
El SAG Tarapacá confirmó la incautación de 78 huevos de tortuga de río en el complejo fronterizo de Colchane, detectados en tres procedimientos en buses y equipajes provenientes de Bolivia. El organismo advirtió que su ingreso ilegal implica riesgos sanitarios graves para personas, animales y para especies protegidas bajo la Convención CITES.
Por momentos, la frontera norte de Chile parece un territorio donde lo improbable sucede con normalidad. Viento helado, altiplano infinito, polvo que se levanta como un velo… y en medio de esa geografía extrema, 78 huevos de tortuga amazónica viajando clandestinamente hacia el sur. No es una película ni una fábula: es la última alerta sanitaria que hoy sacude al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de Tarapacá.
En los últimos 60 días —apenas un parpadeo para el desierto— funcionarios de Aduanas interceptaron tres cargamentos distintos de estos huevos, escondidos en mochilas, bolsos y compartimentos de buses que cruzaban desde Bolivia.
Huevos diminutos, quebradizos, envueltos en ropa, pañales o bolsas plásticas.
Huevos que nunca debieron haber llegado.
Contrabando en baja temperatura
“Cada detección ha sido distinta, pero todas tienen algo en común: el intento por esconder algo que representa un riesgo sanitario enorme”, comenta con cautela Sue Vera, Directora Regional del SAG Tarapacá, quien recibió los 78 huevos por instrucción del Ministerio Público, apenas fueron incautados.
Los funcionarios de la frontera, ya entrenados para lo insólito, se toparon con estas cápsulas de vida envueltas en silencio. Según las primeras inspecciones, pertenecen al género Podocnemis spp., tortugas de río propias de la Amazonía, especies que jamás deberían cruzar la cordillera hacia Chile.
Pero lo hicieron.
Y lo hicieron por razones inquietantes.
Quienes los transportaban señalaron que su destino final era “el consumo humano”. Como si se tratara de un producto gourmet o un ingrediente exótico para mesas clandestinas.

Un bocado peligroso: la amenaza detrás del contrabando
Para el SAG, esta práctica no solo es ilegal: es abiertamente peligrosa.
“Consumir productos de fauna silvestre no regulada puede exponer a las personas a patógenos desconocidos, enfermedades y parásitos. Es un riesgo serio para la salud humana y un riesgo enorme para la salud animal y la biodiversidad del país”, explica Vera.
Y tiene razón. En un mundo marcado por emergencias sanitarias globales, la manipulación o ingesta de especies silvestres sin control veterinario puede convertirse en el origen de enfermedades que nadie vio venir.
Además, hay otro problema igual de grave: estas tortugas están protegidas por CITES, la convención internacional que regula el comercio de especies en peligro. Todas las tortugas del género Podocnemis spp. están en el Apéndice II, y algunas ya figuran como vulnerables en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Lo que para algunos es un “manjar”, para la ciencia es un símbolo de supervivencia amenazada.
Un crimen que apaga especies
Lejos de ser un acto aislado, el tráfico de productos de fauna amazónica hacia Chile ha ido aumentando según reportes del SAG. Que estos huevos lleguen a Colchane implica que hubo extracción en su país de origen, traslado por redes informales, cruce de frontera y venta ilegal.
Una cadena que, por pequeña que parezca, golpea directamente a poblaciones de tortugas que ya están disminuyendo.
“Acciones como éstas afectan la sobrevivencia de especies en varios países de la región. Cada huevo que se extrae es una vida potencial que se pierde”, puntualiza la directora del SAG.
Llamado urgente en la frontera más vigilada
Tras la destrucción de los huevos —una medida obligada para evitar riesgos sanitarios— el SAG Tarapacá reforzó un mensaje que ya se repite como un mantra en todos los pasos fronterizos del norte:
No ingresar productos de origen animal o vegetal sin declarar.
No introducir fauna silvestre.
No arriesgar la salud del país.
La autoridad insiste: estas medidas no existen para incomodar al viajero, sino para proteger tres pilares fundamentales: salud pública, biodiversidad y patrimonio zoosanitario.
Mientras tanto, la frontera sigue su rutina impasible. Cada día ingresan buses, equipajes, historias. Y entre ellos, en cualquier rincón, la posibilidad de un riesgo escondido: otro paquete, otra bolsa, otro huevo que no debería cruzar.
Colchane, siempre Colchane, observa.
Y el desierto guarda el secreto de lo que intentó llegar… y no llegó.







