
En el norte del país, donde el sol del desierto ilumina rutas usadas tanto por camioneros como por traficantes, aún sigue sin aparecer uno de los personajes más buscados por la justicia chilena. Se trata de Pedro Natalio Ortega, exsuboficial del Ejército, señalado por la Fiscalía de Tarapacá como el “cerebro” de una organización compuesta por militares en retiro y en ejercicio que terminó convertida en un engranaje clave del narcotráfico.
El nombre de Ortega recién salió a la luz en los últimos días, pese a que la investigación arrastra meses. El hombre, de 49 años, dedicó 26 años de su vida a la institución castrense, alcanzando el grado de Sargento 1°. Pero tras iniciar su retiro, se habría volcado a otro tipo de operaciones: financiar cargamentos de droga, coordinar traslados e impartir órdenes directas a subordinados que hasta hace poco lucían uniforme verde oliva.
Una red castrense derribada, pero no desarticulada
En junio pasado, la operación conjunta de la Fiscalía del Tamarugal y la PDI dejó al descubierto la magnitud de esta red: siete suboficiales dados de baja y una civil cayeron con un cargamento de casi 190 kilos de droga, trasladados desde Iquique hasta Santiago. Todos permanecen hoy en prisión preventiva. Sin embargo, el golpe no fue completo: el hombre que diseñaba las rutas, financiaba las operaciones y coordinaba la logística aún se mantiene prófugo.
La fiscal regional de Tarapacá, Trinidad Steinert, lo catalogó como “blanco principal” de la indagatoria, pues sin él la maquinaria delictiva difícilmente habría funcionado. Su ausencia alimenta la sensación de que la historia no está cerrada y que la organización todavía guarda secretos enterrados en el desierto.
El temor del hombre más buscado
La defensa de Ortega, encabezada por el abogado Carlo Silva Muñoz, entregó un giro inesperado: su cliente “está altamente preocupado por su vida y por su integridad física”. El miedo, según explicó, proviene de la participación de ciudadanos extranjeros en las operaciones. Para el prófugo, no solo la policía lo persigue: también lo harían quienes alguna vez fueron sus “socios”.
Este factor ha encendido alertas entre los investigadores, pues la eventual conexión de militares chilenos con redes criminales internacionales puede significar un nivel de riesgo mucho más alto para la seguridad del país.
Una sombra que incomoda al Ejército
El caso golpeó con fuerza a la institución castrense. La participación de exsuboficiales —con entrenamiento militar, conocimiento táctico y acceso a información logística— abre un nuevo flanco en la lucha contra el narcotráfico en Chile. El hecho de que Ortega, un hombre que sirvió por más de dos décadas, hoy sea buscado por liderar una red criminal, deja al descubierto las fisuras que el crimen organizado aprovecha dentro de las filas del Estado.
Mientras tanto, cada día que Ortega permanece en la sombra, la incertidumbre crece. En las calles de Iquique, donde comenzó todo, su nombre se pronuncia en voz baja. Nadie sabe si está escondido en el mismo desierto que patrulló durante años, o si cruzó alguna de las múltiples rutas clandestinas hacia Bolivia o Perú.
Lo cierto es que, hasta que sea detenido, el Ejército carga con la herida abierta de que algunos de sus hombres cambiaron la bandera por la droga, y que el principal de ellos sigue prófugo, convertido en un fantasma incómodo que se mueve entre la lealtad perdida y el miedo a ser silenciado.