación es extensa, intensa y profundamente emotiva. Don Mario la enumera con la paciencia de quien sabe que cada detalle importa, porque cada actividad es una pieza de identidad.
DOMINGO 23 — El inicio
11:00 horas, Plaza Teniente Ibáñez.
Una romería encabezada por la Banda Santa Cecilia recorrerá las calles de Iquique hasta llegar a la Rotonda del Pampino. Allí habrá ofrendas florales, actividades culturales y el esperado reencuentro de comunidades completas:
La Noria, La Murucia, Santiago, Huara, La Nuria…
Las voces que se negaron a desaparecer.
LUNES 24 — Los niños dibujan lo que no vivieron… pero sienten
En las escuelas Bernardo O’Higgins y Patricio Lynch, los estudiantes darán vida a un concurso de dibujo inspirado en La Pampa. Don Mario lo recuerda con emoción:
“El año pasado hicieron oficinas enteras… ¡pero hermosas!”
Una generación que nunca pisó la Pampa la imagina.
Eso, para un pampino, es inmortalidad.
MARTES 25 — Cine, documentales y memoria colectiva
En el Museo Regional habrá conversatorio, proyección de películas del Oro Blanco y un acto artístico donde la agrupación La Santiago hará vibrar la tarde.
MIÉRCOLES 26 — Música para la historia
Los Patizorro celebran 30 años en un recital imperdible en la Iglesia Jesús Obrero, más conocida como la eterna Iglesia del Pampino.
JUEVES 27 — Romería a Huara y la Misa del Recuerdo
Con el coro ARR21 —liderado por William Sembler—, esta ceremonia honra a los pampinos que ya partieron.
Después, una convivencia con torta y un tradicional “chau”.
VIERNES 28 — El día grande: Cantar Pampino
El plato fuerte:
Guata con pata,
cantos tradicionales,
los artistas de Victoria,
y la conducción del querido Torito Yáñez.
Una fiesta identitaria de principio a fin.
“Somos la última generación”: la responsabilidad de no dejar morir la Pampa
Las palabras de don Mario estremecieron a todos:
“Somos la última generación… y es nuestra responsabilidad cumplir el sueño de quienes ya no están.”
El estudio quedó en silencio por un segundo.
Un silencio lleno de historia.
Lleno de Pampa.
Porque detrás de este evento hay nombres que ya no están:
Gilberto Viguera, Luis Tahuada, Julio Valdivia, Sofía Vargas…
Ellos trajeron la Iglesia del Pampino desde la oficina Victoria y la levantaron en la Gómez Carreño.
Ellos sembraron lo que hoy florece.
Hoy, Eberlinda, Mario, Luis Collado, Solange Castro y tantos otros toman la posta.
“Que la Pampa nunca muera”: un grito que atraviesa generaciones
Los auditores, con mensajes encendidos, lo dijeron todo:
“Hermosa actividad.”
“Que viva la oficina Victoria.”
“Que nunca muera la Pampa.”
Y ahí está la esencia.
La Semana del Salitre no es un evento.
Es un acto de resistencia cultural.
Es una batalla contra el olvido.
Es un homenaje a un norte que levantó un país entero.
Antes de despedirse, Eberlinda cerró con emoción:
“Queremos que vayan todos… que conozcan nuestras raíces. Yo nací y crecí en la Pampa. Y seguimos aquí.”
El lema quedó flotando en el aire, cálido como un recuerdo:
QUE LA PAMPA NUNCA MUERA…
Y mientras los micrófonos se apagaban, en la 100.1 FM quedó claro que la Pampa, más que un lugar, es un latido… y ese latido, gracias a ellos, sigue vivo.








