En entrevista exclusiva con Vilas Radio, la Fiscal Regional de Tarapacá, María Trinidad Steinert, entrega el balance crudo del año: 16 homicidios a la fecha —ocho menos que en 2024—, predominio de armas blancas, ausencia de crimen organizado en la mayoría de los casos y un aviso claro: “No podemos cantar victoria, aún no ha terminado el año”.
Iquique despierta cada día con el rumor inquieto de sus fronteras, el eco de los controles policiales y la sombra de titulares que parecen no dar tregua. Y en medio de ese clima donde la percepción de inseguridad se respira antes que el café de la mañana, la Fiscal Regional de Tarapacá, María Trinidad Steinert, se sienta frente a los micrófonos de Vilas Radio y lanza un dato que descoloca, sorprende y abre un nuevo escenario: los homicidios bajaron en la región.
La cifra cae como un golpe seco sobre la mesa.
—“El año pasado cerramos con 24 homicidios; hoy, con este último doble homicidio, llevamos 16”—dice, sin alzar la voz, pero marcando cada sílaba como quien entrega una verdad que cuesta creer.
La fiscal no promete milagros. No sonríe triunfos. Lo advierte con la misma frialdad con la que se analiza un sitio del suceso:
—“No quiero cantar victoria… aún queda año y cuando uno canta victoria, siempre pasa algo”.
La entrevista avanza y el paisaje criminal de Tarapacá empieza a ordenarse: la mayoría de los homicidios del 2025 fueron cometidos con armas blancas; la mayoría no está vinculada al crimen organizado; las policías están trabajando de manera más coordinada; los controles conjuntos entre Carabineros, PDI y el Ministerio Público han sido clave; y aunque la sensación de inseguridad sigue en la calle, los números muestran una curva que comienza a descender.
El relato se vuelve más áspero cuando Steinert entra en detalles:
—“Hemos disminuido los homicidios. No podemos descansar, no podemos bajar los brazos. Esto es día a día”.
En un año donde Tarapacá vivió procedimientos de impacto nacional e internacional, investigaciones que rozaron a Gendarmería, al Ejército, a la FACh y a bandas criminales transnacionales, la fiscal reconoce que —al menos en materia de homicidios— la región está respirando un poco mejor… pero muy poco.
Los casos más violentos siguen allí, como cicatrices que no se borran: el doble homicidio reciente, los episodios con armas blancas que van marcando el pulso de la violencia interpersonal, y las investigaciones que continúan abiertas con líneas claras, pero aún sin cierre definitivo.
Mientras la ciudad se prepara para terminar el año, Steinert deja una última advertencia que suena casi como un mantra institucional:
—“Estamos mejor, sí… pero no ha terminado el año”.
Tarapacá, frontera viva, territorio intenso, no recibe la noticia como un triunfo. La recibe como un respiro. De esos breves. De esos que no alcanzan para relajarse, pero sí para mirar el calendario y decir, aunque sea al oído: algo está cambiando.
