Un icono latinoamericano es Pablo Neruda, emblema de Chile en el mundo como poeta, también un político socialista que influyó en una era de grandes cambios y procesos en contextos económicos, políticos, sociales y culturales del hemisferio sur de este continente.
Hoy queremos conmemorar su memoria, paseando por su legado literario e influencias sociales que dejaron huellas, al fallecer en Santiago de Chile, un día como hoy a causa de un cáncer de próstata.
Su nombre de pila era Ricardo Reyes Basoalto, que cambiaría más tarde; nació el 12 de julio de 1904, en Parral Chile, su padre fue Don José Reyes y su Madre Doña Rosa Basoalto una profesora de escuela, que influenciaría la carrera y vida del poeta.
Desde los dos años vivió en Temuco donde creció rodeado de naturaleza, ríos, campos verdes, animales silvestres que estimularían su pasión por la escritura y la poesía. A partir de los 13 años escribió artículos periodísticos, y siendo adolescente a la edad de 17 años se trasladaría a Santiago para estudiar pedagogía.
A mediados de 1923 publicará Crepusculario, un poemario que le brindó muchos elogios y buena critica literaria de la época, al pasar un año publicó su famoso “Veinte poemas de amor” y una canción desesperada. Pero el inició su carrera política y diplomática sería en el año 1927, sirviendo como embajador en varios países de Asia, Europa y América. Un hecho importante de influencia diplomática fue durante la Guerra Civil Española desarrollada entre 1936 y 1939, donde colaboró con los partidos republicanos.
En tiempos de la simbólica segunda guerra mundial de 1945, Neruda recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile; también, este año fue elegido senador por Tarapacá y se unió al Partido Comunista, pero más tarde en 1949, se exilió en Francia y luego viajó por varios países del mundo, para prontamente en 1950 en la nación azteca “México”, se decide publicar Canto General, su mayor poemario.
Regresa a Chile en 1952 realiza varias publicaciones y no es hasta 1969, que es nombrado miembro de la Academia Chilena de la Lengua, y ese mismo año, bajo el mandato del presidente Salvador Allende, fue nombrado embajador en Francia.
Pero uno de sus mayores galardones sería en el año de 1971, cuando ganó el Premio Nobel de Literatura, que lo consagraría como un grande de la literatura latinoamericana; los años consiguientes precisamente para mediados de 1973, cae enfermo renuncia posteriormente a la embajada, regresando a Chile y fallecer un día como hoy 23 de setiembre de 1973, por un cáncer a la próstata en la capital del país austral.
En la memoria de nuestro Pablo Neruda te dejamos a continuación algunos de sus mejores poemas:
1. Soneto 22
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angola, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Un poema que trata del recuerdo del amor, un amor que, posiblemente, no sea correspondido. Se puede seguir amando a pesar del tiempo y la distancia, se puede estar enamorado sin ver, sólo con los recuerdos y la esperanza. Es la fuerza del corazón.
2. Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.
Este poema de Pablo Neruda se encuentra dentro del libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Un texto que deja ver a un Neruda rebelde, en su adolescencia. Este libro se considera doloroso, porque Neruda sufre el amor, y lo anhela. Esta pieza de poesía, concretamente, trata sobre la sexualidad y el cuerpo de la mujer. Aunque lo vive, no lo posee. Perderse en el cuerpo de una mujer puede ser tanto una experiencia física como espiritual. Neruda se encuentra entre el deseo de tener a esa mujer y la angustia de no estar junto a ella.
3. Si tú me olvidas
Quiero que sepas una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco junto al fuego la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti, como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto me olvidas no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas que pasa por mi vida
y te decides a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa que en ese día,
a esa hora levantaré los brazos
y saldrán mis raíces a buscar otra tierra.
Pero si cada día,
cada hora sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
A veces, encuentras a esa persona que te da un vuelco al corazón, que hace aflorar emociones que pensabas que era imposible sentir. Tu vida cambia por completo, y tu vida se convierte en la vida de esa persona que amas con locura, con auténtica locura. Sabes que si esa persona vuelve, volverás a sentir lo mismo, pero no es así y debes aceptarlo.
4. Poema 12
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran
y huyen pájaros que dormían en tu alma.
Estos versos pertenecen a la obra del autor “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” que fue publicada en 1924. El tema sobre el que gira este poema es la ausencia del ser humano. La historia se ubica en el mar chileno, pues el autor pasó gran parte de su vida junto a las olas, los mástiles y el viento.
5. Poema 4
Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.
El autor resalta el ambiente de verano en que el viento es un factor importante, pues éste, seguramente, afecte a su estado anímico, dando paz y tranquilidad. Pero lo llamativo es el primer verso, que en pleno verano interrumpe la tempestad. Es decir, una separación momentánea, seguramente con alguien, con la que ha habido momentos buenos y malos.
6. Amor
Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.
Este poema trata sobre la inmensidad del amor, sobre lo fuerte y profundo que puede ser este sentimiento. De nuevo, un amor no consumado, en que el autor desea con todas sus fuerzas poder perderse en el cuerpo y el alma de esa persona que ha cambiado su vida por completo.