
El escape del imputado por robo con intimidación dejó al descubierto una profunda vulnerabilidad en Colina II: protocolos ignorados, personal negligente y controles inexistentes. La crisis derivó en suspensiones, desvinculaciones inmediatas y una investigación que ahora indaga responsabilidades administrativas y penales, mientras el fugado fue recapturado tras un control policial en Lo Espejo.
Era domingo, y en Colina II —ese gigante gris coronado de rejas, torres y rutinas inquebrantables— el día avanzaba sin sobresaltos, pero a veces basta un instante, una puerta mal vigilada o un protocolo ignorado para que todo el sistema penitenciario del país quede en evidencia. Así ocurrió con la fuga de Amílcar Olivares Cárdenas, 46 años, imputado por robo con intimidación, quien desapareció de los pasillos del penal como si hubiese atravesado una grieta invisible.
La historia, sin embargo, no se quedó ahí. Días después estalló un terremoto institucional que removió el mando completo de la unidad.
La información destapó una secuencia de errores tan torpes como inaceptables. Una “cadena de fallas garrafales”, como las llamó el propio director nacional de Gendarmería, coronel Rubén Pérez, palabras que hoy resuenan como diagnóstico y condena.
Una fuga que no debió ocurrir
El domingo de la evasión, Olivares —quien ya contaba con un antecedente de fuga desde la Fiscalía Sur en 2009— avanzó por zonas críticas del penal sin que nadie lo detuviera. No hubo alertas. No hubo control efectivo. No hubo reacción.
A pesar de estar en prisión preventiva, logró vulnerar cada punto de vigilancia del recinto metropolitano.
La pregunta inevitable: ¿cómo diablos se escapó?
La respuesta llegó el mismo día, cuando Gendarmería abrió un sumario administrativo que, 24 horas después, empezaba a mostrar su crudeza: negligencias inaceptables, descuidos, procedimientos ignorados y un nivel de permisividad que, en palabras del mando, dejó “la seguridad del recinto expuesta de forma imperdonable”.
El golpe interno: suspensiones y expulsiones
El resultado preliminar del sumario golpeó sin anestesia.
Gendarmería confirmó la suspensión de seis funcionarios, entre ellos:
- el jefe de la unidad,
- dos oficiales,
- y personal directo a cargo de los protocolos evadidos.
Pero no quedó ahí. De esos seis, cinco fueron desvinculados de inmediato, mediante la facultad del Director Nacional de llamar a retiro cuando existen antecedentes evidentes.
“Hemos iniciado las notificaciones de desvinculación…”, dijo Pérez ante la prensa, enfatizando que el nivel de fallas detectado no dejaba espacio para contemplaciones.
La recaptura: un golpe de suerte en Lo Espejo
Mientras el país criticaba la fuga, Olivares seguía afuera. Libre.
Pero no por mucho.
El jueves 27 de noviembre, en Lo Espejo, un patrullaje preventivo de la 30ª Comisaría de Carabineros terminó cambiando el destino del prófugo.
Lo fiscalizaron por rutina.
Intentó identificarse con un nombre falso.
Intentó correr.
Forcejeó.
Cayó.
En la 11ª Comisaría, gracias a sistemas informáticos conectados con el Registro Civil, quedó al descubierto: era el hombre que todo el sistema penitenciario buscaba.
El fiscal Juan Arce, de Flagrancia Metropolitana Sur, confirmó que sería formalizado por ocultación de identidad y por la orden de detención pendiente.
El Gobierno: “un episodio lamentable”
Desde La Moneda, el ministro de Justicia, Luis Cordero, fue contundente.
Calificó lo ocurrido como “un episodio lamentable” y advirtió que no se descartará ninguna línea investigativa.
No se excluye negligencia.
No se excluye coordinación.
No se excluye corrupción.
Algo que también subrayó el director nacional de Gendarmería: “Si existe corrupción entre los funcionarios, es algo que debemos demostrar.”
Un reo que ahora vivirá bajo máxima seguridad
Tras su recaptura, el subsecretario de Justicia, Ernesto Muñoz, anunció que Olivares será ingresado al REPAS, un régimen penitenciario de alta seguridad:
- vigilancia reforzada,
- contacto disminuido,
- control permanente.
Una forma de evitar que la historia vuelva a repetirse.
El eco que queda
La fuga del reo fue grave.
Pero el terremoto institucional que provocó es, probablemente, más profundo.
Los seis funcionarios suspendidos, los cinco expulsados, el sumario en curso y la investigación penal en desarrollo dejan al descubierto un sistema que, por un instante, falló donde jamás debió fallar.







