
El fútbol amateur chileno se ha transformado en una plataforma funcional para el crimen organizado, operando como fachada que permite a estas bandas mezclarse con la comunidad, justificar movimientos logísticos y construir redes de confianza sin levantar sospechas inmediatas.
Uno de los casos más emblemáticos es el del club Real Betis, cuyos integrantes combinaban partidos nocturnos con coordinaciones para el tráfico de drogas, utilizando los encuentros deportivos y el llamado “tercer tiempo” como instancia para repartir funciones y planificar delitos.
La investigación, denominada “Operación Betis”, permitió desbaratar una red dedicada al tráfico y lavado de dinero, cuyo líder concentraba sus operaciones en Alto Hospicio, desde donde coordinaba el ingreso de droga al país y su posterior distribución hacia la Región Metropolitana.
Otro ejemplo que encendió las alarmas fue el del Club Deportivo Quilpué Unido, donde la estructura del fútbol juvenil era usada como cobertura para el transporte de droga: los niños viajaban en los buses y los estupefacientes eran ocultados en los maleteros. El operativo policial concluyó con 18 detenidos, además de la incautación de armas, vehículos y millones de pesos en efectivo.
Desde la Fiscalía Nacional, el director de la Unidad Especializada en Crimen Organizado y Drogas, Ignacio Castillo, advierte que el fútbol ofrece una rentabilidad social mayor que la violencia directa, ya que permite a las bandas “embellecer” su imagen a través de regalos, mejoras en canchas y financiamiento de camisetas, fortaleciendo lealtades comunitarias y control territorial.
A este diagnóstico se suma el investigador Pablo Zeballos, quien sostiene que el fútbol amateur representa un espacio de bajo costo y alto retorno para las organizaciones criminales, facilitando el reclutamiento, la circulación de dinero ilícito y la generación de economías paralelas. Además, alerta sobre la manipulación de resultados deportivos, especialmente en un contexto de escasa fiscalización y auge de las apuestas deportivas.
Las cifras dimensionan la magnitud del fenómeno: en 2024 se registraron 135 casos policiales asociados al fútbol amateur, en su mayoría por lesiones, mientras que en 2025 ya se contabilizan homicidios vinculados a este entorno, según datos de la Subsecretaría de Seguridad Pública.
El escenario genera preocupación en el Gobierno, considerando que en Chile existen más de 3.700 clubes afiliados a la ANFA, muchos de ellos con mínimos controles de antecedentes y financiamiento. Para las autoridades, el fútbol amateur se ha convertido en un nuevo frente de disputa del crimen organizado, donde la cancha ya no se juega solo con una pelota, sino también con poder, dinero y violencia encubierta.







