-El nacido en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, es el piloto de menor experiencia y es el mayor del cuarteto que representará a Chile en el Dakar de Arabia Saudita que se realizará entre el 5 y 19 de enero.
Cuando niño, John William Medina Salazar (42) corría junto a sus amigos de la comuna Pedro Aguirre Cerda detrás de una pelota de plástico en las típicas pichangas de barrio. Era un buen jugador. No muy alto para los niños de su edad y más bien grueso, pero hábil con el balón. Hoy es uno de los cuatro representantes chilenos en las motos junto a Pablo Quintanilla (37), José Ignacio Cornejo (29) y Tomás de Gavardo (24).
Estudió la primaria en un colegio público de la comuna donde nació. Luego de un gran esfuerzo familiar, entró al Claretiano de San Miguel, pero sólo alcanzó hasta segundo medio. El tercero y cuarto lo realizó en el Instituto Pre-Militar de La Florida, donde experimentó que la vida era más dura aún.
“Yo iba para ser un drogadicto cuando adolescente… No tuve nada hasta esa edad difícil de los jóvenes. Logré enderezarme gracias a mi abuelo materno (Francisco), quien me crió, y a mi mamá (Ximena) que me tuvo a los 14 años… Desde chico fui rebelde. A los 15 años conocí a la que hoy es mi señora (Pamela Quiero). Ella terminó por cambiar para bien y aquí estoy…”, rememora el ahora orgulloso empresario y padre de familia que creció en la casa de calle Guido Reni de Pedro Aguirre Cerda.
Entró a la universidad a estudiar ingeniería comercial, pero de noche. En el día trabajaba, llegando a realizar diferentes labores como operador de minicargador, obrero en Borde Río y chofer de camioneta, entre otros. No alcanzó a sacar el título porque le empezó a ir bien en los negocios partiendo de cero en el rubro de la construcción. Hoy es un empresario de arriendo de máquinas, transporte terrestre, arriendo de propiedades comerciales y habitacionales.
“Un amigo (Rafael Muena) me metió a las motos a los 31 años. Me entusiasmó tanto que viajamos al norte a ver el paso del Dakar cuando se corría en Chile. Así fui conociendo este maravilloso y atractivo mundo que para mí era inalcanzable por varias razones, la principal, porque no sabía andar en moto. Pero como me gusta hacer lo que no se puede o parece imposible, me compré una y aprendí a andar”, relata con entusiasmo el piloto.
A los 35 años Medina tomó clases con pilotos profesionales para tener una mejor conducción y manejo del control de la moto. Aprendió con profesores de moto enduro y de motocross, siempre buscando tener una conducción responsable y consciente sobre la máquina.
En 2018 tomó la decisión de competir en el Desafío del Desierto en el norte del país en las mismas rutas donde pasó el Dakar. “Al comienzo nadie daba un peso por mí porque me costaba andar en la arena. Se reían de mí. No fue fácil, hasta que empecé a equilibrarme bien sobre la máquina en terrenos complejos. En el fondo me enamoré de las dificultades que presenta dominar una moto en la arena y en las dunas”.
En el Dakar debutó en la versión número 44° de 2022 con un excelente lugar para un novato: 74°, logrando el objetivo único de terminar la competencia a campo traviesa más peligrosa, extrema, exigente, larga y difícil del planeta.
“Fue un gran premio llegar a la meta después de 14 días y pasando todas las dificultades que un debutante puede tener. Lo pasé mal, pero terminé. Para mí fue un gran triunfo”, recuerda con nostalgia y orgullo Medina Salazar.
Sin embargo, no fue suficiente. En 2023 se inscribió en la categoría Original, donde los pilotos no tienen asistencia mecánica. Solo ellos pueden arreglar sus máquinas lo que es un doble trabajo: correr, llegar tarde, comer, reparar los desperfectos, cambiar aceite, filtros, neumáticos, etc.
“Alcancé a durar cuatro etapas. Me caí y tuve una lesión que me obligó a abandonar. Llegué algo decepcionado a Chile en enero. Me dije: si el Dakar parte después de año nuevo en el 2024, corro. Si parte antes, no voy. Por eso me volví a inscribir, porque larga el 5 de enero. Así podré pasar las fiestas con mi familia, mi esposa y tres hijos”, recalca el deportista aficionado.
La meta de John William en 2024, bautizado así porque su mamá veía películas y siempre como protagonistas había un John y un William, es llegar entre los 60 mejores en la general o ganarle a Tomás de Gavardo, su amigo, quien en 2023 fue 50°.
“Tenemos una muy buena relación con Tomás (de Gavardo). Somos amigos y nos ayudamos en la ruta, pero ahora quiero superarlo o acercarme más a él. Ojalá pueda. Me he preparado yendo al gimnasio, jugando fútbol y tenis. También entreno en moto de vez en cuando. Y voy al Dakar porque en la vida no hay que tener límites. Todo me ha sido difícil, así que al Dakar lo respeto, pero no le temo”, agrega el empresario que mide 1,65 metro y pesa 80 kilos.