¡LUZ, CÁMARA, ACCIÓN!: HOY CELEBRAMOS EL “DÍA NACIONAL DEL CINE”
Cada 21 de junio, nuestro país celebra una de las expresiones culturales más destacadas de los últimos años. “El día nacional del Cine” fue creado en 1993 a través del Ministerio de Educación con el objetivo hacer presente la vigencia e importancia de este medio de expresión artística y cultural.
El Día Nacional del Cine, tal como figura oficialmente en Chile, fue instituido por el Decreto 303 del Ministerio de Educación (1993), cuando Jorge Arrate se encontraba a la cabeza de dicha cartera. Hay que recordar que en ese momento todavía no existía el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y todo lo “cultural” caía bajo el paraguas de Mineduc. Según consta en el escueto decreto, el Día Nacional del Cine debería celebrarse el 21 de junio de cada año.
En nuestra región, este día se ha representado en el #MesRedSalasCine donde desde el 1 al 31 de junio la Red de Salas de Cine recorrerá con funciones gratuitas todas las salas asociadas a nivel nacional. En Iquique quién está a cargo de ello, es el “Espacio Akana”.
En el, se exhibe cine de producciones nacionales, internacionales, pre-estrenos, documentales, películas para público familiar y funciones con accesibilidad universal. Las funciones se podrán encontrar en las redes sociales a través de @espacioakana.
CINE EN CHILE
El cine no tardó mucho tiempo en llegar a nuestro país. Ya en 1896, un año después de la primera proyección en Francia, se realizó en Chile el primer programa cinematográfico en el Teatro Unión Central de Santiago. Hasta 1910, lo que podía ver un espectador chileno en salas eran básicamente producciones extranjeras o documentales nacionales articulados sobre la base de vistas de lugares sin mayor intención narrativa. Hasta que en 1910, con motivo del Centenario de la Independencia, Adolfo Urzúa filmó y exhibió Manuel Rodríguez, primera película nacional. Las primeras producciones chilenas eran una suerte de «teatro filmado». De hecho, directores y actores provenían del mundo del teatro. A pesar de los problemas de esta incipiente industria (estrechez financiera, iniciativas exclusivamente individuales), el cine se develó como un espectáculo muy popular. A partir de 1915 surgieron las primeras revistas de cine, lo que permitiría mayor difusión y una suerte de «educación cinematográfica» a través de la crítica.
Efectivamente, la década de 1920 fue testigo del auge del cine chileno. Entre 1920 y 1927 se realizaron más de una cincuentena de largometrajes argumentales en Chile. Por supuesto, se trataba de películas mudas aún. Lamentablemente la mayor parte de ellas se ha perdido o deteriorado con el tiempo. Sin embargo, gracias a la labor de conservación se ha podido rescatar parte importante del patrimonio fílmico nacional. Las temáticas de estas primeras películas chilenas trataban relaciones amorosas, situaciones criminales, reconstrucciones históricas e identidades regionales o, como fue el caso particular de Uno de abajo (1920) de Armando Rojas Castro, el alcoholismo. En esta década destacó la figura de Pedro Sienna, actor y director, responsable de obras clave como Un grito en el mar (1924) y El húsar de la muerte (1925). El impacto del cine en la sociedad chilena se pudo apreciar en el nacimiento de la censura oficial, cuando en 1925 el Gobierno de Arturo Alessandri creó un organismo encargado de calificar toda obra a exhibir en el país.
Hacia fines de la década de 1920 decayó la producción nacional, debido a la arremetida de las compañías distribuidoras de Estados Unidos y a la gran depresión económica. A fines de la década de 1930 la producción nacional retomó su actividad. Y fue en estos años en los que se consolidaron directores como Jorge «Coke» Délano (con Norte y Sur, de 1934, primer film sonoro chileno), el italiano Eugenio de Liguoro (Verdejo gasta un millón de 1941 y Entre gallos y medianoche de 1942) y el argentino José Bohr (P’al otro la’o, de 1942), que lograron convocar en masa al público nacional. a partir de estos éxitos, la recién instalada Corporación de Fomento decidió crear en 1942 una compañía nacional, Chile Films, que en menos de una década produjo varias obras, destacando La amarga verdad (1945) de Carlos Borcosque, El hombre que se llevaron (1946) de Jorge Délano y La dama de las camelias (1947) de José Bohr, entre otras. Sin embargo los éxitos fueron fugaces y a fines de la década de 1940 la productora se sumergió en una profunda crisis económica, pasando a manos privadas hasta la década de 1960.