Los que sobran en la pandemia
Evidentemente esta pandemia ha llegado para quedarse por un buen tiempo, ante esta realidad muchas de las preguntas en la agenda social giran entorno a la sostenibilidad social frente a la crisis, y los sistemas de protección y bienestar de toda la población.
En este sentido sin dudas los impactos sanitarios y sociales de la pandemia pueden llegar a ser una bola de nieve si se tiene en cuenta que el bienestar y la protección que se provee son exclusivos para algunos.
Aún cuando el INE estimó que en diciembre del 2019 el 7,8% la población en el territorio chileno era migrante, el RSH en mayo registraba apenas 398.253 personas extranjeras, representando solo 2,9% del total de personas inscritas.
Sin embargo no es necesario generalizar pues no toda la población migrante se encuentra en situación de vulnerabilidad y, en efecto, 60% está en el tramo de mayor vulnerabilidad según este registro.
Lo preocupante en este caso es que la población migrante estaría sub-representada en este registro, ya que las personas migrantes también están expuestas a desempleo, hambre, enfermedad, endeudamiento, e incluso situación de calle.
Muchas de ella se encuentran actualmente enfrentando la crisis y están a su vez excluidas del RSH -muchas dada su situación migratoria irregular- sin ningún tipo de protección social, condición que se torna aún más adversa si no se cuentan con otras redes de apoyo, familiares o comunitarias a su alcance.
No se trata en lo absoluto de privilegiar a la población migrante, sino de enfocar un poco la mirada hacia quienes enfrentan la crisis pandémica con mayor desventaja. Se trata de desplegar políticas que no dejen a nadie atrás, ni profundicen las exclusiones.
El virus nos ha enseñado que solo con un pensamiento y una mirada social hacia lo colectivo podremos salir adelante. Es por ello que proteger a la población migrante que reside en Chile se traduce en proteger al país porque es una realizad palpable, tangible y latente en cada calle del país.