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ASESINATO EN LA AVENIDA D’ORBIGNY: EL CRIMEN QUE DESNUDÓ EL MIEDO EN LA JUSTICIA BOLIVIANA

Por las calles del centro de Cochabamba, la noche cayó con pólvora y silencio. Un juez, un auto y dos sombras en moto: bastaron segundos para escribir una página más de la violencia que corroe a Bolivia.

El reloj marcaba las 22:50 del viernes cuando el estruendo de tres disparos rompió la calma en la intersección de la avenida D’Orbigny con la calle Diego de Almagro, en pleno corazón de Cochabamba. Detrás del volante de un vehículo color gris, el juez Wilber Marcial Cruz Arancibia, de 38 años, apenas alcanzó a girar la mirada hacia su hijo, sentado a su lado, antes de desplomarse sobre el volante.

Los asesinos no usaron pasamontañas. No los necesitaban. Sabían exactamente a quién buscaban. A bordo de una motocicleta, se acercaron, dispararon sin titubear y escaparon por la misma calle por la que llegaron. Todo quedó grabado por una cámara de seguridad que, horas después, recorrería las redes sociales y los noticieros del país como una película de terror: un juez acribillado en plena vía pública, su hijo gritando desesperado pidiendo ayuda.

El crimen que sacudió a la justicia

El magistrado Cruz, juez de sentencia de Villa Tunari, era un rostro conocido en el sistema judicial boliviano. Graduado en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, con maestría en Derecho Penal y una trayectoria intachable, había ganado reputación por su firmeza en causas relacionadas con narcotráfico y corrupción.

Su muerte no fue un accidente. Las autoridades investigan la posibilidad de un sicariato por encargo, un ajuste de cuentas ligado a alguna de sus recientes decisiones judiciales. Según fuentes policiales, junto al cuerpo fue hallada una nota con un mensaje escalofriante: “Por no cumplir trabajo. Te lo advertí, igual, Cristina.”

En cuestión de horas, el crimen pasó de ser una noticia local a un símbolo nacional de la vulnerabilidad del sistema judicial. En un país donde los jueces se convierten en blanco de amenazas, Cruz fue asesinado por hacer su trabajo.

El hijo que lo vio todo

El hijo del juez, un adolescente de 15 años, quedó como único testigo de la ejecución. Según su relato, ambos regresaban de una actividad escolar y planeaban cenar hamburguesas cuando los interceptaron. Tras los disparos, el joven corrió fuera del vehículo gritando por ayuda, mientras los vecinos alertaban a la Policía.

“Escuché los tiros y los gritos del chico… era desgarrador”, contó una vecina del sector. “Intentamos acercarnos, pero teníamos miedo. Todo fue muy rápido”.

La Policía acordonó el área minutos después. El cuerpo fue trasladado al Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF), donde se confirmó que las heridas en el tórax y el cuello fueron letales. La escena, cubierta por luces rojas y amarillas, dejó a los transeúntes helados.

Dolor, indignación y un país en luto

La noticia desató una ola de conmoción en todo Bolivia. En el Palacio de Justicia de Cochabamba, colegas del magistrado lloraban frente al féretro cubierto con la bandera nacional. El cuerpo fue velado entre aplausos y silencio, antes de ser trasladado a Sucre, su ciudad natal.

El Tribunal Departamental de Justicia emitió un comunicado contundente:

“Este crimen constituye un grave atentado contra la independencia judicial, la seguridad institucional y los valores fundamentales del Estado de Derecho.”

Mientras tanto, Grenny Bolling, presidenta de la Asociación de Magistrados de Bolivia, advirtió:

“Ya no son amenazas. Hoy se mata a un juez en ejercicio de sus funciones. Y mañana puede ser cualquiera de nosotros.”

El fiscal departamental, Oswaldo Tejerina, confirmó que se investigan las grabaciones de cámaras cercanas y los teléfonos de posibles sospechosos. “No descartamos ninguna línea. Este hecho tiene la marca del sicariato”, afirmó.

El eco del miedo

En las últimas décadas, Bolivia ha visto crecer la violencia contra operadores de justicia. Jueces amenazados, fiscales intimidados y abogados agredidos se han vuelto parte de una estadística inquietante. Pero el asesinato de Cruz rompe un límite: ocurre en pleno centro urbano, frente a testigos, con total impunidad.

“Esto demuestra que el crimen organizado no solo está en las calles, sino que ha cruzado las puertas del sistema judicial”, señaló el analista penal Carlos Pacheco.

En redes sociales, el video del ataque generó miles de reacciones. “Ya nadie está a salvo”, escribió un usuario de Cochabamba. “Si matan a un juez, ¿qué queda para el resto?”.

Un país que exige respuestas

Mientras avanza la investigación, la familia del juez permanece bajo resguardo policial. Las autoridades prometieron “dar con los responsables materiales e intelectuales”, aunque el escepticismo crece entre los bolivianos, cansados de ver cómo los casos de sicariato terminan en el olvido.

En la avenida D’Orbigny, una cruz blanca con flores secas marca hoy el lugar del crimen. Cada noche, vecinos encienden velas y dejan mensajes escritos: “Justicia para Wilber”, “Que su muerte no quede impune”.

Entre el humo de las velas y el eco de los disparos, Bolivia despierta otra vez con la misma sensación: que el miedo ya no habita en los márgenes, sino en el corazón mismo de su justicia.

Belén Pavez G., Periodista y Locutora. Licenciada en Comunicación Social. Productora general y Directora de prensa en Vilas Radio. Música y Cat lover.

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