ECUADOR DESPIERTA Y GRITA “NO”: LA NOCHE EN QUE EL PAÍS LE CERRÓ LA PUERTA A NOBEA

El país votó masivamente contra las reformas propuestas por Daniel Noboa, rechazando la instalación de bases extranjeras, la eliminación del financiamiento estatal a partidos y la posibilidad de redactar una nueva Constitución, reflejando un rechazo transversal a la iniciativa presidencial.
En Ecuador, la noche del domingo cayó pesada, espesa, casi eléctrica. Era como si el país entero contuviera el aliento mientras las actas se abrían una por una, revelando un mensaje que terminaría por sacudir el tablero político: la ciudadanía rechazó, sin titubeos, cada reforma constitucional que el presidente Daniel Noboa puso sobre la mesa. Un “No” rotundo, multiplicado millones de veces, que marcó el primer gran golpe para un Gobierno que hasta ahora había sorteado con destreza todas sus tormentas.
A las 23.00, cuando ya el conteo avanzaba con velocidad implacable, quedó claro: Ecuador había frenado en seco la propuesta presidencial de reescribir su historia política. No hubo espacio para matices. No hubo preguntas que se libraran del rechazo popular.
Las bases militares extranjeras: No.
La eliminación del financiamiento estatal a partidos: No.
La reducción de asambleístas: No.
Y el proyecto estrella del mandatario —la puerta abierta para redactar una nueva Constitución—: un No más estruendoso todavía.
UN PAÍS CERCADO, CANSADO Y LISTO PARA SER ESCUCHADO
El país amaneció ese día bajo la vigilancia de más de 118.000 militares y policías, un despliegue casi cinematográfico en un territorio acostumbrado a jornadas electorales intensas, pero no a este nivel de tensión. Las explosiones, atentados y amenazas que habían marcado las semanas previas eran la sombra inevitable detrás de cada urna, cada fila y cada soldado apostado en las entradas.
Los ecuatorianos votaron con cansancio acumulado: tres elecciones en un año, siete en dos. La fatiga cívica era palpable. Y tal vez por eso el mensaje fue tan contundente.
EL GIRO INESPERADO: LA CALLE YA LO HABÍA ANUNCIADO
Analistas como Luis Carlos Córdova ya advertían señales de que algo se movía. Marchas, foros, concentraciones espontáneas. Un despertar político que hacía años no se veía.
Un país que, al parecer, dejó de ver a Noboa como el joven reformista que prometía eficiencia, y comenzó a detectar un tono autoritario que despertó alarmas.
“Cuando no sabes para qué quieren el poder, lo mejor es no dárselo”, explicaban expertos durante la noche.
La campaña por el “No” terminó siendo menos una articulación política tradicional y más una reacción visceral del país.
EL MENSAJE DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS Y UNA MEMORIA QUE PESA
Los pueblos indígenas —que representan cerca del 8% de la población— marcharon, debatieron y movilizaron a miles. El líder Leonidas Iza lo resumió con sobriedad tras conocerse las cifras:
“Este triunfo es de la gente de a pie”.
Porque, aunque nadie lo dijo oficialmente, había una pregunta en el aire:
¿De qué serviría una nueva Constitución en un país que ha tenido veinte?
Desde 1830, Ecuador cambia de Constitución como quien cambia de estación: un promedio de nueve años de vida por cada texto. Noboa quiso sumar la número veintiuno.
El pueblo dijo basta.
UN GOBIERNO QUE NO LEYÓ EL HUMOR DEL PAÍS
Los resultados no fueron solo un revés institucional. Fueron, según expertos, un aviso político directo: el Gobierno perdió el pulso del país.
Incluso con su popularidad por encima del 50% y una maquinaria comunicacional impecable —que incluyó la mediatizada visita de la secretaria de Seguridad estadounidense, Kristi Noem—, Noboa no logró convencer.
Ni el despliegue de operativos contra el crimen.
Ni las capturas transmitidas casi como eventos televisivos.
Ni la insistencia en que las reformas eran la única vía para combatir el narcotráfico que arrincona al país.
Nada funcionó.
“Hay una desconfianza profunda en la voz presidencial”, resumió la analista Caroline Ávila, casi incrédula ante la magnitud del rechazo.
EL SILENCIO DE LA NOCHE, EL GRITO DE LAS URNAS
Desde España, Rafael Correa, siempre figura omnipresente en la política ecuatoriana, celebró con entusiasmo opositor: “El pueblo le dice NO a Noboa, a sus mentiras y a su incapacidad”.
Pero más allá de la disputa ideológica, lo que quedó flotando fue una certeza:
Ecuador ya no entrega cheques en blanco.
Noboa, por su parte, aceptó el golpe con tono resignado: “Nuestro compromiso no cambia; se fortalece”.
Y AHORA, ¿QUÉ?
La pregunta se repite en cada análisis, café, sala de redacción y estudio televisivo:
¿Qué viene ahora?
Luis Carlos Córdova lo dijo sin adornos: “Que el Gobierno empiece a gobernar”.
Porque, según él, los dos años previos fueron “un simulacro democrático, lleno de gestos y shows mediáticos”.
Un país que vive uno de los años más violentos de su historia —con homicidios desbordados y el crimen organizado disputando territorios— exige respuestas concretas, no reformas constitucionales sin explicación.
EL VEREDICTO FINAL
Los ecuatorianos hablaron con una claridad que pocos esperaban.
Le dijeron “No” al miedo.
“No” a la improvisación.
“No” a recomenzar una historia institucional que ya tiene demasiados borradores.
Y le dijeron “Sí” —paradojalmente— a una demanda simple y urgente: Que el Gobierno gobierne.







