“EL DÍA EN QUE EL CIELO SE PARTIÓ SOBRE PARANÁ”: BRASIL VIVE SU PEOR TRAGEDIA CLIMÁTICA DEL AÑO

Una poderosa supercelda provocó un tornado devastador en Paraná que dejó al menos seis personas muertas, más de 700 heridas y mil desabrigadas; el gobernador decretó calamidad pública para acelerar la liberación de recursos y facilitar la reconstrucción del municipio afectado.
El viento rugió como un animal salvaje y el cielo se oscureció antes de que nadie pudiera entender lo que ocurría. En cuestión de minutos, el estado brasileño de Paraná pasó de la calma a la destrucción total.
Una fuerza invisible —un tornado con vientos de hasta 250 kilómetros por hora— arrasó la ciudad de Río Bonito do Iguaçu, dejando un paisaje de muerte y silencio: seis personas fallecidas, más de 750 heridas y una urbe prácticamente borrada del mapa, con el 90 % de sus viviendas destruidas.
Las imágenes son apocalípticas. Techos volando como hojas, camiones retorcidos sobre los postes eléctricos, árboles arrancados de raíz, familias enteras buscando entre los escombros lo poco que queda de su historia.
Los sobrevivientes describen un sonido ensordecedor, “como si pasara un tren sobre nuestras cabezas”. Y luego, nada. Solo polvo, gritos, y un viento que no dejó tiempo ni para correr.
Una ciudad en ruinas y un país en shock
“Parece que una bomba cayó sobre nosotros”, dijo entre lágrimas una mujer que perdió su casa, su tienda y parte de su familia en segundos.
En el pequeño municipio de Río Bonito do Iguaçu —de apenas 13.500 habitantes—, las calles desaparecieron bajo los escombros. El aire huele a gas, a madera húmeda y a desesperanza.
Las escuelas se convirtieron en albergues improvisados, mientras decenas de heridos eran trasladados a un hospital de campaña levantado de emergencia por las autoridades estatales.
El gobernador Carlos Massa Ratinho Junior decretó estado de calamidad pública, lo que permite liberar fondos y recursos sin restricciones. “Estamos frente a una tragedia sin precedentes. Nuestra prioridad es rescatar y reconstruir”, declaró con la voz quebrada, tras recorrer las calles devastadas donde todavía trabajan los bomberos y equipos de rescate.
El subcomandante del Cuerpo de Bomberos, Jonas Emmanuel Benghi Pinto, fue más gráfico: “Río Bonito es ahora un campo de guerra. Nada quedó en pie. Solo la fe de la gente”.
El poder del cielo: una tormenta que nació del infierno
Según los meteorólogos del Sistema de Monitoreo Ambiental de Brasil, el fenómeno se originó en una supercelda, una gigantesca tormenta rotatoria capaz de engendrar los tornados más destructivos del planeta.
En apenas 20 minutos, una masa de aire caliente ascendió desde el sur del continente y se cruzó con una corriente polar. El resultado: una espiral perfecta de destrucción que nadie vio venir.
Los expertos aseguran que el tornado fue tan intenso que sus vientos alcanzaron la categoría F4, uno de los niveles más altos en la escala de Fujita, propia de los tornados que suelen arrasar ciudades enteras en Estados Unidos.
El país movilizado: rescate, duelo y reconstrucción
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva reaccionó desde Brasilia con un mensaje de urgencia y unidad nacional. “El pueblo de Paraná no está solo. Brasil entero está con ellos”, escribió en su cuenta oficial, confirmando el envío de brigadas médicas, rescatistas y equipos de la Defensa Civil Nacional.
Al lugar viajaron también funcionarios de los ministerios de Salud, Desarrollo Regional y Relaciones Institucionales, junto con personal del Sistema Único de Salud (SUS), que instaló hospitales móviles y refugios para las familias desplazadas.
El gobierno decretó tres días de duelo oficial, mientras helicópteros sobrevuelan zonas rurales donde aún se teme encontrar más víctimas bajo los restos de viviendas. En Guarapuava, una localidad vecina, las tareas de búsqueda continúan bajo la lluvia y los relámpagos.
Una advertencia global: el cambio climático ya no toca la puerta
El desastre llega en un momento simbólico: a solo días de que Brasil sea sede de la Conferencia Climática COP30 en Belém, donde el mundo discutirá los efectos del calentamiento global.
Mientras los líderes internacionales preparan discursos sobre sostenibilidad, Paraná se convirtió en el ejemplo más brutal de una crisis que ya no es teoría, sino tragedia tangible.
El propio gobernador Ratinho Junior lo resumió así:
“Lo que ocurrió en Paraná no es solo un fenómeno natural. Es una advertencia. El clima cambió, y el costo lo están pagando las personas más vulnerables.”
Desolación y esperanza: las voces desde el desastre
Entre los escombros, los sobrevivientes reconstruyen sus días con lo poco que les queda: una foto rescatada, un colchón seco, una vela encendida.
Un voluntario de la Cruz Roja, con la ropa empapada, dijo a los medios: “El viento se llevó todo, pero no pudo llevarse la esperanza”.
En los refugios, los niños dibujan casas y soles en hojas de papel, intentando imaginar un futuro que no huela a polvo ni miedo. Mientras tanto, el gobierno prepara un plan de reconstrucción que podría tardar años.
Brasil entero mira hacia el sur con el corazón encogido. Paraná, una tierra fértil de agricultores y soñadores, quedó marcada por el viento. Y aunque las ráfagas se apagaron, el eco de la tragedia sigue soplando, recordándole al mundo que la furia de la naturaleza ya no respeta fronteras.







