BOLIVIA ROMPE DOS DÉCADAS DE HEGEMONÍA DEL MAS: RODRIGO PAZ, EL HEREDERO DEL EXILIO QUE LLEGA AL PODER CON PROMESAS DE “CAPITALISMO PARA TODOS”

Por primera vez en 20 años, las urnas bolivianas no llevaron el rostro del Movimiento al Socialismo. Con el 54,5% de los votos, el economista Rodrigo Paz Pereira —hijo del expresidente Jaime Paz Zamora— fue elegido nuevo presidente de Bolivia, marcando un giro histórico hacia el centro liberal y un cambio generacional en la política nacional.
En un domingo que quedará tatuado en la memoria política de Bolivia, los votantes dieron un golpe de timón.
Las banderas celestes del Partido Demócrata Cristiano (PDC) ondearon frente al Palacio Quemado, mientras las bocinas y los gritos de -“¡Se acabó el ciclo!” inundaban las calles de La Paz. El conteo rápido del Tribunal Supremo Electoral confirmaba lo que ya parecía inevitable: Rodrigo Paz Pereira, de 58 años, ganaba la presidencia con un 54,53% de los votos, derrotando al expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, que alcanzó un 45,5%.
Por primera vez desde 2005, Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS) quedaban fuera del tablero del poder.
Veinte años de un mismo color político se desvanecían entre aplausos, lágrimas y la sensación de que el país entraba en un terreno desconocido.

El hijo del exilio
Rodrigo Paz nació lejos de la Cordillera de los Andes, en España, durante el exilio de su familia en plena dictadura militar. Desde entonces, su biografía parece tejida con los hilos del destino político boliviano. Hijo de Jaime Paz Zamora (presidente entre 1989 y 1993), creció entre discursos, crisis y esperanzas democráticas.
A los 12 años sobrevivió, junto a su familia, a lo que fue descrito como un presunto atentado aéreo, un hecho que marcó su carácter y lo empujó a “vivir la política, no sólo hacerla”, como repite en sus entrevistas.
Economista y politólogo formado en la American University de Washington, regresó a Bolivia decidido a construir su propio legado. Fue diputado, concejal, alcalde de Tarija y senador, hasta convertirse hoy en el rostro de una nueva derecha boliviana, más liberal y menos ideológica.
La noche del cambio
Eran las 21:17 cuando el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Óscar Hassenteufel, pronunció las palabras que hicieron estallar el júbilo:
“El cómputo rápido muestra una tendencia irreversible. Bolivia tiene nuevo presidente”.
Afuera, una multitud coreaba el nombre de “Rodri”, mientras él, emocionado y con voz entrecortada, proclamaba:
“Bolivia no ha votado por el pasado ni por el rencor, ha votado por la esperanza. Este país merece mirar hacia adelante”.
El proyecto “50/50”: descentralizar el poder
Su plan de gobierno, Agenda 50/50, se levanta como un manifiesto de cambio estructural. Paz propone dividir a la mitad los recursos del Estado: un 50% para el nivel central y el otro 50% para gobiernos regionales, universidades y municipios. “El poder no puede seguir concentrado en La Paz”, repite.
Pero su propuesta más comentada es su “Capitalismo para todos”, un eslogan que electrizó la campaña. Promete créditos blandos, rebaja de impuestos, y eliminación de aduanas innecesarias para reactivar la economía informal.
“Platita para todos, no para unos cuantos”, gritó en Achacachi ante una multitud que lo vitoreaba.
Sus críticos lo tildan de populista disfrazado de liberal; sus seguidores lo ven como el rostro del pragmatismo boliviano.
Promesas de justicia y ruptura con el pasado
Paz también prometió una reforma judicial profunda, una lucha frontal contra la corrupción y una política de tolerancia cero con los privilegios políticos.
“Hay quienes viven de la política y quienes hacemos servicio público”, repite como mantra, intentando marcar distancia con el estilo autoritario del MAS y con los pactos oscuros de la vieja élite.
Su compañero de fórmula, Edman Lara, ex capitán de la Policía dado de baja en 2024 por denunciar corrupción interna, se presenta como símbolo de “la nueva ética de Estado”. Juntos prometen “barrer con la impunidad enquistada”.
Entre el legado y la reinvención
Rodrigo Paz llega al poder con un apellido que pesa y una historia que inspira. Su padre, Jaime Paz Zamora, fue símbolo de la transición democrática tras las dictaduras. Pero Rodrigo quiere escribir su propia página: ni continuismo ni ruptura, sino una síntesis.
En su discurso de victoria, evocó a su padre con una mezcla de emoción y desafío:
“Hoy no solo honro su legado, sino que asumo la responsabilidad de construir el mío. Bolivia necesita reconciliarse con su historia para avanzar”.
Energías limpias y nuevos paradigmas
En un país anclado al gas y los hidrocarburos, el nuevo presidente también ha prometido impulsar energías limpias, fortalecer los derechos humanos y revisar las leyes de violencia de género con una mirada más equilibrada, según sus propias palabras.
Aunque su visión ha generado controversias, su discurso de modernidad y productividad sedujo especialmente a los jóvenes urbanos y a los emprendedores del sur del país.
Un país que despierta
Bolivia amanece con un nuevo rostro político.
El ciclo del MAS, que marcó dos décadas de historia, se cierra entre las sombras del cansancio y las luces de la expectativa. Rodrigo Paz —el niño del exilio, el heredero de un expresidente, el economista que predica “capitalismo con alma”— tendrá ahora la tarea titánica de gobernar un país fracturado, polarizado y sediento de cambio.
Las calles lo celebran, los analistas lo observan, y la historia, una vez más, lo pone a prueba.
Bolivia ha despertado. Y lo hace mirando hacia un horizonte desconocido, pero suyo.
