
Dos operativos policiales revelaron una presunta red de secuestros exprés en Arica: cinco detenidos, dos víctimas forzadas a subir a vehículos mediante golpes y amenazas, y una intervención quirúrgica de urgencia por la gravedad de las lesiones. La Fiscalía formalizó a los sospechosos y decretó medidas cautelares mientras se profundiza la investigación.
En una semana que quedará marcada en los registros policiales de Arica, una serie de operativos ejecutados por el OS9 de Carabineros dejó al descubierto un entramado criminal que parecía operar con absoluta impunidad. Cinco hombres —cuatro chilenos y un ciudadano pakistaní— terminaron tras las rejas en medio de una investigación que, según fuentes cercanas al Ministerio Público, podría ser solo la punta del iceberg de una red dedicada a secuestros exprés en la zona norte del país.
La historia comenzó meses atrás, en abril de 2024, cuando una víctima, cuya identidad se mantiene en reserva, vivió horas de horror que parecían sacadas de una novela negra. Fue interceptada en plena vía pública por cuatro sujetos que, sin miramientos, lo golpearon y lo obligaron a subir a un vehículo. Durante varias horas permaneció retenido contra su voluntad, en un viaje que se convirtió en un recorrido tortuoso, un calvario en movimiento donde la intimidación física y psicológica se combinaban para quebrar cualquier atisbo de resistencia.
Aquel día, sin embargo, los captores dejaron rastros. Y los rastros se convirtieron en pistas. Y las pistas en detenciones. Con diligencias especializadas —interceptaciones, análisis y vigilancia encubierta— los investigadores lograron identificar al presunto autor material del secuestro, quien fue arrestado y permanece desde entonces en prisión preventiva. Pero la trama no terminó allí. Con el avance de la investigación, nuevos nombres emergieron desde la penumbra criminal. Dos sospechosos adicionales fueron finalmente detenidos el 16 de diciembre, cerrando el cerco alrededor de un delito que parecía olvidado por el tiempo, pero no por la Justicia.
Lo que nadie imaginaba era que, mientras los detectives afinaban sus estrategias, un segundo caso estallaría en sus narices. Como si la realidad quisiera demostrarles que el crimen no duerme, los agentes del OS9 presenciaron en vivo y en directo cómo tres sujetos agredían brutalmente a un hombre para forzarlo a entrar en un automóvil. Patadas y golpes llovían sobre la víctima en una escena que, en cuestión de segundos, se convirtió en prioridad absoluta.
Lo que siguió fue un operativo digno de película: seguimiento discreto, alerta inmediata al personal territorial, y una interceptación calculada para evitar un desenlace fatal. Los tres agresores fueron reducidos, la víctima rescatada con múltiples heridas visibles y trasladada de urgencia al hospital regional, donde debió ser intervenida quirúrgicamente para salvarle la vida.
Ambos casos —diferentes en fecha, similares en brutalidad— convergieron en los tribunales locales. La Fiscalía formalizó a los cinco imputados, quienes quedaron sujetos a medidas restrictivas mientras la investigación continúa.
Por ahora, el silencio en los pasillos judiciales es estruendoso. Se habla de más nombres. De otros casos. De posibles vínculos.
Arica, una ciudad que presume de luz y frontera, enfrenta nuevamente su sombra. Y la pregunta que queda flotando en el aire es simple y aterradora:
¿Cuántos secuestros más se ocultaban antes de que la policía pusiera foco sobre esta banda?
La investigación continúa. El temor también.







