
La crisis en el Hospital Carlos Cisternas llegó a un punto límite: el alcalde de Calama pidió decretar Emergencia Sanitaria ante el hacinamiento, falta de especialistas, movilizaciones de funcionarios y más de 40 pacientes hospitalizados sin espacio adecuado. Mientras la urgencia sigue operativa, el recinto reconoce problemas estructurales y trabaja con el Servicio de Salud de Antofagasta en soluciones inmediatas.
En Calama, donde el sol cae a plomo incluso en invierno y la ciudad late al ritmo frenético de la minería, el Hospital Carlos Cisternas acaba de convertirse en el epicentro de una tormenta que ya no se puede ocultar bajo ninguna alfombra sanitaria. Pasillos repletos, pacientes acumulados en camillas que deberían ser transitorias pero que se vuelven permanentes, funcionarios exhaustos y una comunidad que observa con angustia cómo su principal recinto de salud se desborda sin tregua.
Fue en ese escenario, entre denuncias que se multiplican y movilizaciones que ya suman más de 48 horas, que el alcalde de Calama, Eliecer Chamorro Vargas, decidió dar un golpe encima de la mesa: exige que se decrete Emergencia Sanitaria en la comuna.
“NO DAMOS MÁS”: EL GRITO QUE SALIÓ DESDE LAS REDES DEL ALCALDE
El jefe comunal no esperó ceremonias ni puntos de prensa. Desde sus propias redes sociales lanzó un mensaje que encendió las alarmas a nivel local y nacional.
Su texto, duro y directo, retrató un panorama que él mismo calificó como “urgente y crítico”.
Según expuso, hay personas viviendo en pasillos, usuarios que llevan días, semanas e incluso años esperando atención de especialistas, profesionales que simplemente no existen en la dotación actual, además de espacios saturados y una infraestructura incapaz de sostener la demanda.
“Hay problemas que podemos abordar localmente, pero hay otras fallas estructurales que deben ser resueltas a nivel central, porque el hospital ya no soporta más”, reclamó Chamorro, describiendo con crudeza un colapso que —a su juicio— podría escalar si no se actúa ahora.
DOS DÍAS DE MOVILIZACIÓN Y UNA URGENCIA QUE YA NO TIENE DÓNDE MÁS CRECER
Mientras el alcalde exige medidas extraordinarias, al interior del recinto ocurre otra escena:
Los funcionarios de la Unidad de Urgencia cumplen más de dos días movilizados, denunciando un abanico de problemas que incluye:
- Falta grave de médicos.
- Hacinamiento de pacientes.
- Baños en mal estado.
- Más de 40 personas hospitalizadas sin espacios adecuados.
Las imágenes que circulan entre trabajadores y usuarios muestran un servicio que opera al límite, sostenido por equipos que —según ellos mismos— “están agotados, pero siguen”.
EL HOSPITAL RESPONDE: “NO HEMOS DEJADO DE ATENDER UN SOLO MINUTO”
Ante la tensión creciente, el Hospital Carlos Cisternas emitió un comunicado dirigido a la comunidad loína. En él, la administración reconoce las inquietudes, pero recalca con firmeza que la Unidad de Urgencia sigue funcionando completamente operativa.
Aseguran que los funcionarios que se han manifestado lo han hecho fuera de su horario laboral, sin interrumpir procesos asistenciales y manteniendo la continuidad del servicio.
“Agradecemos el compromiso de nuestro equipo y comprendemos las inquietudes planteadas. Estamos trabajando junto al Servicio de Salud de Antofagasta (SSA) para abordar esta situación y avanzar en soluciones concretas”, señala la declaración.
UNA CIUDAD QUE EXIGE RESPUESTAS
La crisis del Hospital Carlos Cisternas no es un episodio aislado; es la foto ampliada de un sistema que en el norte grande se tensiona aún más por brechas de infraestructura, falta de especialistas y un aumento permanente de población flotante ligada a la actividad minera.
Por eso, el llamado del alcalde a decretar Emergencia Sanitaria busca abrir la puerta a medidas extraordinarias: mayor apoyo de nivel central, refuerzo de personal, recursos inmediatos y reordenamiento de la capacidad hospitalaria.
Mientras tanto, Calama observa, espera y exige, porque en el desierto, donde cada recurso es vital, no hay espacio para que un hospital colapse sin consecuencias.







