
Un nuevo golpe al crimen organizado sacude al extremo norte del país. La Fiscalía de Arica formalizó a un ciudadano venezolano acusado de integrar una poderosa organización transnacional dedicada al tráfico de migrantes. Detrás de las promesas de un viaje seguro hacia Chile, se escondía una maquinaria que lucraba con la desesperación de familias enteras.
El imputado —identificado con las iniciales Y.E.A.— no solo es señalado como parte clave del entramado criminal, sino que además se encuentra en prisión preventiva por un segundo delito que estremece aún más la investigación: el secuestro de un compatriota venezolano, ocurrido el pasado 1 de agosto, y que, según la fiscalía, mantiene vínculos directos con el clan de Los Gallegos, brazo operativo del Tren de Aragua en Chile.
Una ruta marcada por la desesperación y la estafa
La investigación de la Unidad de Inteligencia y Crimen Organizado del Ministerio Público, en coordinación con la Brigada Investigadora de Trata de Personas (Bitrap) de la PDI Arica, logró establecer el modus operandi de una red que durante meses operó sin escrúpulos en la frontera norte.
El sistema era tan simple como perverso: los captadores reclutaban migrantes en Tacna, Perú, aprovechando su vulnerabilidad y desesperación. Por sumas que variaban entre 200 y 500 dólares por persona, los trasladaban clandestinamente hacia Chile, prometiéndoles una ruta segura hacia el sur del país.
Pero la travesía era una trampa.
Una vez en Arica, los extranjeros —muchos de ellos mujeres y niños— eran confinados en hostales de la población Juan Noé, donde debían pasar la noche hacinados, esperando ser trasladados en buses hacia el interior. Las maletas y pertenencias también tenían un precio: la organización cobraba extra por cada bolso transportado.
Uno de los testimonios más estremecedores reveló la brutalidad de la red: una mujer sin dinero debió pagar el traslado ofreciendo relaciones sexuales, con tal de asegurar el paso para ella y sus hijos.
Una red aceitada y vigilada por el crimen organizado
Según los antecedentes del Ministerio Público, la estructura criminal funcionaba como un engranaje perfectamente coordinado.
Unos ingresaban a los migrantes por pasos no habilitados, otros transportaban sus pertenencias, y los jefes —muchos con nexos en Venezuela y Perú— coordinaban todo desde el anonimato, exigiendo pagos a través de aplicaciones digitales difíciles de rastrear.
El flujo de personas era constante. Entre julio y octubre del año pasado, decenas de migrantes colombianos, ecuatorianos y dominicanos ingresaron al país mediante esta ruta. Sin embargo, los buses que partían rumbo al sur eran interceptados por la policía en el control de Cuya, donde los agentes de la PDI comenzaron a unir las piezas de una red internacional de tráfico humano.
Vínculos con secuestros y el Tren de Aragua
El caso adquirió un tono aún más oscuro cuando las autoridades confirmaron que el imputado Y.E.A. estaba vinculado también a un secuestro ocurrido en agosto, hecho directamente relacionado con el clan de Los Gallegos, una de las facciones más violentas del Tren de Aragua en Chile.
La víctima, un hombre de nacionalidad venezolana, fue raptada en plena vía pública y mantenida retenida mientras sus captores exigían dinero por su liberación. Este episodio, según la fiscalía, demuestra el entrelazamiento entre el tráfico de migrantes y los delitos de secuestro y extorsión, hoy marcas registradas del crimen transnacional.
Cuatro detenidos y una investigación en expansión
Hasta ahora, cuatro integrantes de la red han sido formalizados y permanecen en prisión preventiva. Sin embargo, los investigadores no descartan nuevas detenciones, pues los vínculos del grupo con estructuras operativas del Tren de Aragua siguen bajo análisis.
“La evidencia nos permite sostener que esta organización actuaba de manera sistemática, cobrando a personas extranjeras por cruzar la frontera y exponiéndolas a graves vulneraciones de derechos humanos”, señaló una fuente ligada a la investigación.
El Ministerio Público busca acreditar que los acusados participaron de manera reiterada en el delito de tráfico de migrantes agravado, aprovechando la necesidad de quienes, escapando de la pobreza o la violencia, encontraron en el norte chileno una nueva forma de sometimiento.
Tráfico, secuestros y poder en la frontera
El caso se suma a una lista cada vez más extensa de operaciones criminales que revelan cómo el norte de Chile se ha convertido en un corredor estratégico para redes transnacionales. Las rutas del tráfico de personas, las extorsiones y los secuestros ahora forman parte del repertorio del crimen organizado que intenta instalar su poder en el país.
Mientras la Fiscalía avanza, los pobladores de Arica vuelven a mirar con recelo las luces en la frontera y a preguntarse cuántas otras historias —de miedo, engaño y abuso— siguen ocurriendo bajo la sombra del desierto.