CHOQUE DIPLOMÁTICO EN VIVO: MOSCÚ DESCARTA EL “PLAN EUROPEO”, ESTADOS UNIDOS Y KIEV AFINAN LA PROPUESTA Y EUROPA PRESIONA DESDE GINEBRA

La versión europea del plan de paz —modificada tras reuniones en Ginebra— fue rechazada de inmediato por Moscú, que calificó el documento como “no constructivo” y aseguró que solo negociará sobre textos oficialmente entregados. Mientras Washington defiende la propuesta original de 28 puntos y Kiev exige garantías que no cedan territorio, las potencias mantienen un tenso cruce diplomático que complica cualquier avance hacia una negociación real
El documento —frío, técnico y con 28 puntos— aterrizó en la órbita internacional como quien deja una bomba de relojería: nació en Washington, fue entregado a Moscú y Kiev, y desde su primera lectura detonó protestas, revisiones y contrapropuestas. Ahora, cuando europeos y ucranianos habrían introducido cambios en esa hoja de ruta, el Kremlin reaccionó de inmediato: calificó la versión europea como “absolutamente no constructiva” y rechazó las modificaciones, mientras advertía que solo trabaja con textos que reciba por vías oficiales.
Es una escena típica de nuevo teatro diplomático: por un lado, las capitales occidentales muestran señales de pragmatismo —buscar un marco que ponga fin a la guerra—; por otro, Moscú, aunque reconoce puntos de la propuesta original estadounidense como “potencial base”, cierra filas contra lo que percibe como cambios que socavan sus intereses. La tensión no es solo técnica: es geoestratégica y política, y se siente en las filtraciones, en las ruedas de prensa y en las llamadas telefónicas de alto nivel que intentan poner paños fríos.
Fecha, formato y urgencia: un plan con reloj
La iniciativa original de Washington —la famosa “propuesta de 28 puntos”— apareció esta semana como un intento de establecer un marco negociado. Su contenido, según varias fuentes, incluía medidas que muchos vieron como excesivamente ventajosas para Rusia: reconocimiento de facto sobre zonas ocupadas, límites a la senda euroatlántica de Kiev y restricciones al despliegue militar. Kiev y sus aliados europeos reaccionaron y, en reuniones celebradas durante el fin de semana en Ginebra, trabajaron en una versión “actualizada y perfeccionada” que, según un comunicado conjunto, debería preservar la soberanía ucraniana y ofrecer garantías más sólidas. Las partes, sin embargo, han dado pocos detalles públicos sobre ese texto actualizado.
Esa falta de transparencia mantiene la diplomacia en vilo: en Washington se escuchan voces que dicen que el plan fue redactado con aportes de todas las partes; en Kiev —con la presión pública y la guerra en el frente— existe escepticismo, pues aceptar cualquier solución que legitimara pérdidas territoriales sería políticamente explosivo. El presidente ucraniano ha avisado que su país enfrenta “una de sus decisiones más difíciles”, y el cronómetro político no ayuda: la Casa Blanca, según varios tuits y declaraciones, puso plazos y mensajes contundentes sobre la mesa.
Moscú responde: no verá el “plan europeo” hasta que se lo entreguen oficialmente
La réplica rusa vino en cadena: primero, la habitual cautela de Dmitri Peskov —el portavoz del Kremlin— señalando que Moscú no había recibido aún “nada oficial” sobre las enmiendas; luego, la tajante intervención de Yuri Ushakov, asesor del Kremlin, que definió la versión europea como “no constructiva” y “no conveniente” para Rusia. La lectura moscovita es doble: algunas cláusulas del plan original serían aceptables, pero los cambios introducidos por europeos y ucranianos (según Moscú, sin habérselos presentado de forma formal) le restan viabilidad.
Esa postura tiene consecuencias prácticas: Moscú reclama que cualquier negociación seria pase por canales oficiales y presenciales, no por filtraciones mediáticas ni por buzones diplomáticos. El Kremlin puso condiciones claras: diálogo, pero sobre textos que hayan sido formalmente entregados y con encuentros que —cuando se acuerden— se celebren cara a cara. Mientras tanto, no hay fecha cerrada para una reunión entre delegaciones rusa y estadounidense que permita “desentrañar” las diferencias.
Ginebra, el tablero y la fisura europea
En Suiza, delegaciones de Estados Unidos y Ucrania trabajaron sobre el texto; Europa envió observadores y propuestas. Las fuentes que siguen de cerca las conversaciones describen un proceso de “ajustes estructurales”: matices en las garantías de seguridad, en el capítulo sobre fuerzas armadas ucranianas y en los términos relativos a Crimea y Donetsk/Luhansk. Para muchos en Bruselas, el objetivo es que cualquier arreglo no consagre cambios de fronteras por la fuerza ni deje a Ucrania indefensa frente a futuras agresiones. Pero esas correcciones parecen chocar con el núcleo duro de lo que Moscú considera innegociable.
El resultado es una diplomacia paralela: Washington impulsa un marco; Kiev exige salvaguardas; Bruselas intenta “recalibrar” lo que ve como concesiones inaceptables; y Moscú, leyendo por partes el original pero sin aceptar enmiendas no oficiales, cierra la puerta a la versión europea. Todos pactan que el diálogo no debe cesar, pero la confianza está fracturada.
Riesgos: territorio, fuerzas y credibilidad
El meollo de la disputa es claro y brutal: cualquier plan que deje efectivamente a Rusia con control sobre territorios disputados (o que impida la integración euroatlántica de Ucrania) podría ser interpretado como recompensa a la agresión. Para Kiev y buena parte de Occidente, aceptar eso equivaldría a normalizar la anexión y a debilitar la disuasión contra futuras agresiones. Para Moscú, en cambio, exigir que ciertos cambios queden plasmados en un acuerdo es una forma de asegurar las ganancias estratégicas obtenidas desde 2022. La tensión entre estos dos imperativos explica por qué las soluciones “llaves en mano” no aparecen.
Además, la presión política añade una variable explosiva: declaraciones públicas, imposición de plazos por parte de actores externos, amenazas de continuar ofensivas si no hay acuerdo… todo ello convierte a la negociación en un acto de equilibrio sobre una cuerda floja: la guerra sigue en el terreno mientras la diplomacia negocia sobre mapas y garantías.
¿Qué puede pasar ahora?
- Escenario de tregua negociada (poco probable a corto plazo): solo si se logra un texto que combine garantías de seguridad verificables para Kiev, compensaciones políticas aceptables para Moscú y un mecanismo de cumplimiento avalado por terceros internacionales.
- Escenario de prolongación del conflicto: si ninguna parte cede en lo esencial y la presión de plazos se convierte en pretexto para nuevas operaciones militares.
- Escenario híbrido: acuerdos parciales sobre cuestiones humanitarias y corredores, pero sin resolución política definitiva, dejando un conflicto congelado y volátil.
Lo que sí parece claro es que la diplomacia no ha fracasado aún, pero avanza con pies de plomo, entre filtraciones, declaraciones públicas y la urgencia de poner fin a una guerra que ha costado decenas de miles de vidas y ha remodelado la seguridad europea. La semana que viene será decisiva para ver si las partes apuestan por una mesa real de negociación o por un nuevo ciclo de presión y conflicto







