
Con una diferencia cercana a los 20 puntos y el 59,8% de los votos, José Antonio Kast se impuso de forma contundente en la segunda vuelta presidencial y fue electo Presidente de la República para el período 2026–2030. El rápido escrutinio del Servel confirmó una tendencia irreversible desde los primeros cómputos, sellando la derrota de Jeannette Jara y marcando un giro decisivo en el escenario político nacional.
Chile habló con contundencia. Con casi un 60% de las preferencias y una diferencia que cerró cualquier posibilidad de reversión, José Antonio Kast fue electo Presidente de la República para el período 2026–2030, en una de las definiciones más categóricas desde el retorno a la democracia. La segunda vuelta presidencial no dejó espacio para interpretaciones: el país giró a la derecha y apostó por un liderazgo de orden, autoridad y confrontación directa con la crisis de seguridad.
Apenas comenzado el escrutinio oficial, los números del Servicio Electoral dibujaron un escenario irreversible. Kast superó ampliamente a Jeannette Jara, candidata del oficialismo, en una elección marcada por alta polarización, voto emocional y una ciudadanía que priorizó el control del delito, la migración y la estabilidad económica por sobre las reformas estructurales.
Una elección que reconfigura el tablero político
El triunfo del líder republicano no es solo personal: es estructural. Confirma el agotamiento del ciclo político iniciado tras el estallido social y profundiza la tendencia pendular del país, donde ningún sector ha logrado continuidad en el poder durante los últimos 20 años. La administración del Presidente Gabriel Boric cerrará su mandato entregando la banda presidencial a su principal antagonista ideológico.
Kast logró algo que parecía improbable meses atrás: unificar a una oposición dispersa. Desde la derecha tradicional hasta sectores del centro político, pasando por nuevas fuerzas libertarias, su candidatura se transformó en un punto de convergencia frente al temor compartido de inseguridad, descontrol territorial y deterioro económico.
El voto del cansancio y la urgencia
Más que ideológico, el voto que llevó a Kast a La Moneda fue emocional. No fue una elección de matices, sino de urgencias. El respaldo se concentró en comunas golpeadas por la delincuencia, en sectores medios presionados por el costo de la vida y en regiones donde el Estado es percibido como ausente.
El mensaje fue simple, casi crudo: recuperar el control. Y funcionó. Mientras su adversaria apostó por continuidad y gobernabilidad progresista, Kast prometió mano firme, decisiones rápidas y un quiebre con lo que definió como “ambigüedad política”.
Quién es el Presidente electo
Abogado de la Pontificia Universidad Católica, formado en el gremialismo universitario y discípulo político de Jaime Guzmán, José Antonio Kast construyó su carrera desde los márgenes hasta el centro del poder. Fue concejal, cuatro veces diputado y jefe de bancada antes de romper con la UDI y fundar el Partido Republicano, una colectividad creada explícitamente para disputar hegemonía en la derecha.
Tras dos intentos presidenciales fallidos —2017 y 2021—, Kast llegó fortalecido a esta tercera carrera. Aprendió de la derrota, amplió su electorado y endureció su identidad, sin renunciar al pragmatismo necesario para sumar apoyos transversales.
La campaña: claridad sin concesiones
Durante meses, Kast instaló una agenda centrada en seguridad, migración y orden público. Propuso reforzar estados de excepción, cerrar fronteras, acelerar expulsiones y entregar respaldo político irrestricto a Carabineros y Fuerzas Armadas. En economía, defendió una reducción del gasto fiscal, menos impuestos y mayor espacio para la inversión privada.
Las críticas no lo debilitaron. Las polémicas —derechos humanos, género, memoria histórica— actuaron como catalizador para su base electoral. Mientras unos advertían retrocesos, otros veían coherencia. Kast no moderó el discurso: lo sostuvo hasta el final.
El poder real comienza ahora
El Presidente electo asumirá el 11 de marzo con un escenario complejo. Su sector no controla el Congreso y deberá negociar cada proyecto clave. Aunque el Partido Republicano avanzó significativamente en el Parlamento, la gobernabilidad dependerá de acuerdos con fuerzas que no siempre comparten su visión.
Kast ya anunció que renunciará a su militancia partidaria antes de asumir y que su gabinete será presentado en enero. La composición de ese equipo marcará el tono del gobierno: tecnocracia o ideología, moderación o confrontación.
Un país expectante y dividido
La victoria de Kast no trae calma inmediata. Al contrario. Sectores sociales, estudiantiles, feministas y de derechos humanos ya anticipan resistencia. Organismos internacionales observan con atención. El margen de error será mínimo y las expectativas de resultados, inmediatas.
La pregunta ya no es si Kast gobernará, sino cómo lo hará.
Si logra transformar su discurso de campaña en gestión efectiva.
Si puede imponer orden sin incendiar la calle.
Si es capaz de ejercer autoridad sin fracturar la institucionalidad.
José Antonio Kast no llega a La Moneda por consenso ni por accidente. Llega empujado por un país cansado, temeroso y decidido a cambiar el rumbo, aun a riesgo de profundizar la división.
Desde hoy, deja de ser candidato.
Desde hoy, carga con el peso del poder.
Y desde hoy, Chile entra en una nueva etapa política cuyo desenlace aún está por escribirse.







