
Un joven imputado por microtráfico logró egresar del Tribunal de Tratamiento de Drogas tras un año de intervención terapéutica, proceso que transformó su vida y que fue destacado por la jueza Paulina Zúñiga, y por todo el equipo jurídico y clínico del programa.
La sala del Juzgado de Garantía de Arica no parecía la de siempre. No había tensión, no había acusaciones cruzadas, no había miradas duras. Había otra atmósfera: el murmullo de los funcionarios, una expectativa casi eléctrica y un asiento reservado para un joven que, hace un año, parecía ir directo a un abismo. Hoy, ese mismo joven —Gabriel— llegó a este lugar para escuchar algo que pocas veces se oye en un tribunal: “usted lo logró”.
Así comenzó la ceremonia de egreso del Tribunal de Tratamiento de Drogas y Alcohol (TTD), un programa que no absuelve, sino que transforma; que no borra culpas, sino que da herramientas. Y esta vez, la historia tuvo rostro, nombre y una ovación final.
La caída, el giro y el camino de regreso
Gabriel no llegó al TTD por azar. El Ministerio Público lo había imputado por microtráfico, un delito breve en papeles pero profundo en consecuencias. Lo que para otros es solo un número en una carpeta, para él fue un quiebre brutal. Y fue ese quiebre —contó en la ceremonia— el que lo impulsó a aceptar la salida alternativa que ofrece el tribunal: someterse durante un año completo a un tratamiento intensivo, supervisado y voluntario para combatir su consumo problemático de drogas.
Lo que pasó en esos doce meses no se vio en las calles, sino en terapias, evaluaciones clínicas, controles judiciales y reuniones familiares que fueron reconstruyendo una vida que parecía condenada a la repetición.
La jueza que vio el antes y el después
La magistrada Paulina Zúñiga Lira, quien presidió la audiencia, habló con la autoridad de quien ha visto cientos de casos… pero con la emoción de quien reconoce un triunfo genuino.
“Al inicio nos encontramos con un joven con un patrón de consumo severo, con conflictos familiares, sin estabilidad laboral. Hoy vemos a una persona distinta: con alta terapéutica, motivación sostenida y una revinculación profunda con quienes lo rodean”, afirmó, dejando en claro que el expediente que llevaba el nombre de Gabriel ya no refleja a quien estaba sentado frente a ella.
El tono no era de sentencia. Era de reconocimiento.
El aplauso que rompió el protocolo
Cuando la jueza terminó su intervención y entregó el certificado de egreso, nadie esperó la típica frase de cierre. La sala estalló en aplausos: fiscales, defensores, profesionales del TTD y funcionarios de Senda.
Un gesto que, aunque pequeño, cargó más peso que cualquier documento. Era la confirmación de que la historia que lo trajo hasta aquí había dado media vuelta.
Gabriel solo dijo unas palabras, tímidas, sinceras: “Pensé que sería eterno… pero fue lo mejor que me pudo pasar. Solo queda agradecer.”
Quiénes estaban ahí… y por qué importa tanto
El acto contó con la presencia del fiscal Gonzalo Figueroa, el defensor Diego Álvarez, profesionales del programa TTD del propio tribunal y representantes de Senda, quienes acompañaron el proceso terapéutico.
No fue un acto formal: fue una despedida. Y un inicio.
Porque este tribunal —muchas veces desconocido por la ciudadanía— es una herramienta alternativa para personas que cometen su primer delito, cuyas penas no superan los 3 años, y cuyo consumo problemático está directamente relacionado con la comisión del ilícito.
Si cumplen con el perfil clínico, pueden optar voluntariamente al tratamiento, que se supervisa mediante la suspensión condicional del procedimiento.
No todos llegan al final. No todos soportan el rigor.
Por eso un egreso vale tanto.
Una jornada que desarma prejuicios
La audiencia de Gabriel no solo mostró un caso. Recordó que detrás de cifras policiales, condenas y titulares, hay vidas que aún pueden frenarse antes del derrumbe total.
El TTD no promete milagros, pero sí una posibilidad real de avanzar donde el sistema penal tradicional muchas veces solo castiga.
Hoy, en Arica, esa posibilidad se hizo visible, palpable y celebrada.
Y cuando Gabriel salió del tribunal, certificado en mano y familia al lado, quedó flotando la frase que nadie dijo, pero todos pensaron:
Quizás este no es el final del proceso judicial.
Quizás es el comienzo de una vida distinta.







