
Detectives de la Biro Arica, junto a la Fiscalía y Carabineros, incautaron 1,2 toneladas de cobre robado que eran trasladadas ocultas en dos camiones interceptados en Poconchile, en la Ruta 11-CH. Los conductores, ambos chilenos, quedaron detenidos y luego formalizados por receptación, mientras la investigación se centra ahora en establecer el origen del metal y las rutas delictuales involucradas.
A esa hora en que el Valle de Lluta todavía huele a tierra fría y a hojas húmedas, dos camiones avanzaban por la Ruta 11-CH con la parsimonia de quien no quiere llamar la atención. No tenían nada especial a primera vista: motores roncos, acoplados polvorientos, choferes sin prisa, pero llevaban un secreto. Uno pesado, brillante y codiciado.
1,2 toneladas de cobre robado, triturado, embolsado y escondido bajo lonas como si fuera una carga cualquiera.
Lo que los conductores no sabían era que, desde hacía semanas, un silencioso trabajo de inteligencia les pisaba los talones.
El foco delictual que encendió las alarmas
La Fiscalía de Arica, a través de su Unidad de Análisis Criminal y Focos Investigativos, había declarado un objetivo claro: golpear las rutas del robo de cobre, un delito que en la región crecía a la sombra de bandas dedicadas a mover material sustraído como si fueran frutas o verduras del valle.
Bajo ese foco criminal, detectives de la Brigada Investigadora de Robos (Biro) de la PDI Arica comenzaron a perfilar vehículos, horarios, patrones y, sobre todo, rutas.
La investigación les permitió identificar —con paciencia quirúrgica— dos camiones que, según sus análisis, podrían estar trasladando cobre extraído ilícitamente.
Los detectaron. Los siguieron. Y cuando llegó el día indicado, activaron el operativo.
El operativo en Poconchile: el instante donde todo calzó
El sol recién se afirmaba sobre Poconchile cuando los detectives dieron aviso a Carabineros.
La coordinación fue inmediata: patrullas listas, personal desplegado, control en la ruta preparado.
Los camiones avanzaron confiados.
Los esperaba una pinza policial.
Cuando Carabineros les ordenó detenerse, la escena se volvió tensa: papeles revisados, acoplados inspeccionados, lonas corridas… y ahí estaba.
Treinta y nueve sacos rebosantes de cobre triturado, escondidos meticulosamente en la parte más profunda del acoplado, como si 1,2 toneladas pudieran pasar desapercibidas.
El subprefecto Marcos Rojas, jefe (s) de la Biro Arica, lo resumiría más tarde con una frialdad que dejaba ver la magnitud del caso:
“Ambos camiones estaban perfilados en la investigación. Llevaban 39 sacos de cobre ocultos en el acoplado. Todo estaba dispuesto para burlar controles”.
Pero no lo lograron.
Detenidos, formalizados y con cautelares
Los dos conductores —chilenos, adultos, sin mayor resistencia— fueron detenidos de inmediato por delito flagrante de receptación.
La Fiscalía los formalizó esa misma jornada.
Quedaron con:
- firma mensual,
- arraigo nacional,
- y la investigación abierta para determinar la ruta completa del cobre robado.
Porque la historia no termina en Poconchile.
¿De dónde salió el cobre? ¿A dónde iba?
Esa es la parte más oscura del caso.
Mientras los sacos quedaron incautados y el material pesado en depósito bajo cadena de custodia, la Fiscalía se concentra ahora en la parte que no se ve:
- ¿Qué grupo sustrajo el cobre originalmente?
- ¿Qué red de transporte lo movía por la ruta internacional?
- ¿Cuál era su destino final? ¿Frontera? ¿Fundiciones informales? ¿Mercado negro?
Las preguntas son más pesadas que la tonelada incautada.
Un golpe que altera el mapa delictual del cobre en Arica
La incautación no es menor.
Una tonelada de cobre no se improvisa: se roba, se tritura, se ensaca, se oculta, se transporta y se coordina.
Y para que todo eso funcione, alguien detrás mueve los hilos.
La operación conjunta entre PDI, Fiscalía y Carabineros no solo frenó el cargamento: abrió una ventana hacia una actividad delictual que opera en silencio, cruzando rutas, valles y fronteras.







