
Santiago amaneció con un aire distinto este jueves 2 de octubre. No era un día cualquiera: las guitarras de la trova cubana cruzaban los patios de La Moneda. Silvio Rodríguez, el eterno poeta de Ojalá y Unicornio Azul, había llegado al palacio presidencial. No como simple visitante ni como un músico en gira, sino como un símbolo viviente de generaciones enteras que encontraron en sus canciones un refugio y una bandera.
Con paso pausado y mirada serena, el cantautor ingresó al histórico edificio acompañado por Gabriel Boric, quien, lejos de la solemnidad política, lo saludó con la calidez de quien recibe a un viejo compañero de ruta. Después del recorrido protocolar, Rodríguez no tardó en pronunciar palabras que retumbaron con fuerza en el Salón de Honor: “El presidente Boric es un amigo. Y volver a Chile siempre es maravilloso”.
Un diálogo de tiempos y generaciones
La reunión, que se extendió por más de una hora, no fue un mero acto diplomático. En la mesa se sentaron no solo el mandatario y el trovador, sino también la memoria de un continente atravesado por canciones de resistencia, sueños inconclusos y luchas que no terminan. La ministra Camila Vallejo también se sumó al encuentro, testigo de un diálogo que mezcló política, arte y memoria.
Silvio, quien en junio pasado había reconocido la dureza con que la derecha enfrentó a Boric desde su llegada al poder, volvió a tenderle un puente. Recordó su cercanía con el 50 aniversario del golpe de Estado, cuando desde Cuba organizó un acto cultural para rendir tributo a Chile en su fecha más amarga.
De los escenarios al palacio
La visita se produce en medio de la gira que confirma que el trovador sigue vigente a pesar del calendario. Dos conciertos ya estremecieron al Movistar Arena, los del 29 de septiembre y 1 de octubre, donde miles de voces corearon con devoción himnos de amor y rebeldía. Quedan aún dos encuentros —el 5 y 6 de octubre— y no se descarta que Boric mismo se siente entre el público para escuchar en vivo al hombre que ha sido banda sonora de tantas luchas.
No es un gesto menor: en la primera función, fue la expresidenta Michelle Bachelet quien asistió a las primeras filas, celebrando además su cumpleaños entre canciones y regalos del propio Silvio.
El trovador y el presidente
La imagen es poderosa: un artista que, desde hace más de medio siglo, ha escrito versos que desbordan fronteras, y un mandatario joven que busca abrir caminos en un Chile convulso. La amistad declarada en La Moneda trasciende lo personal. Es un guiño político, un abrazo simbólico entre generaciones, un cruce de guitarras y discursos que intentan, cada uno a su manera, cambiar el curso de la historia.
Porque si algo quedó claro en esta mañana en La Moneda es que Silvio Rodríguez no solo vino a cantar: vino a recordar que la música y la política, cuando se encuentran, pueden transformar la memoria de un pueblo entero.