
La Fuerza Aérea investiga a un funcionario especializado en informática que habría utilizado un programa externo para acceder ilegalmente a bases de datos institucionales y borrarse del rol de centinelas. El caso, destapado por Radio Bío Bío, mantiene al cabo primero en prisión preventiva y ha generado una disputa de competencia entre tribunales civiles y militares.
En la Base Aérea de Los Cerrillos, donde cada madrugada el silencio militar suena más fuerte que los propios motores de un Hércules, una historia improbable se transformó en un terremoto institucional. Un cabo primero de la Fuerza Aérea de Chile —alguna vez reconocido como “el mejor profesional” del Centro de Informática y Computación— terminó esposado, acusado de lo impensado: hackear un sistema de la FACh para borrarse, literalmente, de los turnos de guardia.
Hoy, mientras el viento golpea los muros del Centro de Detención de la Guarnición Aérea El Bosque, el protagonista de esta trama informática y militar permanece en prisión preventiva, aguardando que la Corte Suprema decida quién tiene la última palabra en un caso que ya sacude a dos sistemas judiciales.
EL DÍA QUE EL CENTINELA “DESAPARECIÓ” DEL SISTEMA
Según la investigación revelada por Radio Bío Bío, la historia se remonta al 29 de julio, a las 09:25 horas. En una oficina llena de pantallas, claves, cables y protocolos, el cabo primero Óscar Garrido —encargado de plataformas tecnológicas— habría usado un programa externo, Toad for Oracle, para entrar a la base de datos del Sistema Gestor de Servicios (SISGESERV).
¿Qué buscaba?
Algo tan simple como comprometedora: eliminar su nombre de la lista de centinelas, ese registro sagrado que define quién debe patrullar el perímetro militar.
La evidencia, según los peritajes citados por Bío Bío, fue brutalmente obvia: la intervención quedó registrada en el historial del computador que él mismo tenía asignado. La IP, los accesos, las operaciones… todo conducía al mismo origen.
Un borrado digital. Un ausente muy conveniente.
Un delito en potencia.
LA DEFENSA: “YO NO FUI… QUIZÁS OTROS USARON MIS CLAVES”
Cuando lo enfrentaron, Garrido intentó instalar otra versión: la de las credenciales compartidas, una práctica que —según él— habría surgido en plena pandemia para atender emergencias informáticas las 24 horas.
“Desde esa época he debido compartir mis claves con compañeros que hacen turno nocturno o de fin de semana”, habría declarado, según el expediente citado por Radio Bío Bío.
Es decir: si alguien entró al sistema, cualquiera pudo ser… no necesariamente yo.
Pero el argumento comenzó a desmoronarse cuando los peritos informáticos confirmaron que la modificación se hizo exactamente desde su equipo, con su usuario, desde su terminal y en un horario que lo beneficiaba directamente.
EL INFORME QUE EXPLOTÓ EN LA INSTITUCIÓN
El suboficial mayor encargado del SISGESERV levantó la primera alerta: el cabo Garrido, por razones desconocidas, había desaparecido del listado del personal de guardia.
Lo que siguió fue un rastreo técnico que reconstruyó cada clic. Finalmente, el jefe del Departamento de Sistema e Infraestructura de la FACh, el comandante de escuadrilla Francisco Gutiérrez Muñoz, firmó el informe que destapó la bomba.
Ese documento llegó directamente a manos del general de aviación Máximo Venegas Raggio, quien no dudó en enviarlo al fiscal de Aviación, Ángelo Figueroa.
Ahí se configuró el delito: falsificación informática, una figura penal que castiga a quien “indebidamente introduzca, altere, dañe o suprima datos informáticos con intención de que sean tomados como auténticos”.
Y si quien lo comete es funcionario público —como el cabo Garrido— la pena puede llegar a 5 años de cárcel.
DOS JUSTICIAS, UNA PELEA DE FONDO
Hoy, mientras el expediente avanza, hay otra batalla silenciosa: ¿quién debe juzgarlo?
La defensa del cabo afirma que el día del hecho él estaba con permiso, por lo que debía ser procesado como civil. Así, recurrieron al Noveno Juzgado de Garantía de Santiago, que el 7 de noviembre decidió declararse competente.
Pero la Justicia Militar respondió de inmediato: No.
Garrido era funcionario activo.
Estaba en funciones.
Debe ser juzgado por la jurisdicción castrense.
Ante el choque frontal, la decisión quedó en manos de la Corte Suprema, que ordenó no realizar nuevas diligencias mientras zanja qué tribunal seguirá adelante.
EL CABO QUE PASÓ DEL PRESTIGIO AL INFIERNO
Hasta hace poco, Garrido era el técnico brillante que resolvía emergencias informáticas a deshoras, el profesional modelo del área digital de la FACh.
Hoy es el protagonista de uno de los casos más insólitos que ha enfrentado la institución: un especialista acusado de usar su propio talento para librarse de turnos que todos consideran sagrados.
En un sistema militar donde las guardias son deber, tradición y símbolo, borrarse con un clic no es solo un acto irregular: es traicionar una lógica que sostiene la disciplina.
Mientras tanto, permanece en una celda, esperando que la Corte defina cuál justicia —la civil o la militar— será la que dirá si es culpable o no.
La historia, al igual que el nombre del cabo en el sistema de centinelas, aún no está del todo escrita.







