CITAS ONLINE EN CHILE: CÓMO SE RELACIONAN JÓVENES Y ADULTOS MAYORES EN EL MUNDO DIGITAL

Swipe a la derecha, un guiño. Un emoji, un silencio. En la misma aplicación conviven un veinteañero que no busca nada y un viudo que no sabe cómo empezar. Las plataformas de citas —ya integradas a la vida cotidiana como cualquier otra red social— no distinguen edades, pero sí exponen diferencias: el lenguaje, el tiempo, el tipo de expectativa. Lo que para unos es juego, para otros es vértigo. Lo que para unos es rutina, para otros sigue siendo un salto al vacío.
Jóvenes y adultos mayores recorren el mismo mapa digital con brújulas distintas. Mientras los primeros fluyen entre perfiles como si pasaran historias de Instagram, los segundos tantean cada movimiento con más intención, más cautela. No se trata de una brecha tecnológica —esa ya se achicó—, sino de una diferencia más profunda: la forma de vincularse en un espacio donde el cuerpo no está, pero el deseo sí. Y ahí es donde todo empieza a tomar forma.
Ritmo Rápido vs. Tiempo Lento: Dos Formas de Enamorarse
Fuera del terreno de las apps tradicionales, existe otro circuito menos ruidoso y más directo. Plataformas como Skokka Chile no pretenden disfrazarse de red social ni de comunidad romántica: son espacios específicos, con códigos claros, donde lo que se busca tiene forma y tiempo definidos. Hay deseo, sí, pero también una forma distinta de habitarlo.
Para quienes crecieron con Wi-Fi en los bolsillos, las aplicaciones de citas no tienen manual de uso: se navegan por reflejo. Tinder, Bumble, Hinge. Todo es inmediato. Un gesto basta. La conexión emocional, si aparece, es una consecuencia. La experiencia se mueve rápido, como si el amor fuera un contenido más entre tantos otros: visible, disponible, prescindible.
En cambio, entre quienes cruzaron los 50, cada conversación vale algo. No se trata de cantidad, sino de foco. Prefieren perfiles con frases que digan algo, con fotos que no escondan. Se valora la pausa, no como lentitud, sino como forma de presencia. Las apps dirigidas a este grupo, como OurTime, parecen entender que hay quienes no buscan matches, sino alguien con quien hablar sin reloj en la cabeza.
Intimidad y Encuentros a Medida
En las principales ciudades, no son pocos los anuncios de mujeres que se publicitan en portales como Skokka México que reciben consultas de hombres mayores cansados de las idas y vueltas en las apps convencionales. Buscan claridad, calidez, contacto humano sin el peso del algoritmo.. A veces quieren sexo, a veces solo alguien que los mire sin prisa. Y esa honestidad, que en otras apps se castiga con “seen” o ghosteo, acá encuentra lugar.
Un Mismo Deseo, con Lenguajes Diferentes
Una notificación. Una respuesta tardía. Un mensaje leído sin contestar. Aunque los códigos cambien, todos cargan con el mismo impulso: conectar. Los jóvenes lo hacen desde la fluidez, la imagen, el instante. Los mayores, desde la palabra, la espera, el significado. En ambos casos, lo que se busca no es tan distinto: compartir algo con alguien, aunque sea por un rato. Son muchos los que contactan con bellas mujeres que se anuncian en Skokka Buenos Aires, por ejemplo, o diferentes ciudades populares del país para conocer chicas y pasar ratos de placer.
Y si el mercado ha sabido leer esa dualidad, es porque cada vez hay menos lugar para soluciones universales. El vínculo no se estandariza. Se ajusta, se explora, se negocia. Y en ese movimiento, las plataformas de citas han dejado de ser un fenómeno nuevo para convertirse en parte del lenguaje emocional de la época.
Citas, Tecnología y Generaciones: Un Panorama en Movimiento
“La disposición emocional importa más que la edad”, dice Jess Carbino, socióloga y ex investigadora de Tinder y Bumble. “Las apps no transforman a las personas, pero sí exponen cómo cada generación decide enfrentarse al vínculo”. Esa decisión —cuándo hablar, cómo mostrarse, qué esperar— define más que cualquier biografía de perfil.
Porque el amor, incluso en pantalla, sigue siendo un territorio movedizo. Solo que ahora, en lugar de cartas o bares, se construye entre datos móviles, algoritmos y gestos mínimos que, a veces, dicen más de lo que parece.