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EL INFIERNO DE LOS SEIS: NIÑOS ABANDONADOS EN LA TOMA MÁS PELIGROSA DE ALTO HOSPICIO SOBREVIVÍAN ENTRE PALLETS, SED Y SOLEDAD

Sin agua, sin luz, sin techo y sin un adulto que los protegiera: seis hermanos, de entre 3 y 15 años, fueron abandonados por su madre en la toma Paso La Mula, en Alto Hospicio. Vivieron meses expuestos al desierto y al crimen organizado, hasta que una vecina rompió el silencio. Según reveló T13, los menores dormían sobre pallets y pedían “agüita” en la oscuridad de la noche. La madre fue detenida y enviada a prisión preventiva.

CRÓNICA: “LOS NIÑOS DEL DESIERTO”

El viento del altiplano sopla fuerte en la toma Paso La Mula, en Alto Hospicio. Entre calles sin nombre, perros famélicos y casas de calamina, seis sombras pequeñas corrían entre los cerros de polvo. No había agua, ni electricidad, ni esperanza. Allí vivían —si es que a eso puede llamársele vivir— seis hermanos abandonados a su suerte, olvidados por el mundo y por su propia madre.

Sus nombres no importan tanto como su historia, una que duele solo de leerla. Tenían entre tres y quince años. El mayor, un muchacho que apenas salía de la adolescencia, había asumido un rol que no le correspondía: trabajar en construcción para alimentar a los más chicos. Lo hacía con las manos curtidas y el estómago vacío, mientras soñaba con algo tan simple como una cama o un plato caliente.

Según informó T13, la madre los dejó atrás cuando consiguió un nuevo trabajo y una pareja, allá por abril de este año. Prometió volver, pero no volvió. Los meses pasaron y lo único que llegaba era el silencio.

UN HOGAR QUE ERA UN CAMPO DE SUPERVIVENCIA

No había camas, solo pallets apilados que hacían de colchón, donde los seis dormían amontonados para sobrevivir al frío nocturno del desierto. “En la noche pedían agüita”, contó entre lágrimas una vecina a T13. No tenían baño, ni luz, ni siquiera un techo firme. Lo poco que poseían era un teléfono con linterna, su única conexión con la claridad.

A su alrededor, el peligro era constante. En la toma operan bandas criminales, narcotráfico y hasta casos de secuestros. Los pequeños crecían en el corazón de una zona considerada “roja” por las autoridades, donde las balas suenan más seguido que las risas de los niños.

“LOS VI Y SE ME PARTIÓ EL ALMA”

Una mujer cambió el destino de esta historia. Karina Ávalos, vecina del sector, se acercó una tarde movida por el instinto maternal que la noticia del abandono le despertó. “Apenas los vi, me derramé en llanto. No podía dejarlos así. La niña tenía heridas fuertes… lo que más me dolió fue el amor que pedían con los ojos”, relató entre sollozos a T13.

Karina comenzó a llevarles comida, agua, ropa usada. No era mucho, pero en ese desierto de indiferencia, su gesto fue un oasis.

EL DOLOR MÁS ALLÁ DEL HAMBRE

Uno de los pequeños sufrió una fractura de brazo mientras jugaba cerca de los escombros. Sus hermanos lo llevaron al consultorio, caminando más de una hora bajo el sol abrasador. Pero no pudieron operarlo. No había ningún adulto que firmara la autorización médica. Ninguno.

Solo tres de los seis niños estaban matriculados en la escuela. Los demás sobrevivían entre el polvo y el miedo. El hermano mayor, cada mañana, caminaba hasta clases solo para guardar la comida del almuerzo en su mochila y repartirla en casa. Era un niño convertido en padre, un adolescente convertido en héroe silencioso.

LA INVESTIGACIÓN QUE DESTAPÓ EL HORROR

La fiscal Virginia Aravena, de la unidad de género de Alto Hospicio, explicó a T13 que los menores fueron dejados solos desde abril hasta agosto de este año. “No tenían baño, ni luz, ni televisor. Usaban un teléfono para alumbrarse. La madre los visitaba muy de vez en cuando, mientras ella seguía su vida, salía de fiesta y lo mostraba en redes sociales”, detalló con indignación.

La denuncia vecinal finalmente llegó a las autoridades. Tras la intervención de la fiscalía y de los organismos de protección, los niños fueron rescatados y trasladados a tres hogares distintos. La madre fue detenida y formalizada por abandono de menores, quedando en prisión preventiva.

Es lo mejor dentro de lo peor. Estaban en un lugar peligrosísimo, no sé si la gente dimensiona las condiciones en que vivían”, declaró Aravena a T13, dejando en el aire una mezcla de rabia y alivio.

UN GRITO QUE CHILE NO PUEDE IGNORAR

Hoy los seis hermanos están separados, pero a salvo. Sus cuerpos se curan, pero las heridas del alma tardarán en cerrar. En los hogares donde fueron acogidos, aún se abrazan fuerte por las noches, buscando el calor que el desierto les negó.

Mientras tanto, en la toma Paso La Mula, los pallets siguen ahí. Vacíos. Testigos mudos del abandono, del hambre y de una infancia robada.

Porque esta no es solo la historia de seis niños. Es la historia de un país que mira hacia otro lado hasta que el horror aparece en la televisión.

Belén Pavez G., Periodista y Locutora. Licenciada en Comunicación Social. Productora general y Directora de prensa en Vilas Radio. Música y Cat lover.

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